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Habían pasado varios días de la ministración, las cosas en su casa estaban igual, ni mejor ni peor. No era importante realmente porque se la pasaba fuera de casa. Si no estaba en casa de sus amigos, que eran pocas veces por problemas de tentación, estaba en la iglesia.

Tal y como al principio, iba a su casa sólo para dormir y evitaba por completo a sus padres. Lo malo era que hoy en específico la iglesia estaba cerrada y sus amigos estaban ocupados, pero necesitaba irse de la casa.

No quería irse solo, le estaba provocando una especie de ansiedad, quería estar acompañado, sentirse un poco mejor de lo que estaba sintiéndose ahora al escuchar los gritos en su casa.

No podía creer que sus padres no se cansaran de gritar, a él le dolía cabeza a esa altura, ni quería pensar lo que sería para sus padres.

Su celular sonó en un volumen bajo y se apuró para ver quién era. Siendo la mitad de la tarde esperaba que Valentín o Daniel se dispusieran a invitarlo a sus casas para poder pasar mejor lo que quedaba del día.

Se sorprendió un poco cuando vio que era Manuel invitándolo a verse. No esperaba para nada su mensaje, pero las alarmas sonaron de inmediato en su cabeza. Todo por lo que estaba peleando y podía tirar a la basura con un simple mensaje. Si dijera que sí, cedería ante la tentación, porque sí, lo primero era reconocer que estaba pecando al gustarle Manuel. Pero le daba curiosidad el mensaje en sí, le preguntaba si quería juntarse con él en la plaza que ya era conocida por ambos.

¿Qué tan mal podía irle si le decía que sí?. Manuel parecía ser homofóbico y a pesar de que eso le dolía, era lo que necesitaba, en parte. Estar con gente que no aceptara su naturaleza pecaminosa, estar cerca de Manuel podía ayudar.

De esa manera se encontró aceptando y quince minutos después se encontró pisando el pasto en la plaza. Se había apurado, sí, pero es que no aguantaba un segundo más en su violenta casa.

Por suerte, divisó al chico bajo un árbol, aunque no era el mismo de siempre. Afortunadamente no estaban las flores que había pisado, así que pudo acercarse lentamente y sentarse sin cuidado al recibir una sonrisa ajena.

-"Tanto tiempo... ¿Cómo estás?". Preguntó Manuel mientras jugaba con el pasto frente a él.

-"Bien... ¿Vos?". Respondió con simpleza.

-"Ahí ando, sufriendo la luna vacía de curso".

Frunció el ceño de inmediato al escucharlo.

-"¿La qué?".

-"La luna vacía de curso...".

No tenía idea de lo que estaba hablando, ¿qué le había pasado a la luna?.

-"Perdón, no sé de qué hablás".

-"No importa, es un día raro".

-"Sí, puede ser...". Hizo silencio y sintió esa tranquilidad que no sentía hace rato cuando estaba en silencio.

Estaba acostumbrado a que reine la incomodidad y el miedo cuando había silencio, pero con Manuel era muy diferente.

Las alarmas de alerta sonaron en su mente cuando tuvo ese pensamiento, como todas las veces en que pensaba que el otro chico tenía algo que le gustaba. Le gustaría hacerlo pasar como si fuese algo normal, la comodidad de un amigo, pero la verdad era que no sentía eso con Valentín o Daniel.

Era para preocuparse. Tenía que ser fuerte, él ya estaba en un proceso de cambio, bastaba con pedirle ayuda a Dios para vencer las tentaciones. Hizo memoria, Dios es fiel y no dejaría que sea tentado más de lo que pueda resistir.

-"¿Estás bien?". La pregunta lo dejó recalcando el hilo de sus pensamientos. Estaba bien, aunque había estado mejor en algún otro momento.

-"Sí, perdón... ¿Qué me decías de la luna?".

-"Ahh, nada, que está vacía de curso, o sea que es un momento raro, confuso... momento de no tomar ninguna decisión".

Frunció el ceño con incredulidad, pero no dijo nada sobre eso. No entendía qué tenía que ver la luna con cualquier cosa.

-"Una luna no te va a decir cómo tenés que estar". Sentenció con pocas ganas de discutir el tema.

-"Bueno... cada uno con lo que cree". La sonrisa divertida de Manuel le hacía pensar que estaba burlándose de algo, tal vez de él, pero él debería burlarse del otro chico que creía que la luna tenía arte y parte en los ámbitos de su vida.

-"¿Pero en qué creés vos?".

Manuel se encogió de hombros y suspiró como si fuese algo amplio y arduo de contar.

-"En general... en la naturaleza, ¿vos?".

-"En Dios".

-"¿Qué dios?". La sonrisa ajena lo confundió.

-"¿Cómo qué Dios? ¿El único?".

-"No es el único". Todavía tenía esa sonrisa divertida en su rostro.

-"Bueno, pero es el único verdadero, ya sé que hay otros".

-"¿Quién dice que es el verdadero?".

Abrió su boca pero no salió nada, estaba un poco sorprendido por la pregunta.

-"¿La biblia?". Lo dijo como algo obvio, porque lo era.

-"Ahh bueno, entonces Odín es el padre de todos, según las Eddas".

-"¿Quién?". Frunció el ceño,

-"Digo... si cada uno se va a basar en lo que piensa que es verdad, esa es mi verdad".

-"Pero la biblia no es mi verdad, es la verdad".

-"Según la biblia, claro, tengo que creer en lo que dice la biblia para eso".

Entrecerró sus ojos sin entender bien lo que estaba queriendo decir el otro.

-"Que no creas no quiere decir que no sea verdad".

-"Pienso lo mismo para las Eddas, si no creés, no lo hace menos verdadero".

-"Ni siquiera sé qué es eso de 'edas' ".

El mayor hizo silencio y sonrió, como si la situación fuese graciosa.

-"Podés estar de acuerdo o no, pero la biblia es la verdad".

Manuel parecía luchar para decir o no algo, podían discutir sobre la biblia todo lo que quisiese, él estaba listo para defender su creencia, de eso estaba seguro.

-"¿Tenés algo que hacer ahora?". Lo vio inclinarse un poco hacia adelante para llegar a una flor que estaba siendo soplada por el viento. Pasó lentamente sus dedos por los pétalos con delicadeza y otra vez sintió eso dentro suyo. No podía evitar sentirse tranquilo ante ese gesto.

-"En realidad no... ¿Por qué?".

-"¿Querés venir a mi casa a tomar algo?".

Esa era la señal para volver a su casa, pero eso era lo que no quería. Quería estar todo el tiempo que pudiera fuera de ahí, lo más alejado que pudiese de sus padres.

-"Dale". La sonrisa ajena valió un poco la pena. Sonrió como si no hubiese estado seguro de que diría que sí.

Manuel se levantó sacudiendo con sus manos su ropa y él lo imitó.

-"Vamos entonces...".

Caminaron a paso tranquilo, él lo seguía por uno de los caminos que estaban cruzando la plaza y no más de 10 minutos después, estaban fuera de la casa ajena. Se recordó dos cosas, que Manuel era probablemente homofóbico y que había aceptado ir a la casa de un chico sin segundas intenciones.
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Espero que hayan tenido un buen comienzo de año, dentro de lo que se puede.

Vegvísir - TrueplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora