Capítulo 13

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Cuando despierto sigo en la misma posición, tumbado en el sofá y con la cabeza sobre sus piernas. Ella mira su móvil mordiendo uno de sus dedos. Sí, el dedo, la uña no, el dedo.

—¿Todo bien? —susurro.

El cuerpo entero me duele cuando intento incorporarme y ella me mira alarmada cuando un pequeño jadeo sale de mis labios.

—No seas terco, quédate quieto.

—Pero quiero ir a comer algo —digo haciendo un puchero.

—Yo te lo traigo, dime que quieres.

—Chocolate. Si quieres cualquier cosa, cógela. Da igual lo que sea.

Ella asiente con la cabeza y con cuidado se retira de debajo de mi cabeza. Se pierde en la cocina y unos minutos después vuelve a aparecer con una tableta de chocolate con galletas en una mano y una chocolatina en la otra.

—He supuesto que te apetecería, es el mejor chocolate del mundo —dice extendiendo la tableta hacia mí.

—Gracias.

Le pido que me ayude a sentarme y ella lo hace sin poner ninguna pega, de hecho, incluso hace todo lo posible para que esté cómodo. Luego vuelve a sentarse a mi lado y yo paso un brazo por encima de sus hombros.

—¿Está todo bien, enana? —pregunto al notarla nerviosa.

—Llevo dos meses sin cobrar... Si sigo así, me tendré que volver a casa.

¿Qué? No. No. No. No.

—Vale... Em... Te propongo algo, pero igual no te gusta la idea.

—Tú dilo, estoy dispuesta a cualquier cosa por conseguir dinero —dice sonando desesperada.

—Si quieres, podrías venirte a aquí. Quiero decir, tus amigos estamos aquí, tus estudios están aquí, Ela está aquí y no sería bonito que te fueras. Ahora no estás en un buen momento, así que podrías vivir conmigo —digo—. Tengo una habitación vacía que podrías ocupar y a mí no me vendría mal un poco de compañía.

—Y-yo no quiero aprovecharme de ti, Jack.

—No es aprovecharse, si quieres puedes colaborar con lo que puedas. Es algo así como un favor que nos hacemos mutuamente, tú aportas vida al piso y el piso te da estabilidad a ti.

—Lo pensaré, ¿vale? Pero en cuanto pueda te devolveré todo lo que me corresponda.

—No debes nada, el piso es totalmente mío, está totalmente pagado y los papeles a mi nombre. No hace falta que me pagues nada.

—Bueno, le daré vueltas —dice vergonzosa.

Durante un rato simplemente comemos chocolate en silencio hasta que suelta un grito ahogado.

—Mierda. Ha llamado tu madre mientras dormías, no sabía si contestar, pero he pensado que quizá era algo urgente así que lo he hecho y me ha dicho que le llames cuando pudieras. Creo que Marc le ha dicho lo que ha pasado —dice, hablando tan rápido que casi me resulta imposible entender lo que dice— Perdón por contestar sin permiso y por no avisarte antes, se me había olvidado.

—No importa, Hera. Ahora la llamo y ya está. No es el fin del mundo —digo mientras cojo mi teléfono.

Busco el contacto de mi madre y, cuando lo tengo, llamo y un par de tonos después descuelga.

—Cariño, ¿estás bien? Ha llamado Marc, justo estaba a punto de salir hacia tu casa.

—Estoy bien, ni si quiera hace falta que vengas.

—¿Cómo qué no? Soy tu madre, Jack, y te acaban de pegar una paliza.

—No me han pegado ninguna paliza, mamá —la interrumpo.

—No, qué va —susurra Hera a mi lado y yo la miro con una ceja alzada haciendo que se sonroje.

Durante unos minutos más, mi madre me sermonea sobre la importancia de tener a alguien cerca cuando nos encontramos mal y argumenta su explicación diciendo que cuando era pequeño siempre iba a verla cuando no estaba bien. Al final acabo cediendo ya que, aunque no lo hiciera, vendría a casa igual y ella asegura que está de camino y que en cinco minutos llega. Eso alerta a Hera, quien se pone sonrojada y nerviosa, muy muy muy nerviosa, e intenta huir de mi casa diciendo que no quiere incomodarme, pero la acabo convenciéndole de quedarse cuando le digo que Ela y Marc están juntos y va a tardar un buen rato en poder entrar de nuevo a su habitación en la residencia.

Como mi madre dijo, a los cinco minutos entra por la puerta haciendo que Hera se sobresalte. Ambas se miran y mi amiga se sonroja para luego apartar la mirada de mi madre quien me mira a mí enternecida.

—S-soy Hera —dice ésta levantándose del sofá.

—Yo soy Gin, encantada —dice mi madre dándole dos besos.

Tras eso, ambas se sonríen y mi madre se acerca a mí, coge mi cara con sus manos y la evalúa, luego me recorre el cuerpo con la mirada y me echa una mirada reprobatoria.

—He curado las heridas que he podido, pero... mmm... soy un poco bastante aprensiva a la sangre y no sé si he conseguido hacer algo porque no he podido mirar —dice tímida y nerviosa Hera.

Es que es taaaaan mona.

—Oh, cielo, tranquila. Está todo bien —la tranquiliza Gin— Lo único es que no debería aguantar eso, pero tú lo has hecho genial.

Mi madre se sienta en un sillón y Hera vuelve a sentarse a mi lado. Ella está nerviosa y tímida y es que cuando Hera dice que es tímida es que verdaderamente le cuesta mucho perder la vergüenza con la gente, incluso con nosotros todavía se pone nerviosa a veces.

Mi madre pregunta qué ha pasado para que haya acabado así y yo le cuento todo tras la insistencia de la morena. Mi madre dice que debería ir a un médico si me duele y cuando le digo que no lo haré asegura que mandará a alguien a examinarme y yo ruedo los ojos, luego empieza a decirme, junto al apoyo de mi amiga, que debería denunciar a Lucas porque no es la primera vez que lo hace cosa que sorprende notablemente a Hera quien pregunta confusa si él era o es mi amigo a lo que recibe una respuesta afirmativa. Ellas se ponen pesadas con el tema de la denuncia, pero me niego, ya tiene suficientes problemas como para buscarle más.

Cuando consigo cambiar de tema y mi madre empieza a hablar sobre cómo le ha ido hoy en el trabajo, un grito ahogado hace que ambos nos asustemos.

—¿Qué pasa? —preguntamos a la vez mirándola expectantes.

—¿Quién ha dibujado eso? —pregunta señalando una hoja sobre la mesa que tiene un dibujo a boli.

Con trazos suaves hay un chico dormido de perfil, la imagen es totalmente cautivadora.

Eres tú, inútil.

Me dice mi conciencia y abro los ojos, notablemente sorprendido. La hoja no la había visto jamás por lo que miro a Hera que está a punto de explotar de lo sonrojada que está.

—Ella, mamá —digo señalando a la morena.

—Dios, es precioso —contesta cogiéndolo y admirándola— ¿Estudias o has estudiado dibujos alguna vez?

—N-no, no tengo su-suficiente talento para hacerlo.

—Mentira, es genial. Hasta parece más guapo de lo que es —dice mi madre haciéndola reír.

Ella sí que es guapa, joder.  

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora