15. Masacre

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Las balas habían atravesado mi esternón, incrustándose en mi pecho sin vacilación alguna

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Las balas habían atravesado mi esternón, incrustándose en mi pecho sin vacilación alguna. Mi cabeza cayó hacia delante, mientras mi panorama ocular se veía imbuido en oscuridad; era la muerte, estaba seguro.

—¡NO! —Fue lo último que escuché decir a Ryan antes de que lo arrastraran fuera de la habitación.

Y entonces algo ocurrió: mi pecho se empezó a contraer violentamente, como si estuviera en un barco a la deriva mientras una arrasadora tormenta provocaba imponentes mareas; olas gigantes que se mecían a merced del viento como mi corazón a una fuerza desconocida. 

Acto seguido, comenzó a palpitar de nuevo. Pero latía más lento que de costumbre; producía débiles e intermitentes ecos que a duras penas sostenían el péndulo de mi existencia. Sorprendido, traté de abrir los ojos, pero mis pesados párpados lo imposibilitaron. 

¿Acaso había revivido? ¿O qué coño estaba pasado?

Intenté mover mis manos, pero la fortaleza sobrenatural que ostentaba había desaparecido. Si no fuera porque aún podía escuchar, habría pensado que seguía muerto.

Mis oídos captaron los gritos de Ryan en la lejanía; todavía trataba de soltarse de aquellos hombres. Pero después de proferir insultos a diestra y siniestra, un porrazo interrumpió su fonación.

Lo habían noqueado. Habían lastimado a mi Ryan.

La ira se instalaba en cada fibra de mi ser, reprimida por las endebles fuerzas que me quedaban; quería matarlos a todos e ir directo a Ryan.

Un bramido se hizo presente en la habitación, reverberando en cada rincón del lugar. 

Era Joseph, molesto.

—¿Qué hacemos con él, señor? —preguntó uno de los hombres a mi antiguo jefe.

—Llévenlo junto al científico —instruyó.

En ese momento noté que los vehículos que había escuchado antes de que me dispararan se habían acercado aún más a las cercanías de la propiedad. Y no solo eso, el ajetreo al interior de la fábrica también se acrecentaba; personas corriendo de un lado a otro, como si se prepararan para un ansioso evento, producían estrepitosas ondas de sonido que llegaban hasta mis tímpanos.

—¡Es la policía! —Alcancé a discernir de una mujer que vociferó desde la zona de almacenamiento.

Para Aaron Gibson y sus hombres, aquel sonido pasó desapercibido; no contaban con habilidades sobrenaturales. Pero para mí llegó como un leve susurro.

Joseph seguía desplegando alaridos, más irritado que nunca. Y no fue hasta que los hombres se posaron frente a él, que mi pecho comenzó a revolcarse con mayor ímpetu; era como si quisiera vomitar, pero algo me lo impedía.

Entonces, de un momento a otro, la sensación surcó desde mi esternón hacia mi garganta; un objeto saldría expulsado de mi boca, lo podía sentir. Salvajes contracciones arrastraban algo hacia el exterior de mi cavidad vocal, y cuando por fin cumplieron su cometido, un carraspeo liberó las balas que habían sido incrustadas en mi corazón.

Coronavirus Zombie (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora