Capítulo 8

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Salgo de la ducha y un olor delicioso a verduras me envuelve. Me acerco a la cocina y veo a Hera metiendo unas fuentes individuales en el horno.

—Huele de maravilla.

—Gracias, es una receta que me hacía mi madre de pequeña.

—¿Qué es?

Parmigiana di melanzane, o bueno, berenjenas a la parmesana —me contesta.

—En italiano suena más bonito —bromeo y ella ríe.

—La verdad es que sí.

—Bueno, ve a seguir estudiando, yo controlaré que no se queme nada.

—Gracias, Jack.

Yo me limito a sonreír y ella se va de nuevo al sofá donde estaba antes. Vuelve a coger todos sus papeles y, tras acomodarse las gafas, se vuelve a meter en ellos. Yo hablo con mi madre por WhatsApp y ella me cuenta que ha tenido un problema con un niño en su escuela de arte, que le ha recordado a mí cuando era un adolescente. Me acuerdo de todas las veces que interrumpía las reuniones que hacía, que me saltaba los toques de queda o que no hacía los favores y recados que me mandaba. No, no era un chico especialmente problemático, de hecho, siempre fui bastante tranquilo pero he tenido rachas de si meterme en líos gordos como peleas y tal. Una vez acabé en comisaría, por eso ahora tengo antecedentes.

Aún recuerdo la cara de enfado que traía mi padre cuando me recogió a las doce del mediodía en una comisaría, me hizo pasar allí toda la noche como castigo, aunque luego me castigó también por su cuenta. Me echó el típico sermón durante hora y media, sin parar de hablar, y se cabreó todavía más cuando le dije que se estaba repitiendo todo el rato. Entonces apareció mi madre en el salón de casa, le pidió que se fuera y que nos dejase hablar a solas y él, cómo no, aceptó. Mi madre tenía ese poder en él, si mi madre le decía algo él lo hacía al segundo para tenerla contenta y viceversa. Mi madre me pidió explicaciones, yo le conté que se habían metido con África en una fiesta, que la estaban llamando de todo, les pedí de buenas formas a los chavales que dejaren de hablar así de ella y me cabrearon todavía más así que sin poder evitarlo me lancé contra el cabecilla de ellos. No me dijo nada, se levantó del sillón y se fue, nunca más volvimos a hablar del tema y ni si quiera mis tíos o mi prima lo saben. Solo nosotros.

—Hey, sal de tu trance —dice la chica inocente pasando su mano frente a mi cara.

—Perdón, estaba pensando.

—La cena ya está lista, pero arde, así que mejor esperamos unos minutos.

Y entonces es cuando veo sobre la encimera las dos pequeñas fuentes con queso gratinado por encima, tiene una pinta deliciosa. Entre los dos ponemos un par de cubiertos y vasos sobre la barra de desayuno que hay en la pared.

—La verdad es que esto está delicioso —digo cuando llevo un pedazo a mi boca.

—Gracias —dice sonrojada— La de mi madre era todavía mejor, te lo aseguro.

¿Era?

—Pues qué maravilla, la verdad.

—Si quieres un día te enseño a hacerla, aunque no tiene ninguna complicación, a decir verdad.

—Cocinar no se me da muy bien, la verdad.

—¿Y cómo se supone que vives solo?

—A base de pasta, pizza, arroz y nuggets vegetarianos

—¿Eres vegetariano? —me pregunta sonriente y asiento.

—Sí, mi madre siempre lo ha sido y, aunque mi padre no, acabé siéndolo —contesto encogiéndome de hombros— ¿Por? ¿Tú lo eres?

—Sí, desde poco después de cumplir los quince.

—Uf, al fin, mis amigos nunca lo son y a veces es un poco jodido.

—Te entiendo, con Ela a veces me pasa.

Durante un rato hablamos de temas banales hasta que terminamos de cenar y vamos al sofá.

—¿Quieres ver una peli? —le propongo.

—Debería seguir estudiando.

—¿Tienes examen mañana?

—No, pero me voy a pasar todo el fin de semana trabajando y cuando no trabaje estaré cansada de trabajar y me costará más estudiar. Tengo examen la semana que viene y no entiendo nada así que intento entenderlo con tiempo.

—Mhm... Si conozco la asignatura, te podría ayudar.

—Contabilidad —dice pasando una mano por su cara.

Inevitablemente sonrío cuando sus gafas salen volando de su cara con el movimiento. Ella se queda desorientada y, algo enfurruñada, las recoge del sillón donde han caído.

—Bueno, estás de suerte. Hice esa asignatura en mi primer año y me la saqué con buenos resultados.

—¿En serio? —pregunta entusiasmada.

—Sip —digo remarcando la P.

—¿Puedes ayudarme? Te puedo pagar si me lo pides, no puedo darte mucho, pero...

—Sh, no quiero dinero. Es como un favor. Si necesitas ayuda con algo y puedo solucionarlo, voy a hacerlo, es lo que hacen los amigos, ¿no?

—M-muchas gracias, de verdad —me dice tímida.

—No las des —contesto— ¿Mañana tienes clase?

—No, los viernes los tengo libres.

—Bien, yo también. Si te parece, ya que estás aquí, por la mañana puedo intentar explicarte lo que no entiendas.

—Sí, por mi está bien.

—Perfecto entonces, suelta esos papeles y vamos a ver una peli.

Ella suelta sus papeles sobre la mesita del salón y sube las piernas al sofá mientras se tapa con una manta.

—Anda, hazme un hueco —le digo.

Ella me hace un sitio a su lado y yo me siento mientras busco alguna peli para ver. Durante un rato leemos muchísimos títulos, pero no conseguimos ponernos de acuerdo para ver ninguna así que, como personas adultas y maduras que somos, lo echamos a piedra, papel y tijera. Al final gano yo así que decido poner una de miedo que tiene buena pinta. Con un poco de suerte, se me acerca un poco más.

Y así es. Veinte minutos después está pegada a mi pecho tapando su cabeza con la manta mientras yo apoyo mi brazo en su cintura. Ella se dedica a sacar la cabeza, temerosa de lo que se pueda encontrar, y yo a mirarla. Es que es preciosa, joder. De vez en cuando, suelta algún grito que provoca mis carcajadas y ella me pega en el pecho sonrojada.

—No voy a poder dormir.

—Si te ataca alguien, solo corre a mi habitación —le digo.

—No tiene gracia. Te odio.

—Sí, sí. A la próxima no te acogeré cuando Marc y Ela se pongan a follar, te dejaré ahí viendo porno en directo mientras yo miro películas en mi cómodo sofá —digo fingiendo estar enfadado.

—No, no, no. Eres el mejor del mundo, te adoro, te hago un monumento si me lo pides.

—No, ahora el daño ya está hecho —digo igual que antes.

Ella se sube encima de mis piernas y me coge la cara mientras reparte besos en ella para que me desenfade, yo giro en el sitio y la tumbo en el sofá mientras me pongo entre sus piernas, quedando nuestras caras separadas por un par de centímetros.

—Admite que soy el mejor —susurro muy cerca de sus labios.

Jack, contrólate. Jack, contrólate. Jack contrólate.

—Eres el mejor —susurra.

A la puta mierda el cont...

Desorientado, giro la cabeza hacia la mesita que hay enfrente del sofá y veo su móvil iluminado por una llamada. Resoplando, me separo de ella mientras estira el brazo para contestar.

JODER.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora