Abrí los ojos para encontrarme yaciendo boca arriba en la alfombra de mi habitación. No sabía cómo ni cuándo había llegado ahí, pero era de día, así que supuse que había alcanzado a correr a mi cuarto antes de desmayarme y caer rendido toda la noche.
El golpe que me di en la cabeza provocó alguna especie de pérdida de memoria y tal vez por eso no lo recordaba. Aunque no me dolía mucho. De hecho, ya no me dolía casi nada. Lo único que sentía era una extraña hipersensibilidad en mis oídos. El más mínimo ruido hacía que mis tímpanos sacudieran cada parte de mi cuerpo.
Incluso el sonido de las hojarascas que chocaban contra los ventanales de mi mansión repercutían en mis oídos como puñaladas. Pero..., ¿cómo es que podía escuchar el ligero sonido de una hoja? ¿Acaso siempre lo he podido hacer y simplemente lo ignoraba? No le di mucha importancia. Sin embargo, me seguía pareciendo raro.
Me levanté del suelo y me sorprendí al percatarme de la facilidad con que pude hacerlo. Hace unas horas había tenido que arrastrarme hasta la cocina para llamar a Ryan y ahora me sentía tan bien que podía correr una maratón. Eso sí era extraño.
Tal vez solo necesitaba desmayarme para sentirme mejor. Dicen que después de la tormenta viene la calma. No es que creyera en esas estupideces pero, ¿qué otra explicación podía darle?
Observé mi habitación y noté mi celular encima de la cama. Fui hasta él y lo tomé. Miré si tenía mensajes y vi un montón de números desconocidos. Más abajo, empero, Ryan aparecía en el registro. Probablemente se preocupó al haberle marcado hace un rato y me devolvió la llamada. Decidí marcarle para anunciarle que ya me encontraba mejor.
—¿George? —contestó.
—Sí, soy yo. Perdón por llamarte hace un rato, probablemente estabas tomando el turno de noche en el hospital y no contestaste. Me sentía enfermo y por eso te llamé, pero ya estoy mejor.
—¿De qué hablas? —dijo—. La última vez que me llamaste fue hace un mes. Cuando fui a visitarte, no estabas. Supuse que estabas en un viaje de negocios o algo así.
—Yo... —titubeé, confundido.
Hubo una pausa.
—¿Estás bien? —preguntó.
—S-sí, sí... —aseguré—. No es nada. Después te llamo. —Colgué abruptamente.
¿Hace un mes? ¿De que rayos hablaba Ryan si solo había sido unas horas atrás?
Revisé el registro de llamadas y vi de nuevo algunos contactos que no reconocía —números con los que mi jefe, como de costumbre, había intentado comunicarse conmigo—. Entonces, cuando llegué a Ryan, en efecto, decía que había sido hace un mes.
Hoy era veintitrés de febrero. ¿Qué mierda?
Tal vez todo era un sueño. Sí, debía serlo. No podía ser real, era imposible. O puede que estuviera delirando y aún estuviese enfermo. No lo sabía, pero decidí ir al baño a lavarme la cara con la vaga esperanza de despertarme o al menos recuperar un poco la cordura.
En mi camino hacia allá empecé a tejer todo tipo de hipótesis; la fiebre me había destruido las neuronas, desencadenando algún tipo de amnesia; el suero había expirado y al tomarlo dañó alguna región de mi cerebro; aquel raro virus no era una simple gripe, sino más bien una extraña enfermedad neurodegenerativa.
¿Qué coño me había pasado? Ni siquiera la vez que me emborraché y terminé acostándome con el hijo del jefe me había jodido tanto el cerebro. ¿Pero un mes? ¿En serio? ¿Acaso eso era posible sin morir en el intento?
Dejé de elucubrar cuando llegué a mi destino; estaba tan ensimismado, que no me había dado cuenta que tenía la puerta del baño frente a mí. Al abrirla y entrar, una extraña sensación invadió mi ser, como si hubiera algo dentro que no encajara.
Viré a la derecha y mis ojos se instalaron en el espejo ubicado arriba del lavamanos. Estaba sucio y opaco. Y aunque odiara admitirlo, aquello reafirmaba el lapso de tiempo que había permanecido sin ser limpiado. Tomé una toalla y la pasé sobre el cristal, limpiándolo hasta que el reflejo se hizo claro como el agua. Y entonces lo vi... Mi rostro...
¿Qué mier...?
De repente, mis fosas nasales captaron un olor nauseabundo proveniente de algún lugar cercano, interrumpiendo mis pensamientos. Giré a la izquierda, pues el olor llegaba desde esa dirección, y al hacerlo, escuché gotas de agua cayendo del otro lado de la bañera.
Había una cortina que me impedía entrever más allá, por lo que no sabía con certeza de qué se trataba. Pero imaginé que había dejado las llaves abiertas.
Me acerqué con cautela. La cacofonía que provocaba aquel goteo alteraba mi estado de ánimo. Y sabía, aunque no entendía cómo, que había algo detrás del telón que no quería ver. Cada paso que daba amplificaba la ansiedad que roía mis sentidos.
Cuando me encontré de frente a la bañera, corrí la cortina con lentitud. No importaba cuán estúpida catalogara aquella ansiedad, no podía hacer que desapareciera; obligaba a mi mano a balancearse en un vaivén inseguro.
Sin embargo, en un momento de vigor, lo logré, la abrí. Y no tardé ni un segundo en arrepentirme, porque lo que se sirvió ante mí me dejó un sin sabor inquietante y confuso. Pero más que nada..., perturbador.
El cadáver de un hombre yacía sentado en la bañera mirando hacia abajo. Su abdomen, expuesto, dejaba sus entrañas a contemplación del espectador. Mientras que su cabeza, parcialmente hueca, evidenciaba un cráneo casi sin cerebro, de no ser por algunos trozos de carne viscosa que se apreciaban cuando se acercaba lo suficiente.
El liquido carmesí que salía de su boca se vertía en la laguna de sangre que cubría su cuerpo y producía el distintivo sonido que pensé interpretar como agua cayendo de la llave.
Cuando instalé mi mirada al suelo, vi un gran rastro de sangre que se esparcía por las baldosas hasta afuera del baño; representando el camino de una eminente tragedia que no entendía cómo había ocurrido.
¿En qué clase de estado mental me encontraba como para no haberlo notado antes?
Y entonces, como si de magia se tratase, una corriente eléctrica sacudió mi cabeza, obligándome a desenterrar memorias que ni siquiera sabía que existían. Era como si miles de fotogramas se hubieran proyectado en mi mente en un segundo, ilustrando con detalle una película que había sepultado en los confines de mi cerebro.
Lo había recordado todo.
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¿Qué habrá recordado? :o
Gracias por leer y votar, bebés. Y si eres de los que no votaste, El Coco te esperará debajo de la cama esta noche c:
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Coronavirus Zombie (completa)
Horor(LGBTQ+) George es transformado en zombie tras ser infectado por un nuevo virus, viéndose obligado a asesinar personas para poder alimentarse. ¿Logrará recuperar su humanidad? ═════════ Sinopsis: Al regresar de un viaje de negocios en China, George...