EPÍLOGO

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La despedida no fue tan emotiva como esperaba, de hecho el final de nuestra aventura no había sido lo que esperaba. Quería lágrimas, dolor, que nos pidieran que nos quedáramos. Pero no fue así.

Después de terminar la lucha contra Mayahuel y Patécatl (la cual no fue lo que esperaba, digo, más lucha dieron sus 400 hijos), Tonatiuh se apareció en la cima de la pirámide de Quetzalcóatl, tenía un báculo bastante llamativo y un enorme penacho, era bastante apuesto aunque algo bajito.
—Mi señor —Michelle se arrodilló. Todos la imitamos.
—No hace falta, chicos.
Nos quedamos en silencio, temía hablar e insultar al dios sin querer.
—Escuché su llamado —dijo—. Necesitan mi ayuda.
—Sí, mi señor —logré decir.
El dios sonrió.
—Tu señor es Apolo —quedé mudo—. Yo soy el señor de los mexicas. No, no es una ofensa, solo es una aclaración.
Me alivié un poco, entonces expliqué lo ocurrido:
—Señor, nuestro sol ha desaparecido, nadie sabe dónde está y no hay contacto con los dioses, tememos que haya descontrol. Por favor, si pudiera ayudarnos…
—Tomar las riendas de su carro solar —dijo.
—Si…
—Por supuesto —dijo sin más.
—¿En serio? —pregunté con curiosidad.
—Por supuesto, no puedo dejar que seguidores de cualquier dios arriesguen su vida para nada.
Aquellas palabras me lastimaron, el dios se dio cuenta, apoyó su mano en mi hombro.
—Ellos estarán bien, podrán cruzar el Mictlán.
No sabía bien a lo que se refería, pero me ayudó en parte. Le sonreí:
—Gracias, señor Tonatiuh.
—Por favor, dime el gran y poderoso Quinto Sol.
Solté una risita, el dios comenzó a iluminarse y desaparecer junto con los guerreros del sol que se habían puesto a su espalda, mientras desaparecía dijo:
—Lo hicieron muy bien, chicos, siempre serán Cazadores.
Por un momento sentí que no lo había dicho Tonatiuh, sino mi padre, Apolo.

El resto no lo recuerdo muy bien, salimos de la dimensión azteca y nos subimos a Nina, la camioneta que nos había acompañado en esta odisea. Llegué a sentir afecto por nuestro transporte.
En el camino hablábamos de lo mal que la habíamos pasado, reímos un poco. Miré por la ventana y vi algo que llamó mi atención, un puesto de pulque, la tendera nos miró con una sonrisa mientras levantaba un plato de barro y nos ofrecía el líquido. La dejamos atrás, un escalofrío me recorrió la columna al recordar el poder de Mayahuel y que tal vez no había dado todo su potencial en nuestra corta batalla.
Llegamos hasta México, entramos a Tenochtitlán para descansar un poco y comer, contamos nuestras historias a los sacerdotes y sacerdotisas, algunos semidioses que se acercaron curiosos. Todos nos recibieron con gusto y alguno que otro con envidia.

Descansamos lo más que pudimos y nos levantamos para la despedida.
—Fue un gusto conocerlos —dijo Michelle.
—Te extrañaré —le dijo Omar y la abrazó.
El abrazo se había alargado mucho, Rodrigo se había puesto celoso y retiró los brazos de Omar, él no opuso resistencia. Michelle le agradeció con voz inaudible y en español, él le asintió.
—Gracias, chicos —dije.
—En realidad ustedes nos ayudaron más —Rodrigo sonrió—. Gracias.
Asentí. Miré a Payne.
—Le agradezco mucho, señor dios, sin usted esta aventura no se habría podido llevar a cabo.
—Teníamos que detener al Centzon Totochtin, les agradezco a ustedes por hacernos saber de la profecía que llegó hasta Estados Unidos y estoy muy emocionado por conocer su cultura.
—Por supuesto, pueden ir cuando quieran, el campamento los recibirá con gusto.
—Y… ¿Por dónde nos vamos?
Emanuel, siempre había sido Emanuel el que dijera las cosas más sabias en un momento que parecían estúpidos sus comentarios y fuera de lugar. También quería saber ello.
—Podemos irnos por donde llegamos —dijo Quique.
—El laberinto —apuntó Ray.
—¿Tenemos que ir hasta Orizaba? —preguntó Iván.
—No —sonreí—. Hay otra entrada más cerca.
Miré a Gaspar, él se ajustó las gafas, me miró con curiosidad y entonces lo entendió:
—Si, los llevo a Puebla.

Los semidioses Aztecas no nos acompañaron, estábamos solos con Gaspar en la entrada del laberinto que Popocatépetl usaba para encontrarse con Iztaccihuatl, una entrada que él había descubierto sin aventurarse más allá. Él nos saludó con gusto junto con Iz, nos llevaron a la entrada y se fueron.
—¿Te gustaría acompañarnos? —le pregunté al hijo de Xipe Tótec, sería interesante tener un semidiós Azteca en el grupo.
Él bajó la mirada, no lo conocía bien pero podía entender la lucha interna que estaba enfrentando, huir de un padre amoroso (y adoptivo) que entiende el peligro en el que vive su hijo y aún así lo apoya, eso no parecía ser de él, no tenía una historia de origen brutal, además, renunciaría al amor cosa que no todos están dispuestos a aceptar.
—Te entiendo —dije.
Él levantó la mirada, las lágrimas por poco se desbordaban por sus mejillas, sonrió levemente.
—Gracias por entender.
Extendió la mano, me quedé atónito y la tomé, él se acercó y me abrazó, sentí como sus lágrimas me empapaban la espalda. Lo abracé, hice un gesto para que los chicos se acercaran y se unieron.
—Son grandiosos, Cazadores —dijo.
—¿Crees que se molesten si cambio el nombre a Guerreros del Sol Griego? —preguntó Emanuel.
Todos nos soltamos a reír, él estaba serio y entonces se quejó:
—Hey, no era broma.
Nos separamos y nos miramos.
—Fue un gusto, Gaspar. El hijo de Xipe Tótec, el chico desollado.
Él se sonrojó un poco.
—Los visitaremos.
—Eso esperamos —dijo Omar.
—Es hora, chicos —habló Enrique—. No quiero que una criatura nos ataque en Iztaccihuatl.
Sonreímos, me despedí de Gaspar y salté al agujero lo cual fue muy mala idea porque me lastimé las piernas. Miré alrededor, Emanuel extendía su mano con fuego púrpura y comenzamos a caminar por el pasillo del laberinto que se había abierto bajo nuestros pies y había llegado hasta México. El laberinto que nos había separado y por el cual nos llevó a esta aventura.
Nos adentramos más a la oscuridad del laberinto, no sabía si era solo yo pero temía que nos volviéramos a encontrar con el gran C. porque sentía que no saldríamos vivos si volviera a pasar, no sabía quién era ese C, pero sabía que era un villano de temer.
Alejé esos pensamientos y me enfoqué en el presente, el hoy con mis amigos, los pocos que quedábamos. Sonreí y me sentí más vivo que nunca. Aunque el peso de las tripas del Taurofido pesaban en mi mochila, sabía que las cosas no volverían a empeorar, lo sabía, los dioses estaban de nuestro lado, y no solo los griegos, también los Aztecas.

Fin…. ☀️

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2021 ⏰

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LOS CAZADORES II: "LA PROFECÍA AZTECA" ~Fanfic de Percy Jackson~ (1er Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora