CAPÍTULO 10

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"Cuando tu vida es un infierno no reconocerás un dios»

  -------->"La muerte"<--------

  El olor a muerto descompuesto reinaba el pequeño cubículo, los médicos forenses ya se habían llevado el cuerpo de la anciana  después de capturar las escenas fotográficamente. La única evidencia que tenían a su poder era una simple carta que amenazaba a la mujer fallecida, de resto el asesino se encargó de no dejar rastro alguno, el arma homicida no tenía huella y ni mucho menos la carta, lo único que podían decir en una hipótesis, era: Es la misma persona que nos mandó la carta  anónimamente.

«¿Pero que cosa no debía decirle a Dayan? ¿Qué existe dentro de él? ¿A que se estaba refiriendo el asesino? Esta mujer murió por un secreto, un secreto que prefirió llevarse a la tumba» —pensó Nicolás estudiando y analizando las escenas.

   Al parecer la huella que dejó la persona en la madera de la puerta era para guiarlos hacia la ubicación del cuerpo inerte. Podría ser la huella de una mano, pero aquella mano estaba cubierta por un guante.

—Agente Nicolás, han llegados los primeros resultados del medico forense— comentó su compañera a sus espalda—, nos informa que la anciana ya estaba inconsciente antes de su muerte, ya que han encontrado rastro de cloroformo en sus orificios nasales. Eso explica la razón de no tener rastro de forcejeo, ni marca de haberse defendido de su agresor.

—Comprendo, éste asesino está siendo muy cuidadoso, eso me da entender que el plan que se aproxima es escalofriante, mantendremos en vigilancia al muchacho para que no le suceda nada. —murmuró rascándose el mentón— Quiero que te encargues de analizar con profundidad ésta habitación, por favor. Algo no encaja.

  De repente el agente Nicolás observó como Dayan penetraba la estructura de la casa para llegar hacia el cuarto, estaba hecho un desastre, no dejaba de llorar. Cuando Nicolás miró por encima del hombro de Dayan contempló el rostro triste de la persona que antes era una máquina de risas, era su hijo Félix.

    Los ojos del morenos se encontraron con los de su padre, paralizado e intentó sonreír. Nicolás le invadió el sentimiento de culpa y de arrepentimiento al ver su hijo tan lejos. Se arrepentía de haberlo difamado con tantos insultos y menosprecio, se arrepentía por no brindarle apoyo cuando más lo necesitó. Félix desvío su mirada hacia otro lugar para no seguir contemplando la mirada de su padre, no quería recordar el desorden y la inestabilidad que tuvo de niños.

   Aquella acción provocó que el corazón de Nicolás se quebrara, él no era así, y por su culpa ahora ese era su rol: El chico que no le importa su padre.

El Vampiro Celestial © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora