10. Huir del destino nunca fue una opción.

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«Es mi ángel, déjeme venir; creo que me voy a morir. ¡Si supiera! ¡La adoro! Perdóneme, le hablo y no sé lo que digo, la incomodo tal vez. ¿La incomodo?»

Los Miserables, Victor Hugo.

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-¿Y ya leíste mi carta?

Ouuuh... su carta...

Llevábamos algunos minutos perdiendo el tiempo entre charlas bobas que nos hacían reír. Nada de lo que decíamos tenía sentido alguno, pero las sonrisas no se perdían y poco a poco me hacía sentir en más confianza.

Al menos hasta que trajo ese tema a la conversación...

-Hmm... Noup... -bajé la mirada con nerviosismo de que él se enojara pero sólo sonrió.

-Imaginé que no la leerías...

-No es que no haya querido hacerlo, ¿sabes? Es sólo que han pasado un par de cosas en mi vida que no me dan tiempo ni de pensar.

"Forma elegante de decir 'lo olvidé porque no eres nada en mi vida'".

Conciencia, ¿quisieras dejar de ser agresiva con el sujeto?

-Tranquila, lo entiendo -dijo él sonriéndome tranquilizadoramente.

-Vale...

Ambos nos quedamos en silencio mirando el suelo.

Oh, mira, qué bonita piedra...

-¿Y si la lees ahora antes de que pase algo?

-¿Qué puede pasar, Isaac?

-No sé... ¿que caiga un meteorito?

-De hecho es más probable que caiga un cacho de satélite.

-¿Ves? Morirías sin haber leído la mejor carta de tu vida -bromeó él con ese tonillo divertido que tenía al decir cosas egocéntricas.

-Y sin haberla recibido -respondí burlonamente con una sonrisa en mi rostro y él llevó una mano a su pecho y dio un paso atrás. A lo "me dispararon". Bufé una risa sarcástica al ver su reacción y agregué-: Y el Oscar para la mejor actuación dramática va para... ¡Isaac Apellidos Que Ya Se Me Olvidaron!

Él intensificó su drama haciendo como si le hubiera disparado dos veces más y yo no pude evitar el reír genuinamente.

-No sólo rompiste el corazón de la pulga sino que mataste a la pulga -dijo con una voz moribunda falsa y entonces hizo como que se tiraba al suelo pero sin llegar a hacerlo.

-Ay, por favor. Deja de dramatizar.

-Lee mi carta -dijo con la voz más moribunda que había escuchado en mi vida y sentí a mis arruguitas de felicidad formarse alrededor de mis ojos.

-¿Qué tiene la carta? ¿La receta secreta de la cangreburguer o qué?

-Esa es cangrejo puro -se agachó más y disfruté el ver su cara de sufrido a mi altura. En verdad que le salía bien el hacerse el muerto.

-Por Dios, parece que vas a cagar -reí ante mi comentario y noté que él se esforzaba para no hacerlo también.

-Eso, zapatea sobre el cuerpo de la pulga.

-Con gusto -mencioné completamente seria y comencé a zapatear en mi lugar como si escuchara un buen tapatío a todo volumen.

Cuando paré, ambos estábamos riendo como si no hubiera mañana. Y al final, volvimos al silencio.

El sepulcro de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora