5. De alianzas

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Todo imperio inició con una pequeña alianza

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Todo imperio inició con una pequeña alianza

A este punto Marinette no sabía si estaba haciendo bien o mal, pero no podía detenerse

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A este punto Marinette no sabía si estaba haciendo bien o mal, pero no podía detenerse. Aquel libro que encontró en esa habitación (o más bien dicho, aquel diario) era bastante adictivo. La mujer quien se autodenominaba "Em" parecía haber vivido una vida muy interesante.

Una joven millonaria cuya vida siempre había sido bastante cómoda se enamoró de un viajero mientras había salido a dar un paseo al viaje. La mujer nunca entendió el porqué aquel hombre viajaba tanto si lucía más bien del estilo sedentario y era bastante calmado, no parecía tan temerario; más durante ese par de días que estuvieron juntos él le ofreció demostrarle el porqué viajaba tanto si decidía tomar el tren con él. Otra joven enamorada de aquel viajero decidió informarle a su padre del viaje que éstos planeaban realizar juntos así que la encerró en su habitación y...

Bueno, hasta ahí había quedado; pero podía asumir fácilmente que la joven había logrado escapar para irse con su nuevo amante. Y aunque predecible, le sacaba un largo suspiro; deseando con anhelo vivir un amor similar.

Adrien le había pedido verse otra vez en la plaza hoy, así que tenía que terminar sus diseños y dejarlos en la oficina de Gabriel pronto. Y la verdad es que no le resultaba complicado, hacía todos sus bocetos inspirados en ese par de amantes peculiar y su futuro viaje, pensando en la comodidad y en la elegancia antes que nada.

Hablando de ello, aún no se daba el tiempo de terminar su vestido para la fiesta de los Agreste. Quizás más adelante se daría el tiempo.

Listo, había terminado por hoy. Empezó a encaminarse con la Alegría brotando en sus ojos mientras veía sus dibujos cuando accidentalmente chocó contra otro cuerpo. Alzó la mirada, carajo.

—¿Qué te sucede, bestia?— arremetió con enfado Lila mientras se colocaba con postura recta otra vez. Sus papeles habían caído al suelo, genial.

—Perdone, mademoiselle Rossi, no fue intencional.— respondió mientras terminaba de recoger su último diseño. La morena no dejaba de contemplar a la francesa, viéndola con todo el desprecio que se le podía mirar a alguien, recordando claramente quien era esa bastarda que interrumpió el otro día su conversación con Adrien.

Entre tinta y telas // AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora