13. De mentiras y pipas

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Las mentiras no son como el humo de una locomotora, no se desvanecen en el aire; siempre siguen ahí, casi tan físicas como tú o yo

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Las mentiras no son como el humo de una locomotora, no se desvanecen en el aire; siempre siguen ahí, casi tan físicas como tú o yo.

¿Cómo ese bastardo se atrevía a poner un pie en su casa? ¿Cómo carajos se atrevía a acercarse a Chloe Bourgeois aún estando ella bajo su protección? Ardía en rabia, y nadie lo podía detener, ni siquiera Marinette que lo seguía desde la espalda vié...

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¿Cómo ese bastardo se atrevía a poner un pie en su casa? ¿Cómo carajos se atrevía a acercarse a Chloe Bourgeois aún estando ella bajo su protección? Ardía en rabia, y nadie lo podía detener, ni siquiera Marinette que lo seguía desde la espalda viéndolo con preocupación.

Luka también lo seguía, pero ha decir verdad él no hacía ni el más mínimo esfuerzo por detenerlo; si Adrien terminaba golpeando a Xavier esta vez lo dejaría más tiempo ahí, el bastardo no merecía ni un gramo de piedad.

—Joven Agreste, un gusto volver a verte.— exclamó con gran tranquilidad Xavier mientras veía al rubio con una sonrisa petulante. Adrien tenía las manos en la espalda, pero al azabache podía notar como las empuñaba, seguramente clavándose las uñas en su palma. Marinette quería poner una mano en su hombro para tranquilizarlo pero por alguna razón sentía la mirada de Xavier sobre ella.

Se sentía paralizada, totalmente congelada.

Bajo la palma de Xavier Yves se hallaba una Chloe totalmente gélida, con sus ojos bien abiertos y pupilas contraídas, parecía estar reviviendo recuerdos dolorosos en silencio. Marinette no soportó más verla así y caminó hacia ella para tomarla de un brazo y jalarla lejos de Yves. Él sólo soltó una risita.

—Ya, descuiden; no tengo nada contra ustedes por haber escondido a mi prometida, es más...

Mi prometida.— le interrumpió con fuerza Adrien viéndolo con una expresión de odio y desagrado que a penas cabía en su rostro. El joven Yves únicamente elevó más su pérfida sonrisa y asintió con calma.

—Tienes razón, tu prometida ahora.— en ese instante dirigió su vista directamente hacia la azabache quien no pudo evitar sentir su pecho comprimiéndose, asfixiándose a sí mismo. Al parecer Luka lo notó, porque en seguida la tomó por la cintura y la apegó a él.

Entre tinta y telas // AdrinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora