La iglesia era un caos, estaba lleno de gente. Globos, guirnaldas, ruido de trompetas, y todo lo que se pudiera conseguir con los colores del arco iris. Algo dentro de él se removía al ver eso. Qué diferente era ver estos colores ahí adentro que afuera.
Ahí dentro era la promesa de Dios a Noé de no destruir la tierra con un diluvio. Pero afuera, era todo lo que quería. Le provocaba angustia, pero a la vez quería pensar en la promesa, de eso se trataba. Para eso estaban esos colores.
Repitió en su cabeza lo que aprendió, el diablo es imitador y claramente usó algo tan propio de Dios para tergiversarlo a su gusto. Bueno, se lo sabía de memoria, pero no hacía que deje de sentirse de esa manera.
Seguía sintiendo ganas incontrolables de estar bajo esos colores afuera. Pero no todo estaba perdido. Reconocía su problema, tenía que seguir luchando nada más, peor sería no querer ver su pecado, ¿no?.
Se sentó en una sección del templo, en donde estaban todas las decoraciones color rojo, su red era la de ese color. Sus líderes y amigos estaban todos vestidos del mismo color. Nunca le gustó mucho, envidiaba sanamente a los de azul o violeta, las remeras de ellos eran mejores.
La iglesia rebalsaba de gente, era una reunión de cosecha, todas las personas que iban a casas de paz pero no a la iglesia, eran invitadas a una simple reunión. Siempre iban como de favor, pero a todos les gustaba y después las redes se llenaban de nuevos creyentes.
En algún momento, Sofía bajó del altar haciéndole una seña, no entendió de qué se trataba así que negó con su cabeza esperando a que ella se acercara. La vio dejar el micrófono sobre una mesa y casi corriendo se acercó para hablarle al oído.
-"Vino mi primo, ¿te sentás con él?".
-"No lo vi, ¿dónde está?". Frunció el ceño y ella le indicó hacia atrás con su cabeza.
-"Traélo para acá, la gente se le acerca para hablarle pero no le gusta mucho eso". Su amiga habló con algo de pena.
-"Dale, si me mira le digo".
-"Invitalo a la casa de paz, capaz que como no te conoce dice que sí, a los chicos ya les dijo que no". Ella sonrió amplio como si esperara que realmente lo invite. Pero si ya le dijo que no a todos, no quería ser parte del grupo que insistía sabiendo que la persona no quería.
De todas maneras asintió y cuando volvió a subir al altar se giró para ver si el chico seguía por ahí. No quería ir a saludarlo como todo el mundo, no quería parecer pesado, aunque tal vez quedarse mirándolo era incluso peor. Cuando el chico lo miró, se puso nervioso de inmediato, pero sonrió ligeramente y armándose de valor, le hizo una seña para que se acerque a sentarse a su lado.
Lo vio dudar un poco antes de hacer ese gesto de cerrar los ojos, levantar sus cejas y ladear su cabeza un poco antes de levantarse de la silla y caminar hacia su lado. No sin antes ser atajado por media congregación.
-"Te conocen en serio". No pudo evitar decir cuando ya lo tuvo sentado a su lado.
-"Hasta hace dos años venía todos los domingos".
-"¿Cómo nunca te vi?". Preguntó con curiosidad.
-"Siempre estuve arriba, en las computadoras, capaz por eso. Y después ya venía a la mañana".
Asintió con su cabeza, tenía sentido, él nunca estaba con los jóvenes de arriba, más que nada porque no se cruzaban. Era más probable entablar conversación con los jóvenes de la alabanza que de otros sectores de trabajo.
Antes de que pudiera decir algo más, el pastor subió al altar para saludar a la congregación y dar por comenzada la reunión peculiar. Siempre le gustaban las reuniones de cosecha, había gente nueva y todos estaban más alegres de lo normal.