6. De amenazas

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Nuestra existencia amenazaba la del otro constantemente, y ¿sabes? Eso se sentía tan estimulante

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Nuestra existencia amenazaba la del otro constantemente, y ¿sabes? Eso se sentía tan estimulante

—¡Lila!— exclamó con fuerza Adrien irrumpiendo en la habitación de invitados donde se hospedaba la italiana

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—¡Lila!— exclamó con fuerza Adrien irrumpiendo en la habitación de invitados donde se hospedaba la italiana. Ella sonrió y sin descuido se quitó las sábanas que la cubrían y se acercó al rubio. Él intentó no inmutarse, pero al verla acercarse con a penas un par de prendas que delineaban bien su curvilínea figura con esa elegancia en su andar, era imposible no sentir su garganta seca.

Después de todo lo que ellos tuvieron no fue algo de un par de días, fue una fuerte atracción de años; y si en algo tenía razón ella es que todos los de su círculo de alta sociedad esperaban que ellos dos se hubieran terminando casando, incluso él.

—¿Qué sucede, mi dulce Adrien?— preguntó con ternura colocando su mano en el pecho de él, sentía sus senos comprimidos contra su torso.— Hacia mucho que no nos encontrábamos juntos en una recámara

Pero las cosas ya no eran así, y si antes ese cosquilleo que ahora sentía se debía a un enamoramiento intenso y pasional; ahora sólo se debía al tremendo coraje que lo carcomía por dentro, ese impulso de golpearla pero que retenía por respeto a los valores que una vez su madre le inculcó.

Tomó su hombro con la suficiente presión para resultar amenazante pero no agresivo y la alejó de él con una mueca de asco.

—Auch ¿Qué te pasa?— cuestionó con molestia mientras se sobaba el hombro.

—Mandaste a un hombre a seguir a la señorita Dupain.— ir directo al grano, sin rodeos, entre menos tiempo le viera la cara, mejor para él.— ¿Qué tienes que decir al respecto?— la morena rodó los ojos, se cruzó de brazos y le dio la espalda empezándose a encaminar hacia el lado opuesto.

—No sé de lo que hablas, Agreste. No he tenido contacto con nadie más que con los inútiles de tus esclavos.

—Servidumbre, Lila, no esclavos.— aclaró con severidad.— Nosotros damos un pago por sus servicios.— la fémina sólo rió, las palabras de Adrien para nada le causaban gracia.

Entre tinta y telas // AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora