"Cuando ella se ríe, los cielos tararean una canción de cuna de pistolas de tranquilizantes".
Reckless serenate, Arctic Monkeys.†)···≈∞>§<∞≈···(†
"Mañana" ¿Qué carajos significaba aquello?
Al día siguiente, cuando desperté, la noche que había pasado me parecía una ilusión. Como si, de hecho, la verdadera alucinación que había tenido en toda mi vida hubiera sido solo esa noche.
El cielo nocturno seguía cubriendo el trozo de Tierra donde estaba pero sabía que pronto amanecería.
Por un lado, detestaba la escuela por ello: debía levantarme a las 5 de la mañana para poder estar lista a la hora que debía salir de mi casa. No era floja, o no tanto..., pero toda la medicina que tomaba por todos mis problemas mentales me tumbaban tanto que incluso parpadear lograba robarme la mayor parte de mis energías. Además, estaban mis malditos compañeros, y es que vivir en un estado del país que era especialmente machista no era nada agradable para una señorita que se consideraba feminista como yo. Chicos idiotas que miraban como objeto y manoseaban a cualquier chica que pasara a su lado llenándole de comentarios asquerosos que ellos consideraban graciosos no era nada lindo. Y como si no fuera suficiente, mi condición no era entendida y a veces era difícil de controlar, así que también era considerada la rarita digna de "bulear" solo por mis crisis de ansiedad, pánico o cuando no soportaba las voces internas y casi lloraba pidiendo que se callaran.
No era mi culpa estar enferma y sentirme en el infierno solo por eso, pero con cada cosa que me hacían todo se volvía peor y a veces solo quería matarme.
O matarlos, aprovechando que ya se me hacía algo fácil o por lo menos así era en mi mente.
Fuera como fuese, me levanté y una hora más tarde iba en el autobús rumbo a mi Preparatoria. El aire matinal se colaba por las ventanas altas y los rayos de sol revelaban cada rayón que había en el polarizado de los cristales bajos del camión. El amanecer rojo tan propio de los otoños de octubre iba curando la sangre del sol mientras este se elevaba.
Suspiré y metí mi mano dentro de la mochila donde había escondido la carta cuando al salir la había visto en la cajuela del auto. Seguirme negando a lo real que había sido la noche anterior me pareció algo absurdo cuando acaricié la textura helada del sobre y comprobé que era real. Que aunque cosas raras habían pasado en mi mundo mental, aquello era lo más raro que había pasado en mi vida.
Miré hacía afuera una última vez comprobando que me seguía encontrando lejos de mi primera bajada y seguí acariciando el sobre. Me daba miedo entender el significado de "mañana", que el contenido de aquella carta fuera algo peligroso para mí o en caso de que no lo fuera no saber cómo reaccionar ante el contenido.
"Se murió tu perro; Feliz primer día de tu muerte; Tengo tus recuerdos secuestrados..." Miles de probables contenidos podía tener aquella carta y no sabía cuál era peor.
Mis nervios de punta y el nudo en mi garganta no me permitieron leer el escrito, era demasiado temprano para enfrentarme a cosas raras.
El camión hizo una parada y entre la gente vi subir a Oholiab. Venía comiendo otro de sus adorados Reeses y al verme se sentó a mi lado ignorando a toda la gente real que había a su alrededor.
ESTÁS LEYENDO
El sepulcro de las flores
RomansHan pasado años, ¿sabes?, pero por fin he logrado amputarte de mi alma -vamos, sé que entenderás esa referencia-, aun cuando estás dentro de ella. Han pasado años, ¿sabes?, y es gracioso que el otoño apenas está huyendo de mi interior (¿será porque...