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Tardaron más de lo planeado en aprender cada detalle, por más mínimo que este fuese. Habrían entrado en una solemnidad fiera, dispuestas a hacer todo lo que estuviera a su alcance y más para evitar futuras catástrofes provocadas por ellos mismos.

Acordaron unir la aldea Phindre con Aldi-Shamo, pues ahora que Terla no estaba, Miyan había decidido cargar con su responsabilidad.

Además de los cambios económicos y sociales, construirían sus propios templos donde antes residían los sacerdotes de las deidades de Zadro.

Ahora no necesitarían mensajeros para hablar con su pueblo, ellas mismas lo harían.

-Ahora solo nos queda ponerlo en práctica- declaró Tripya una vez concluida la idea de Lusila.

Había dado pergaminos a cada una con la información, el cual sería guardado en caso de dificultades. Aunque, de todas formas podían acudir a ella sí tenían problemas.

-¿Cuándo nos iremos?- preguntó emocionada Mwey, quién había crecido considerablemente en los últimos meses. Parecía toda una mujer. No sólo era el aura de grandeza y sabiduría, su madurez se reflejaba en su exterior.

Estaba deseosa de buscar a su padre hasta encontrarlo. Ahora, convertida en una deidad, ¿podría reconocerla? ¿Aún la querría?

-Mañana mismo- respondió Latwo abrazando a la menor. A pesar de que el deseo de ver a su hermana casi había acabado con ella, pudo sobreponerse, pues sabía que aprender para dirigir a su pueblo sería más provechoso, no solo para su familia, sino para todos los demás.

-Aquí están sus planos terminados- Lusila les entregó los pergaminos a cada una de acuerdo a las especificaciones que habían pedido.

Todos ellos reflejaban la majestuosidad que habían adquirido cuando salieron de aquel Lago. Vivirían de las alabanzas de su pueblo, y a su vez, su pueblo viviría a causa suya.

-Tenemos mucho trabajo por hacer, ¿no es así?- Vasthia empujó suavemente con su hombro a Jubal para llamar su atención.

-Si vendrás con nosotras, ¿no?

Lusila la miró expectante. Si bien sabía de su anhelo por estar de nuevo con sus hermanas, ella ahora era quien mantenía a Rovek haciendo su función en el mundo. Sin ella, él probablemente caería de nuevo en la desesperación.

Había perdido a su amada, a su hijo, y ahora que se había permitido volver a sentir, también la perdería a ella.

No creía que Rovek pudiese soportar tanto dolor.

-Claro que iré con ustedes.

-Pero- dijo Miyan mirando los planos en manos de sus hermanas. –Tu no tienes una aldea, no tienes un templo.

-Es cierto. ¿Cómo no nos dimos cuenta de ello?

-Creía que tú templo se construiría aquí- comento Lusila. –Junto al de Rovek, o que incluso compartirían uno.

-¿Aquí?- preguntó incrédula Gisa. –Es ridículo, ella viene con nosotras.

-Creo que ignoran que ella no es cualquier deidad- Lusila sonreía, pero su tono de voz indicaba molestia. –Las alabanzas de mortales no serán suficientes, necesita estar en la Ciudad Santa. Su presencia es indispensable aquí.

-Disculpa, pero esto es un asunto privado. Agradecemos tus servicios, pero a partir de ahora nos encargaremos.

Lusila dio un paso hacia Ajiva, con una mirada que Jubal nunca antes vió.

La deidad podía ser tan dulce como la miel, pero si el bienestar común se ponía en riesgo, no dudaría en intervenir.

Antes de que se originará un brutal enfrentamiento, Jubal se interpuso entre ellas.

Las Doce VírgenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora