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Estaba en silencio en su habitación, podía escuchar los gritos de sus padres ir en aumento. Los nervios lo estaban matando, le dolía físicamente el estómago.

Esperaba que alguno se calme, no quería tener que intervenir. Pero los insultos se agravaban y todo parecía demasiado peligroso. Iba a meterse, pero estaba muerto de miedo. Era como tener 13 años otra vez, se sentía igual.

Ahora podía hacerle frente a su padre, podía ignorar los insultos de su madre, pero era como si hubiese retrocedido en años. Se sentía un niño llorando sentado en la mesa con sus padres peleando a su lado.

Sentía los latidos de su corazón en sus oídos a medida que aumentaban los insultos de las dos partes. Estaba a nada de tener un ataque de ansiedad, estaba seguro.

Respiró profundo mientras que en su cabeza le rogaba a Dios que hiciera algo, cualquier cosa. No quería más ésto, ¿qué estaban haciendo mal?. Lo que tuviera que hacer, él por su parte, lo haría. Pero necesitaba que todo en su familia se arregle.

Salió de su habitación a paso lento, todos sus músculos pesaban a medida que avanzaba hacia el comedor donde se escuchaban los gritos. Por dentro, seguía pidiéndole a Dios que por favor se hiciera cargo de la situación.

Pero no obtenía ninguna clase de señal de que eso iba a pasar, así que se adentró al comedor sólo para ver a su madre muy cerca de su padre. Parecía estar sacando el pecho y poniendo la cara, como invitándolo a pelear. Su padre trababa su mandíbula y tenía las manos en puños, él sólo esperaba que ninguno de los dos empiece nada.

Se acercó sin decir una palabra y con mucho cuidado, y un poco más de miedo, pasó una de sus manos entre los dos, como si quisiera separarlos. Cruzó miradas con su padre y lo vio aflojar su mandíbula. Él no parecía querer pelear, pero su madre seguía increpándolo con insultos, algunos incluso iban dirigidos a él.

Habia una gran diferencia entre su padre y su madre. Su papá solía decirle de vez en cuando que lo quería, cuando estaba bien, nunca dejaba que pensara que sobraba en su vida. Pero su madre jamás le había demostrado ese afecto, siempre dejó en claro que no había una buena relación entre ellos. Era algo que hasta donde sabía, trataba de cambiar en la iglesia, pero sabía que a ella le costaba la relación madre e hijo.

Enfrentarse a ella era enfrentarse a un sinfín de dudas. No sabía si podía apelar al amor que, se supone, ella le tenía. Tan diferente a su padre, pero a la vez muy parecidos.

-"Vos no te metas". Espetó la mujer y él sólo pudo encogerse un poco en sí mismo.

Con su padre sí podía apelar a su lado amable, al lado que le tenía cariño. Pero a pesar de eso, la que estaba más alterada era ella.

-"Por favor, má...". Dijo en voz baja.

-"¿Ahora lo defendés? Ustedes dos son iguales". Ni siquiera reaccionó cuando su madre lo tomó del brazo que estaba separándolos y lo corrió con fuerza, pero su padre no lo pasó por alto.

Al primer movimiento brusco de su padre, endureció su cuerpo para que no llegara a su madre. Tuvo que abrazarlo para sostener sus brazos a los costados de su cuerpo y con una fuerza que desconoció, caminó un poco hacia adelante llevando al hombre lejos de la mujer.

A pesar de los insultos que ella les estaba gritando, trató de hacer entrar en razón a su padre. Le pidió por favor que se calmara mientras seguía manteniendo su agarre lo más estable que podía.

No le estaba resultando tan fácil porque por un momento uno de los brazos ajenos se soltó, y se escuchó a él mismo sumándose a los gritos de ellos dos. Estaba seguro de que recibió algún manotazo brusco, pero no podía importarle menos en ése momento de adrenalina.

Se centró en empujar al hombre lo más lejos que pudo mientras lo sostenía y le gritaba a su mamá que se vaya. Después de varios gritos suyos casi desesperados, la mujer pareció caer en cuenta de la situación, y dándose media vuelta la vio salir de la casa con un portazo.

El silencio fue pesado en la casa, él soltó el agarre que tenía en el hombre y trató de regular su respiración sin mirarlo. Tenía su mirada fija en la puerta de entrada. De reojo pudo ver que su padre se pasó las manos por el pelo como si estuviese profundamente consternado.

-"No tenés que meterte así...".

Si hubiese estado menos shockeado, hubiese hecho una mueca, o se hubiese reído porque estaban a punto de irse a las manos otra vez. Si él no hubiese estado ahí, llegaría a su casa con su madre golpeada y su padre desaparecido por días.

-"Tenés lastimada la cara".

Recién en ese momento se animó a mirarlo. Se tocó la cara de ambos lados y en su lado derecho de la mejilla sintió irritado. Se miró los dedos para ver si había sangre o algo, pero no vio nada.

-"Está bien, no es nada". Se dio la vuelta y lentamente, sintiéndose observado, caminó hacia el baño.

Su respiración le costaba, quería llorar pero no quería ser escuchado. Se miró al espejo y vio que sólo tenía su mejilla con un gran raspón. Se notaba reciente y la piel se levantaba con irritación, pero no era nada. En cuanto su piel se calme y se deshinche, nadie sabría lo que pasó.

El silencio lo estaba dejando sordo, le dolía físicamente la falta de ruidos. Siempre se escuchaba de esa manera el silencio cuando pasaban esas cosas en su casa. Pero no sucedía hace mucho, por eso se sentía tan mal. Antes solía estar acostumbrado, pero habían pasado años de una pelea así.

Sus padres estaban yendo a la iglesia, ¿qué estaba pasando que llegaron a ése punto?.

Se agarró del lavamanos y cerró sus ojos, trató de regular su respiración, pero le dolía respirar. Su pecho se resistía a inflarse para recibir aire y cuando se miró fijo al espejo, notó que estaba cerca de tener algún tipo de ataque.

Abrió la canilla para mojarse un poco el rostro y siseó cuando le ardió aún más la mejilla por el frío repentino. De igual manera, se secó con una toalla y agarró su remera por la parte delantera del cuello y se hizo viento.

Podía respirar un poco mejor de esa manera, así que se mantuvo alejando la remera de su pecho con rapidez mientras que con su mano libre se sostuvo haciendo equilibrio para sentarse en la orilla de la bañera. Se tapó el rostro luego de un rato de mirar el piso y sintió que iba a llorar.

Esperaba que no vuelvan a lo que eran antes, él no iba a poder aguantar eso. No había manera de que salga ileso de sus peleas. Y estaba bien que él siempre estuvo atento, encogiéndose cada vez que escuchaba a alguno re soplar o ruidos fuertes, pero eso no quería decir que pueda soportar que empiece todo otra vez.

Cuando se sintió un poco mejor, menos acalorado y más triste que hace tiempo, sacó su celular del bolsillo para escribir en el grupo que tenía con sus amigos.

'hoy salimos'

Valentín fue el primero en contestar con un simple 'no se diga mas, te pasamos a buscar'.

Le estaba contestando que él iba a su casa cuando Daniel le escribió en privado.

'es viernes'
'estas bien?'

Pensó en decirle la verdad, pero ni él sabía qué había pasado. Y aunque el gesto se agradecía, lo que él necesitaba ahora era a Valentín levantando la noche y no dándole una segunda mirada a su mejilla lastimada. Necesitaba hacer como si nada.

Sin salir siquiera a buscar ropa a su habitación antes, se dio una ducha rápida y se preparó para no tardar ni dos minutos en irse de la casa.

Mientras caminaba hacia la casa de Valentín, esperaba con todo lo que era, que Dios se haga cargo de sus padres, que el hombre se calme o se vaya de ahí, y que la mujer no regrese aún a la casa.

Se sintió culpable por dejarlos así, pero él no quería cargar con eso, lo lamentaba, en serio, pero no quería tener nada que ver con todo ese quilombo. Pero también se sintió solo, nadie sabía lo que estaba pasando, menos ahora que supuestamente habían cambiado gracias a Dios.

Que se curtan, pensó mientras veía a lo lejos la casa de su amigo.
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Qué onda, ustedes bien?

Vegvísir - TrueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora