El proyecto Berwick

Capítulo 5. Primer paso en mi búsqueda infructuosa

Capítulo 5. Primer paso en mi búsqueda infructuosa

Caminé hasta la camioneta con David siguiéndome a una distancia prudencial. Sólo lo miré de reojo una vez y supe que había mucho en su cabeza. Tomé el asiento de copiloto, y David se subió al auto casi al mismo tiempo. Esperé a que él encendiera el motor, pero no lo hizo, y tenía la leve sospecha de que no lo haría pronto.

—Es gracioso —dijo, y sus ojos permanecieron clavados en el volante, meditabundo y serio—. Todo este tiempo... Nunca imaginé que serías así.  

Yo le observé por un rato en busca de alguna señal que me dijera en qué pensaba, pero era difícil de leer. Y tenía que darle crédito, pues eso no ocurría muy seguido: conocer a alguien que me tomara tanto tiempo precisar.

—¿A qué te refieres? ―pregunté.

―Me has sorprendido mucho esta noche. Ver cómo jugabas con nosotros y nos manipulabas para conseguir lo que quieres..., no era lo que esperaba cuando fui a tu apartamento.

―Yo... ―vacilé. Aquello me tomó desprevenido―. No fue mi intención manipularles.

—Sí, sí lo fue ―sentenció con seguridad―. Conozco al tipo de persona que eres. Controlas a la gente a tu antojo. Incluso cuando ni te das cuenta que lo haces. Ja, y todo este tiempo pensé que sólo eras un adolescente buscando qué beber y con quién acostarte cada fin de semana.

―No hubiese tratado de manipular a nadie si no fuese porque sentía que no tenía opción ―dije, a la defensiva.

―No te estoy juzgando, Ben. Pero por los siguientes minutos preferiría que evitaras jugar conmigo. ¿Puedes hacerlo?

Decidí callar y no argüir más del tema; a pesar de que quería. Me limité a asentir.

—Pues bien —continuó—, ya te habrás dado cuenta de que estoy a tu favor, pero Elijah tiene razón en algo: llevarte con nosotros no es buena idea. No es una vida de la que tú te sentirías atraído, créeme, y si puedo evitarte nuestros problemas, me esforzaré en que así sea.

Casi de inmediato iba objetar...

—Pero... también me parece que mereces saber algo de la verdad ―añadió después.

—¿Algo? ¿Cuánto es algo?

—Lo suficiente para saciar tu curiosidad.

Lo suficiente para saciar mi curiosidad se escuchaba como una verdad a medias, pero debía ser mejor que nada.

—¿Cómo sabré que estás siendo sincero? —pregunté, fingiendo desconfianza, incluso cuando sabía que David no iba a mentirme.

—Eso depende de ti.

Sopesé mi primera pregunta. Debía ser una personal; de esta forma sabría dónde David tendría dibujado el límite de las verdades.

—¿Fuiste muy cercano a mi padre?

David pareció confundido, pero respondió:

—Sí, lo fuimos.

—¿Eso es todo? —me quejé, frunciendo el ceño.

—Respondí a tu pregunta, ¿no?

Bufé con exasperación.

—Está bien. —Siguiente pregunta—: ¿Te habló de mí?

—Sí.

—Si sigues dándome respuestas tan escuetas, no vamos a llegar a nada. ¿Qué te dijo sobre mí?