Capítulo 28

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—Tío Andrew —digo abrazándolo cuando nos vemos.

A pesar de que tampoco hemos pasado mucho tiempo sin vernos, poco menos de un año, se siente como si hubiese sido una eternidad. Él siempre ha sido un gran apoyo para mí, siempre que he necesitado algo él se ha ofrecido e incluso me he ido a Estados Unidos con él de adolescente para desintoxicarme de todo lo que me rodeaba, como Lucas.

—Niño, deja de crecer ya, cada vez estás más alto.

—Es que tú ya vas hacia abajo —bromeo, insinuando que ya está viejo.

Le ayudo con las maletas y las subo al coche. Él se sienta junto a mí, de copiloto, y entre canciones y ponernos al día, llegamos a mi casa.

Al aparcar el coche caigo en que no le he avisado de que ahora vivo con Hera, aunque tampoco creo que sea algo que desconozca porque mi madre o mi padre ya se lo habrán dicho porque se lo dicen todo. TODO. T-O-D-O.

—¿Qué pasa, Jackie? —pregunta, burlón.

—Nada —digo, evitando el tema—. Anda, vamos.

Cogemos su equipaje y andamos los pocos metros que nos separan del edificio. Hasta que llegamos a la puerta de mi hogar, planeamos más o menos qué haremos estos días y le explico que yo debo trabajar por las mañanas.

—¿En dónde estás trabajando?

—Me han cogido en una empresa de aquí. No tiene mucho renombre, pero está mucho mejor de lo que me esperaba para ser un recién graduado —contesto mientras abro la puerta.

—Bueno, has sacado tu carrera con unas notas excelentes y grandes recomendaciones de profesores, tienes buenos niveles en idiomas y recomendación de algunas empresas para las que ya has hecho trabajos. Dale tiempo, en unos años se volverán locos por tenerte.

Sonrío agradecido y lo hago de nuevo cuando veo a Hera moverse por la cocina con una camiseta mía.

—Hola, nena —saludo apoyándome en el marco de la puerta.

—Mierda, Jack. Te dije que me avisaras cuando vinierais para poder vestirme —susurra enfadada.

Mueve su cabeza, buscando con la mirada a mi tío que ha ido al baño y aprovecha para pasar corriendo por el pasillo. Justo cuando va a entrar a nuestra habitación, Andrew sale del baño y la mira sorprendido.

—Creo que me he perdido algo...

Yo me acerco, aguantando la risa, hacia una Hera roja como un tomate por la vergüenza de estar sin pantalones frente a mi familia. No tendría por qué sentirse así, la verdad.

—Juro que voy a matarte —murmura sin que mi tío la oiga.

—Andrew, ella es Hera, mi novia. Supongo que mamá ya te habrá hablado de ella.

—Algo me dijo, pero no me esperaba este recibimiento —bromea.

Hera se sonroja todavía más si es posible y a mí se me termina por escapar la carcajada que contenía. Ella me da un golpe, mandándome callar y Andrew nos mira sonriente.

—Yo... Esto... Estoy encantada de conocerte —habla mi chica por primera vez.

Lo hace en inglés, puesto que es el idioma que he estado hablando con él, y su deje nervioso hace que quiera comérmela a besos. Andrew la mira con una sonrisa tranquilizadora y le estrecha la mano.

—Si quieres, puedes hablarme en español. No lo domino, pero puede aclararme —habla ahora él con un español terrible.

Ella le resta importancia con un gesto de mano y, después disculparse, se mete corriendo en nuestra habitación cerrando tras de sí. Andrew me mira con una mueca confusa y pícara a la vez y yo ruedo los ojos. Le propongo acomodar lo que ha traído y luego ir a cenar con mis padres, Izan y Dani a lo que él acepta encantado.

Mientras mi tío organiza sus cosas, yo aprovecho para adelantar algunas cosas de la oficina y, cuando voy a mi cuarto para prepararme para ir a cenar, me encuentro con una Hera enfadada mirándome desde la cama.

—¿Eres imbécil, Jack? Te había pedido una única cosa, solo tenías que mandarme un mensaje para poder prepararme, ¿de verdad te supone tanto esfuerzo? —me recrimina, levantándose de la cama casi de un salto.

—¿Por qué te pones así?

—Pues porque menuda mierda de primera impresión le he causado a tu tío, joder. Ponte en mi situación.

—¿Te crees que a mi tío le importa si vas con pantalones o no en TU casa, Hera? El invitado aquí es él, no debes de preocuparte por esas tonterías. Si ahora quisieras follar conmigo y gemir todo lo alto que te venga en gana, podrías, si quisieras traer a Marc y Ela también podrías. Entiéndelo.

—Te pedí que me avisaras.

—Está bien, no me acordé, ¿sí? Lo siento —digo, acercándome a ella— No te enfades, nena.

Paso mis brazos por su cintura, rodeándola con ellos, y la atraigo a mí. La miro con un puchero y, aunque quiere parecer enfadada, sé que ya no lo está. Me mira con su cabeza a la altura de mi pecho y cuando me agacho a dejar un beso sobre sus labios me hace una cobra. Gruño haciéndola reír porque sabe cuánto me molesta que haga eso y al volver a intentarlo sí que me deja.

Saboreo sus labios como si fueran el mejor manjar que jamás ha existido y Hera introduce su lengua en mi boca, volviendo lo que era un simple beso en algo mucho más sensual o incluso sexual. Gruño cuando tira de mi labio inferior con sus dientes mientras pasa sus manos por mi nuca, agarro su culo y lo aprieto entre mis dedos haciendo que un jadeo se escape de su boca. La alzo mientras enrosca sus piernas entorno a mi cintura y nos dejo caer sobre la cama, quedando sobre ella. Ríe al rebotar contra el colchón y la beso con una sonrisa al verla preciosa. Se separa de mi boca y se apoya sobre sus antebrazos mirándome y volviéndome loco. Sus labios están rojos e hinchados por los besos, sus mejillas sonrosadas, su pelo despeinado y sus ojos brillan de esa manera que es capaz de enmudecerme. Se ríe al verme contemplándola y yo sonrío todavía más.

Es tan, pero tan, hermosa que casi me hace querer dedicarle un museo o una galería si tan solo pudiera recrear de alguna manera lo preciosa que es y todo lo que me transmite.

—¿Qué piensas, amor?

—Quiero dedicarte un museo, que vea el mundo entero la obra de arte que eres —digo, mirándola a los ojos.

Hera sonríe, nerviosa, y su piel toma ese color rojo que la caracteriza. La beso por toda la cara, muerto de ternura, y ella ríe cuando le hago cosquillas. Me pide que pare entre carcajadas y al final le hago caso porque amenaza con hacérselo sobre la cama.

Me levanto del colchón y abro el armario, preparándome para cambiarme de ropa que es a lo que había venido.

—¿Qué haces? —pregunta, desconcertada.

—Prepárate. Vamos a cenar con mis padres, es decir, vas a conocer a mi padre.

—Jack, te juro que te mato.

Imposible dejarlo correr [TMC#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora