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El viernes había llegado más rápido de lo que esperaba, casi no estaba preparado para ver a Manuel. Incluso con las reuniones en la iglesia, Ezequiel respirando en su nuca y sus padres peleando todo el tiempo, habían pasado los dos días sumamente rápido.

Parecía lejano todo el discurso que le dijo a Ezequiel de que se quedó dormido mientras miraba un video en YouTube. Su amigo rió, aunque lo convenció para pasar al altar esa reunión. No era que no le gustaba pasar, pero no era lo que mejor se le daba. Prefería estar parado en silencio mientras se pasaban a ministrar todos los hermanos. Pero no quería darle alguna razón a su amigo para que piense que pasaba algo, porque no pasaba nada.

Así que sin ganas, estuvo parado en el altar junto a varios hermanos que oraban y lloraban por la palabra que se había dado. A él no le había llegado, por eso simplemente esperó su turno a que pusieran una mano sobre su cabeza y luego de unas palabras, volvió a su asiento. Lo hacía sentirse un poco mal cuando pasaba al frente y Dios no le decía nada, pero a veces la palabra no era para unos y para otros sí. Claramente no tendría que haber pasado, pero le daba el gusto a su amigo.

El jueves había tenido que meterse otra vez en medio de sus padres, esta vez fue peor que la anterior. Él había estado encerrado y escuchó los gritos. Se acercó lo más rápido posible pero su mamá le había pegado a su papá, y bueno, se había desatado la guerra. Él terminó golpeándose la espalda con un un mueble al sostener a su padre para que no llegue a su madre. Ella no ayudaba mucho al seguir provocándolo, pero al menos las cosas se habían calmado luego de eso.

Todavía caminaba sobre cáscaras de huevo en su propia casa, pero al menos no volaban tanto golpes como insultos entre ellos. Había una clase de calma que sólo lo hacía creer que estaba en el medio de una tormenta.

Estaba seguro que en cualquier momento se iba a desatar otra vez una pelea, aunque tenía esperanzas de que Dios iba a hacer algo. No sólo él estaba yendo a la iglesia, sus padres no habían dejado de ir, así que como familia suponía que recibirían algún tipo de alivio.

Su estabilidad emocional pendía de ese pensamiento, Dios los iba a ayudar en algún momento eventualmente. No importaba cuándo, él no iba a poner más carga sobre ellos de lo que pudieran aguantar.

La cuestión es que él ya no estaba aguantando. Se había desacostumbrado casi por completo a todo eso, así que lo único que hacía era escapar como pudiese.

Ésta vez, eso significaba salir de su casa y encontrarse con Manuel, después con sus amigos. Eran la única distracción que tenía, sino, sólo le quedaba pasar horas alerta y tensado en su habitación. De hecho, le dolía la espalda y la cabeza últimamente porque incluso cuando dormía, lo hacía estando atento a los ruidos en la casa.

Obviamente sus padres no estaban durmiendo juntos, su papá dormía en el sofá y su madre en la habitación. Pero si tanto se buscaban para pelear, estar alejados un par de metros el uno del otro, no iba a impedir que se agarren en cualquier momento. Por eso caía dormido en sumo silencio y con sus músculos rígidos, esperando los posibles gritos.

Estaba nervioso y se sentía un poco raro sabiendo que iba a ver a Manuel, pero al mismo tiempo, era su momento de despejar un poco la mente. Tal y como lo había sugerido el otro chico, trataría de disfrutar de no estar tenso esperando los gritos en su casa.

Disfrutar.

Con ése pensamiento salió de su casa en cuanto Manuel le escribió que estaba casi llegando a la plaza que estaba siendo punto de encuentro entre los dos. Había pasado por el comedor con atención, su oído listo para escuchar cualquier cosa que lo pudiese obligar a quedarse. Pero la casa estaba más que en silencio, lo que era entre todo lo malo, bueno. Eso quería decir que no estaban cerca el uno del otro.

Vegvísir - TrueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora