Capítulo 12: "Centzon Totochtin"

15 1 0
                                    

Si Emanuel te dice que al aparecer el conejo enorme me caí de espaldas y me ensucié de lodo, puedo decirte que no miente del todo.

El enorme conejo había sido muy silencioso hasta tal punto de darnos un susto de muerte.

¿Recuerdas esa vieja película llamada Donnie Darko? ¿No? Entonces eres muy joven y te hace falta cultura y buen cine. Pero, si dices que sí, te felicito, ven y dame un abrazo hermano. En fin, el conejo me recordaba al hombre vestido de conejo de la película, era enorme, de color rojo sangre con las orejas cayéndole en la frente, tenía aspecto humanoide, vestía una armadura azteca y una falda llena de colores. Lo extraño eran sus enormes hombros llenos de músculos, daba miedo en realidad.

El conejo rió de un modo muy peculiar que me erizó la piel, era gigante y daba miedo, sacó de su espalda una lanza, la punta era tallada en piedra y tenía listones de colores llamativos.

—¿Quién eres? —preguntó Michelle en un idioma que no conocía.

Soy uno de los Centzon Totochtin —dijo en español, no entendí nada—, y quería conocerlos —nos señaló con su lanza.

De pronto, un olor a alcohol inundó el aire, a Orlando le hubiera gustado esto, pero él está muerto.

—¿Qué quieres con ellos? —preguntó Michelle en español.

Nuestro mensajero los interceptó, capturó a casi todos, solo uno pudo escapar —señaló a Jaden—. Y ahora veo al resto, tengo que llevarlos, pueden impedir nuestros planes.

—¿Cuáles planes? —preguntó Michelle.

El conejo nos miró, nosotros tomamos nuestras armas y nos pusimos en guardia sin esperar que el conejo podía saltar muy alto, cayó detrás de nosotros y golpeó a Emanuel con la parte trasera de la lanza en la rodilla, el chico cayó.

Giré en redondo y lancé una daga, la punta se le clavó en el brazo. El conejo me miró con odio y se lanzó hacia mí dando saltitos, esquivé el golpe y golpeé con la espada. El conejo dio un gran salto y me dio con el palo de su lanza en la muñeca, la espada cayó al suelo con estrépito. 

La fiesta se llevará a cabo.

Aquellas palabras las había dicho la mujer mariposa fea, no entendía el idioma pero sentía que no era muy bueno. 

—¿Qué fiesta? —preguntó Michelle.

La gran fiesta del Centzon Totochtin.

—¿Qué es eso? —Michelle atacó, el conejo esquivó y le golpeó la espalda, cayó de bruces.

Somos nosotros, mis hermanos, y vamos a dominar el mundo.

El conejo atacó con la lanza y dejó un gran corte en el antebrazo de Ray. Emanuel levantó las manos y lanzó un rayo semitransparente de color violeta, el conejo quedó inmovilizado el tiempo suficiente para que la mano de Ray se volviera de rojo incandescente.

—¿Quién eres? —preguntó echando humo, literal.

—Soy Acolhua, el que tiene hombros.

No sé qué me sorprendió más, el hecho de que hablara nuestro idioma o que sus hombros se movieran de modo grotesco.

Ray gritó fuerte, cuando la mano iba directo al pecho de Acolhua un olor intenso a alcohol y un destello amarillo hicieron desaparecer al conejo rojo, lo único que quedaba en su lugar era una planta de grandes hojas gruesas con espinas en el borde.

—¿Un maguey? —preguntó Michelle.

—No entiendo nada —dije.

Michelle se sentó nuevamente, estaba cansada. Pelear con la mujer mariposa la había debilitado.

—¿Podrías explicarnos? —Ray había vuelto a la normalidad y comía un poco de ambrosía.

—El conejo dijo que pertenece al Centzon Totochtin, también algo de una fiesta y que él y sus hermanos dominarán el mundo. Además de que al parecer, el Charro Negro es un mensajero de ellos.

—¿Entonces ellos tienen a los chicos? —preguntó Santi.

Michelle suspiró, sacó un frasco de su mochila (no la había visto en realidad, la tenía escondida detrás de una roca) y bebió un sorbo.

—Al parecer sí, tenemos que encontrar a Rodrigo y a Payne, ellos nos ayudarán.

—¿Quién es Payne?

Michelle sonrió.

—Un amigo, se sorprenderán.

Bajamos por cientos de escalones del cerro, los pocos mortales subían a hacer ejercicio no nos miraban, solo se pasaban de largo.

A menos de medio camino ya estábamos rendidos, nos sentamos un rato en los escalones a esperar que nuestros pies dejaran de sentir dolor. Desde que entramos al Laberinto no habíamos parado, ya estaba muerto, necesitaba un ataúd realmente suave para descansar.

—Tenemos que seguir, chicos —nos recordó Michelle.

—¿Sabes la distancia que recorrimos para llegar aquí? —preguntó Ray.

—Llegamos desde Estados Unidos —explicó Santi—, aparecimos en un volcán, tuvimos que descender toda esa distancia, nos persiguió una cosa con alas, peleamos contra un conejo y ahora dices que debemos bajar. ¿Acaso eres desconsiderada?

—Hey, no le hables así a ella —le dijo Omar.

Michelle suspiró y se sentó al lado, miró hacia la ciudad llena de luces.

—A veces me gustaría no ser lo que soy.

Si, viene una de esas pláticas emocionales, es un cliché entre semidioses, pero bueno, todos tenemos nuestro turno para quejarnos.

—Desde que descubrí que soy semidiosa —comenzó a decir—, las cosas han empeorado cada vez más. Luchamos en el Citlaltepec con una diosa desmembrada, mi mejor amigo murió y eso fue lo que me devastó, milagrosamente logró salir del Mictlán. Hemos estado a punto de morir varias veces y no sabes lo que vendrá después. 

—La vida de un héroe no siempre es feliz —algo así decía el dicho, ya lo había olvidado.

Michelle nos miró, sonrió y se secó una lágrima. Nos ofreció de su termo, bebimos un solo sorbo, era chocolate y estaba hiper-mega-ultra-super-delicioso, lo que nosotros comíamos para recuperarnos era la ambrosía, ellos tomaban cocoa. Aztecas - 1, Griegos - 0.

Al poco rato bajamos y comenzamos a peregrinar lentamente, Michelle nos condujo entre calles iluminadas, locales cerrados y casas bien cuidadas por perros. Había pocos autos a esa hora de la noche, no sabía a dónde iríamos hasta que nos dijo.

—Vive cerca.

Estuve a punto de preguntar de quién hablaba hasta que recordé de su familiar. Llegamos hasta una casa de dos pisos, las paredes estaban pintadas de color melón, el patio delantero era muy pequeño y ahí estaba estacionado una camioneta blanca. Sería un excelente transporte. Michelle tocó el timbre, nadie salió.

—Debe estar durmiendo —nos dijo.

Volvió a tocar unas tres veces seguidas hasta que un chico con pijama y cabello despeinado abrió, llevaba lentes y era alto. Nos miró con curiosidad y luego reparó en Michelle.

—¿Michelle? ¿Qué haces aquí? Saliste corriendo persiguiendo un conejo y ahora vienes con un grupo de chicos a mitad de la noche. ¿Qué sucede?

Gas, tengo mucho que contarte.

LOS CAZADORES II: "LA PROFECÍA AZTECA" ~Fanfic de Percy Jackson~ (1er Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora