Día 17

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Tori apareció de pie junto a mí al despertarme, con una gran sonrisa de loca que me hizo, por primera vez en mucho tiempo, temerle a algo.

- ¿Qué demonios, Tori? – Me senté en mi colchón inflable, recargándome en la pared – No aparezcas así, puedes causarle traumas a la gente –

- ¡Feliz cumpleaños! – Conservó la gran sonrisa.

- Gracias - Le devolví una media sonrisa, sintiendo que el gesto era lindo de su parte. – Valió la pena el susto –

Luego de ver la hora en mi teléfono y darme cuenta que no era tan temprano como pensé, reparé en que Tori no tenía intención de irse aún. Me di cuenta que mantenía las manos unidas delante de sí, con un aire ansioso.

- ¿Qué pasa, Vega? – Pregunté

- Yo tengo… Un regalo de cumpleaños para ti, pero antes debes salir de la cama y arreglarte –

La miré durante algunos segundos, sin saber qué decir exactamente. Un extraño calor se apoderaba de mis mejillas y de pronto sentía la necesidad de taparme la cara con la sábana.

- No tienes que darme nada… -

- Si, pero ya está todo listo, así que… - Alzó los hombros.

- De acuerdo – Me incorporé - ¿A dónde se supone que tengo que ir? –

- Búscame en mi lugar cuando estés lista –

- Odio las sorpresas – Me crucé de brazos.

- Nadie puede odiar las sorpresas – Se encaminó a la salida – Lindas fachas – Me dio una última mirada y salió del lugar.

Mientras tomaba una ducha en el gimnasio, pensaba en el gesto de Tori.

¿Cómo era posible que, después de todos mis desplantes, siguiera teniendo la intención de hacer cosas por mí?

Me impresionaba su nivel de masoquismo.

El interés por saber de qué se trataba lo que había “organizado” y mi apatía hacia las sorpresas estaban presentes a partes iguales.

- ¡Vega! – Toqué la puerta y no tardó ni cinco segundos en aparecer con la misma sonrisa del principio 

- ¿Qué tal la ducha? –

- Igual que siempre… ¿Me puedes decir por qué estoy aquí? ¿Y por qué actúas tan extraña? –

- Ven conmigo – Me ordenó, caminando con decisión.                  

La seguí para descubrir que nos dirigíamos al aula de medios. Cuando llegamos hasta la puerta del lugar, Tori me preguntó si estaba lista. Asentí con el mayor interés posible y cuando giró la perilla, mi mandíbula estuvo a punto de desencajarse.

- ¡Sorpresa! – Escuché las voces de todos nuestros amigos a través de las bocinas. Y sus rostros se proyectaban en la enorme pantalla con la que contaba el lugar.

- ¿Qué…? – Mi vista no terminaba de enfocar las decoraciones y los detalles del lugar - ¿Qué es todo esto? –

- Una fiesta sorpresa… Para ti – Respondió Tori con gran emoción. – Dijiste que nunca habías tenido una, así que… Sorpresa –

Yo guardaba silencio pues el asombro seguía presente.

- ¿Una fiesta? – Pregunté estúpidamente.

- Así es… Todos están presentes – Señaló la proyección, donde los chicos saludaron felices. Todos llevaban un gorro típico de fiesta.

- ¿De dónde sacaste la computadora y… ¿Todo lo demás? – Miré a mi alrededor, los globos, la comida e incluso un pequeño pastel.

CUARENTENA - JORIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora