31. El apocalipsis zombie

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—Qué raro... —murmuró Ricky—. ¿No hay luces prendidas? Pensé que nos estarían esperando. No podré ver nada desde aquí. Supongo que tendré que hacerlo...

Ricky ordenó a doscientos de sus zombies rodear el perímetro. Los otros cien permanecerían junto a él como un escudo y atacarían de frente la entrada del laboratorio para introducirse y destruir la cura.

Cuando todos estuvieron en posición, Ricky se concentró y, como si pudiera tejer una red invisible, conectó su mente con la del resto. Después, dándoles una orden telepática, los obligó a gritar con todas sus fuerzas.

Las imágenes que llegaban a Ricky eran claras. Una fotografía panorámica del lugar protegido por soldados con armas listos para disparar esperaba frente a sus narices.

—¿En serio creen que sus estúpidas balas nos detendrán? —Esbozó una sonrisa—. ¡No nos harán ni cosquillas! ¡Ataquen!

Los doscientos zombies rodeando el laboratorio se precipitaron hacia el campo de batalla con ferocidad. Ricky todavía no entraría en acción, primero mandaría a sus súbditos para distraer a los agentes y luego, cuando la entrada al laboratorio estuviera expuesta, la asediaría con los cien zombies que tenía como escudo personal.

—¿Por qué no han prendido las luces todavía? —Pensaba en voz alta—. Con el ruido que hicimos ya deberían haber notado nuestra presencia. ¿Qué mierda traman?

La colisión era inminente. Los zombies de Ricky se acercaban cada vez más a los oficiales. Era cuestión de segundos hasta que atacaran en todas las direcciones posibles. Pero justo cuando se encontraban a algunos metros, las luces del lugar se prendieron.

No eran cualquier luces. Eran potentes, demasiado brillantes. Los zombies recién transformados tenían una visión sensible que solo funcionaba bien en la noche. Y con un fulgor tan intenso, se vieron obligados a cerrar los ojos por unos segundos y detener su ritmo. Incluso Ricky, desde la lejana posición en la que se encontraba, tuvo problemas para divisar el campo de batalla.

Lo que vino después fueron disparos. Los agentes habían preparado aquella trampa para enceguecer a los zombies y aprovechar la oportunidad a su favor. Ricky, con sus ojos enchinados, aún teniendo dificultades para observar el terreno, notó que algunos de sus esbirros estaban siendo aniquilados.

Inmediatamente dio la orden mental a sus zombies para que cerraran los ojos. Luego, como lo había hecho antes, hizo que gritaran con todas sus fuerzas para que reemplazaran su panorama ocular por la ecolocalización.

Funcionó.

Los muertos vivientes ahora veían lo que tenían adelante y empezaron a esquivar las municiones de sus contrincantes. Sin embargo, la distracción de las luces les había costado una pérdida de más de cuarenta zombies. 

Ricky sabía que la entrada era custodiada por treinta guardias. El resto de los agentes, que podía contabilizar en casi cien, cuidaban el perímetro. Con sus zombies distrayendo a la mayoría, entrar sería fácil. Así que puso en marcha la segunda fase de su plan: el ataque frontal.

Ricky y su escudo de cien muertos vivientes emprendieron el asedio. La determinación en sus ojos era clara, no había espacio para dudas en su cabeza. Los otros ciento sesenta zombies que habían sobrevivido a la trampa de las luces estaban a punto de chocar frente a frente contra los agentes, pero justo antes de llegar, la segunda trampa se activó.

Sorprendido, Ricky vio cómo salían del suelo estacas de metal que empalaron a veinte de sus muertos vivientes. Las estacas cubrían la totalidad del perímetro, representando un muro de dos metros que protegía el laboratorio.

Coronavirus Zombie (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora