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-¿Cómo es posible que no nos diéramos cuenta?- exclamó desesperada Ajiva.

-¿Cómo íbamos a saberlo?- Gisa sostuvo en alto la antorcha que Jubal había hecho para ir en busca de Latwo en cuanto se enteraron de su huída.

-Si no fuera por Miyan, que quiso volver a insultarla, no nos habríamos enterado de que no estaba.

Gisa resopló. No estaba agradecida con Miyan por haberlas alertado de la desaparición de Latwo, después de todo, la única razón por la que se enteró era por su crueldad.

Ninguna la estaba pasando bien. ¿Es que no podía mostrar un poco de empatía hacia las demás? Aunque Gisa tampoco había sido amable, sobre todo con Ajiva.

Pero la mayor había estado ignorando todo sus intentos por molestarla. Gisa se preguntó que había pasado para que se mostrará tan fría.

Y de pronto recordó su pelea con Miyan. Dek había matado a su hermano.

Intentó sentir lástima, pero si ella hubiera estado en su lugar no le hubiese importado que asesinaran a su familia. Después de todo, ellos la repudiaban.

Estaba mejor sola.

Lo único bueno de haber sido reclamada por Akup después de que su familia la ofreció en sacrificio, era que ya no tenía que estar con ellos.

-¿Si ella pudo escapar, nosotras también podemos hacerlo?- pensó en voz alta Ajiva.

Gisa no entendió porque quería escapar si su familia ahora la odiaba por la muerte de su hermano.

-Vesha la encontrará- respondió pensando en la vigilante de la humanidad. –Solo nos estamos adelantando a ella para que no castiguen a Latwo.

Su comentario hizo decaer el ánimo de Ajiva, pues ella aún tenía la esperanza de volver. Quizá ahora sus padres no quisiesen verla, pero ella era su hija. No era posible que la odiarán para siempre.

(...)

-Ve más despacio- ordenó Miyan a Terla, quién zigzageaba entre los árboles rápidamente.

-¿Qué no entiendes? Si ella pudo escapar, nosotras también. Hay que encontrar por donde se fue.

Miyan trató de burlarse de ella, pero se estaba quedando sin aire.

-Eres estúpida si crees que puedes escapar de las deidades.

Terla se detuvo, encarandola. Si bien ella era mayor que Miyan, la rubia era intimidante. Se tuvo que armar de valor para enfrentarse a ella, sobre todo porque estaban solas.

-¿Sabes lo que opina Síde?

-Ella tiene muchas expectativas en las personas. No deberías escucharla.

Terla la ignoró y siguió hablando.

-Ella cree que el amor es quien ganará la guerra. Lo ha visto en sueños. ¿Y adivina? Yo estoy enamorada.

Miyan no supo si burlarse o sentir pena por ella. Síde estaba llenando su cabeza, que de por sí ya vivía en las nubes, de palabrería sin sentido.

¿De que iba a servir el amor en medio de una guerra?

Aún así, fingió interés en ella. Conocer sobre las otras vírgenes podría serle de utilidad.

-¿Cuál es su nombre?

-Tam- respondió con una sonrisa soñadora, pensando en su prometido.

En ningún momento se le pasó por la cabeza que después de su secuestro el seguiría adelante con su vida. En su mente, el seguía enamorado de ella y esperaba con ansias su regreso.

Las Doce VírgenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora