Capítulo 3

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—Necesito que me hagas un favor —me dice África.

—¿Qué pasa?

—Necesito que le digas a mis padres que dormiré en tu casa hoy.

—¿Por qué quieres venir a mi casa? —pregunto desconcertado.

—No, idiota. Tú me sirves de tapadera.

—Oh, no. A mí no me metas en tus líos.

—Venga, Jack, por fa...

—África, no. Además, no creo que tus padres te pongan ninguna pega porque duermas con tu... amigo.

—Díselo a mi padre que se lo dije ayer y me gritó.

—Déjame que lo piense, ¿vale?

Ella da un pequeño grito, emocionada, y desaparece de mi vista. No entiendo tampoco porque recurre a mí pudiendo ir a cualquiera de sus amigas. Rodando los ojos salgo de la facultad encontrándome a Lucas quién se acerca a mí.

—Tengo un planazo para esta noche.

—Sorpréndeme.

—Fiesta de nuevo.

—Eso no es un planazo, es el plan que me propones cada día.

Agh, cállate y di que vendrás.

—Está bien —digo rodando los ojos.

—Un día se te saldrá el ojo de tanto rodarlo, te lo aviso —me dice señalándome con el dedo y yo vuelvo a rodar los ojos.

Nos dirigimos a la cafetería, para no variar, y allí pedimos un par de cafés. Al momento llega Marc con una chica abrazada por los hombros. Ambos se sientan apartados cuando tienen su comida, pero antes de probar bocado se devoran el uno al otro.

—Ese es mi hermano —dice Lucas riendo.

—No tengo ganas de ir a clase.

—Vámonos de putas —me dice y yo le pongo mala cara.

—Eres asqueroso, pobres mujeres.

—Ellas se ofrecen —me contesta encogiéndose de hombros.

—No se ofrecen, tú pagas por ellas como quien compra una bicicleta.

—No vamos a tener esta conversación, no de nuevo. Me hartan tus argumentos.

—Te destrozan mis argumentos —le corrijo con una sonrisa.

Cambiamos de conversación porque ésta siempre nos hace acabar discutiendo y ninguno tenemos ganas de hacerlo. Después de un rato, yo vuelvo a mi edificio y asisto a un par de clases más en las que no me entero de absolutamente nada. Cuando acaban, salgo de clase despidiéndome de un par de personas. Una vez fuera, mi prima aparece frente a mí asustándome.

—¿Qué quieres ahora? —le pregunto, cansado de sus asaltos.

—¿Ya lo has pensado?

—Ven a casa y lo hablamos.

Ella se encoge de hombros y me da un beso en la mejilla. Paso mi brazo por sus hombros y la acerco a mi cuerpo dándole un beso en la frente. Andamos hasta mi casa mientras ella habla con una amiga para decirle que al final no va a ir a comer a su casa, cuando llegamos, ella se quita el abrigo, las zapatillas y deja la mochila en cualquier parte.

—Te cojo ropa —me dice.

Se mete en mi habitación y mientras yo miro que preparar para comer, cuando aparece de nuevo lleva una sudadera mía y un bóxer como pantalón. Cualquiera que nos viera, diría que somos pareja y es cierto que puede dar esa imagen desde fuera, de hecho, nos lo han dicho varias veces, pero jamás pasaría algo así. Ugh, asco.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora