* _Amor De Una Vida_*

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El viaje de regreso a casa fue más largo de lo que pensé, tuvimos que bajar una hora a tierra durante una tormenta, atrasandonos lo suficiente como para estar de vuelta ya entrada la noche, cuando lo planeado era regresar antes del anochecer. Suspiré, comenzábamos a descender en la plaza principal de la aldea, que hacía las veces de pista de aterrizaje cuando se viajaba en grupo.

Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que pisé mi tierra y creo que ahora todo era diferente. Las viejas cabañas que se ubicaban en el centro del pueblo estaban casi derrumbadas. Algunas incluso habían sido calcinadas, pues no sobrevivieron a los ataques que se vivieron justo después de mi partida. Mi padre no ha podido encargarse de esto, pero ya estoy aquí... Tiré de los cabellos de mi nuca con resignación, creo que comenzaré a tomar mi lugar como hijo del jefe. Al menos pude salir de Berk una vez... Aunque estoy seguro que es la última.

Miré a las numerosas familias que recibían a los jinetes con alegría y saludé por lo bajo a aquellos que me dirigían la palabra... En Berk las personas eran cálidas, amigables, aunque algunas podían ser algo reservadas y tímidas, perteneciendo yo al último grupo. No sabía si se debía a mi solitaria niñez en el taller de Bocón, si era parte de mi naturaleza estar alejado de las personas o que sencillamente era un raro. Supongo que me inclino por lo último. Volví a ojear con desgana las felices reuniones familiares antes de optar por alejarme lentamente entre las oscuras callejuelas.

—Estoy cansado —dije sin mucha fuerza a lo que Chimuelo gruñó. Tenía razón él estaba peor que yo... —Ah no, no y no —mumure entre dientes al verlo encaminarse hacia la cabaña de mis padres. —No estoy de humor para pasar la noche ahí.

Caminé en dirección contraria seguido por mi fiel amigo, él sabía perfectamente a dónde me dirigía, aunque era más que obvio que no estaba conforme con mi repentina decisión. Avance con la rapidez que daban unos pies cansados, no quería estar en casa con mis padres y tampoco deseaba pasar la noche en el claro. Así que lo más seguro era ir más allá de la cerca de árboles que rodeaba el pueblo, entre los aserraderos, pues ahí tenía una pequeña cabaña que había construido poco después de que Chimuelo entrara a mi vida. Raras veces iba, ya que la usaba especialmente para guardar herramientas y las aletas metálicas de mi amigo, aunque también me servía de refugio para desaparecerme de los ojos de mi padre.

—No me veas así. —Todavía ni entrábamos y ya sentía la pesada presencia de Chimuelo detrás de mí. —Necesito tiempo para pensar antes de hablar con mamá.

Empuje la puerta con fuerza las veces que fueron necesarias hasta abrir. Había olvidado donde deje la llave, ni siquiera me acordaba que tenía llave...

—Grrrrrrrrhgrhrhrgeerrr...

—No pienso discutir contigo —. Taje, tan solo necesitaba que estuviera callado pero al parecer eso no iba a suceder.

Repentinamente un fuerte olor a encierro me penetro la nariz, no mentía cuando dije que tenía mucho tiempo sin venir. Sacudi la cabeza algo atontado por el tufo y me apresure a abrir las pequeñas ventanas que poseía el lugar, lentamente la tenue luz de la luna iluminó la estancia apenas lo suficiente como para no golpearme con los pocos muebles. Caminé en el reducido espacio en busca de algo con que producir más luz y por fortuna encontre unos trozos de madera seca que según mi imaginación tallaria, pero que por ahora sólo usaré como fogata.

-Dame luz, por favor... -Chimuelo arrojó una enorme bocanada de plasma caliente que logró encender los maderos. La encandescente llama ahora me demostraba el deplorable estado en que estaba este lugar. Para empezar, no había rincón que no estuviera cubierto de polvo, había alimañas corriendo por todos lados y un trozo viejo de pan lleno de pelitos verdes tirado cerca al camastro. Suspiré, no estaba de humor ni siquiera para sacudir la cama. Me dejé caer violentamente sobre la roida tela del camastro que terminó por romperse bajo mi peso y en consecuencia terminé estampandome en el suelo. -¡Perra suerte la que me cargo! -solté frustrado, poco antes de levantar la cabeza en dirección a la mullida cama de paja en que estaba Chimuelo. -No es gracioso -dije con molestia, al verlo sonreír con sus hinchadas encías. -Creo que debí hacerte caso...

❇ El Último Reino ❇ (Hiccelsa) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora