Capítulo 17

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Nueve días después mi madre recibe el alta médica y mi padre, ella y yo volvemos a casa. Bueno, a su casa.

Durante estos días no he ido a clase, me los he pasado cuidando de mi madre. Jamás la habían dejado internada tanto tiempo, intentaron hacerle una operación, pero no salió bien lo que hizo que tuviera que estar unos días más. Ella ha estado intentando llevarlo con vitalidad y positivismo, como si nada sucediese, pero lo cierto es que de vez en cuando le era imposible disimular los dolores que tenía. La preocupación nos ha cansado mucho tanto a mi padre, quien no se ha movido del hospital más que para ducharse, como a mí, que he hecho exactamente lo mismo, no obstante, estaría todo el tiempo que fuese necesario para que estuviera bien.

Desde el miércoles pasado, el día que ingresaron a mi madre, no he sabido nada de Hera, no ha mandado ni un mensaje ni me ha propuesto ir a tomar unas cervezas lo que es raro así que supongo que pretende alejarse de mí y lo respeto, pero antes me gustaría hablar con ella. Hablé con Marc el primer día que estuve aquí y se ha pasado casi todos los días a vernos a mi familia y a mí, pero ha guardado el secreto y no ha dicho nada a nadie respecto a esto, le dije que lo creía mejor así.

Cuando llegamos a la casa de mis padres, saco la silla de ruedas del maletero. El médico ha dicho que debe hacer reposo total una temporada ya que de lo contrario podría tener otro ataque. Mi madre, al verme, rueda los ojos e intenta ponerse en pie ignorando olímpicamente la silla, pero mi padre la coge en brazos.

—No estoy inválida —se queja.

—Reposo total, cielo. No vas a moverte de la cama en un tiempo.

—Bueno, en la cama se pueden hacer muchas cosas —le contesta mordiendo su labio.

ASCO. SOS. ASCO. ALGUIEN QUE ME AYUDE.

—Mamá, por Dios —digo asqueado.

Ellos ríen como si fueran un par de adolescentes y yo me alejo mientras entran en casa. Cojo las bolsas y mochilas con ropa y otras cosas y entro en casa. Subo hasta la habitación de mis padres y veo a mi padre sobre mi madre mientras se besan de manera desenfrenada. Joder, no tienen quince años.

Carraspeo, en un intento fallido de que se separen, pero solo consigo que mi madre me diga que cierre la puerta cuando salgo. Ruedo los ojos, pero acabo obedeciendo y salgo de la habitación cerrando, bajo hasta el salón y me echo con el móvil, pero me acabo aburriendo.

Mi cabeza vuelve a la misma mierda, analiza cada cosa y busco en todas las plataformas posibles algún indicio de que me ha buscado pero el resultado es el mismo. Debería de captar el mensaje y dejar estar lo que sea que pasó el otro día, pero no soy capaz.

Cuando empiezo a oír ruidos arriba que no quiero oír, me voy tras dejar una nota en la nevera. Salgo de allí y paro un taxi ya que no tengo el coche, le indico la dirección de mi casa y al llegar llamo a Marc.

—¿Qué pasa?

—¿Te vienes a casa? —digo intentando no sonar desesperado.

—He quedado con Ela en mi cuarto, bro. Si quieres esta noche me paso...

—No, no, da igual. Háblame mañana o algo —digo cortándolo y tras eso cuelgo.

Paso las manos por mi cara, frustrado, y decido tomar una ducha para relajarme. En cuestión de minutos estoy duchado y frente a mi ordenador donde tengo un montón de apuntes por pasar de esta semana. Durante cuatro horas me dedico a copiar apuntes, estudiar y preparar trabajos hasta que decido ir a dar una vuelta, sin embargo, mi cabeza me pide un descanso amenazando con provocarme migrañas así que me alejo de todos los papeles y voy hasta la cocina donde cojo un vaso con zumo. Luego me echo de nuevo al sofá hasta que una idea surca mi mente ¿Y si voy a la residencia?

Sin darle muchas más vueltas, me pongo una sudadera y unas zapatillas y tras coger lo necesario salgo de casa casi corriendo. Durante el camino voy preparando mentalmente las palabras que voy a utilizar, intentado no sonar ni desesperado, ni exigente, ni enfadado, pero nada termina de gustarme como suena. Al fin y al cabo, no tendría ni porqué darme una explicación. Cuando llego los nervios me atacan y casi me doy media vuelta y vuelvo a casa, queriendo evitar escuchar cualquier cosa que me pueda dañar, pero bueno, el no ya lo tengo, creo.

Subo hasta su cuarto y llamo a la puerta, pero nadie contesta. Vuelvo a llamar y la oigo decir que ahora abre. Creo que me he puesto más nervioso todavía. A los pocos segundos la puerta se abre dejando ver a mi morena con el pelo mojado y vistiendo únicamente una camiseta gigante.

—¿Qué haces aquí? —pregunta al verme.

—Yo em... ¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo... —pido o casi ruego.

Ella me mira, dudosa, durante unos segundos, pero al final se aparta dejando que entre y me hace un gesto para que me siente en una cama con sábanas blancas. Mis ojos recorren la habitación, dos camas, un armario, dos mesas pequeñas y un baño, las paredes blancas con fotos pegadas, estanterías llenas de películas, CDs, libros y más fotos.

—¿Por qué no me has buscado? —pregunto, sin rodeos.

—No creo que sea lo mejor para los dos —dice fría.

—¿Te arrepientes? —pregunto dolido.

Ella no contesta, se limita a guardar silencio que me da la respuesta por sí mismo. Suelto una carcajada sin un ápice de gracia, totalmente irónica, y me levanto de la cama con la intención de irme.

—No es eso. No creo que esto sea bueno. No quiero ser algo pasajero para ti...

—No lo eres, joder —digo interrumpiéndola.

—No me interrumpas —dice— Aunque quisieras algo serio no te lo podría dar, Jack.

—Vaya, no quieres algo pasajero, pero tampoco serio —digo, sarcástico—. Todo esto me suenan a excusas baratas, Hera. Si no quieres nada, solo dilo, no voy a cortarte el cuello.

—No es eso. No soy como tú crees.

Esta mierda mejora por momentos.

—Hera, estudiante de día, ninja de noche —digo irónico.

—Jack, joder.

—Dime qué coño pasa, no me hables con tapujos, creía que no los teníamos. Si no me iré y ya está, más rápido —digo andando hacia la puerta.

—No puedo hacerlo, Jack.

Ruedo los ojos y sonrío burlón y falto de felicidad. No me creo esto.

—Adiós, Hera.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora