EXPERIMENTO NØ 94

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Una vez que estoy a punto de olvidarlo,

Vuelven a aparecer (oh, sí),

Como lo que verías en una pantalla conocida (oh, sí),

Las heridas reviven, trato de evitarlas,

Pero me lastimo cada vez,

Mi corazón se lastima, lo sé,

¿No puedo ser sólo yo? Sí, ¿no puedo ser sólo yo?

Trauma – EXO

Miedo.

No le gustaba ser encerrado en absoluto.

Ansiedad.

A todo momento tenía que estar alerta en sus entrenamientos. Quedarse en la habitación era una tortura.

Súplica.

Cuando ellos comenzaban a crear corrientes de aire, lo único que podía hacer era suplicar porque, aún si lo intentaba con todo su ser, jamás podía evitar ser golpeado por las ráfagas mucho menos ser lanzado por los mini tornados que los científicos creaban cuando se hartaban de no ver respuestas. SëHun sabía que no era el único y aun así no podía evitar desear que los demás pasaran por lo mismo, de esa manera podía lidiar con su estadía en esa horrible prisión llamada laboratorio.

Ya habían pasado un par de minutos desde que fue encerrado y entonces el sonido de la maquinaría encendiéndose llegó a sus oídos.

—Muy bien, experimento 94, es momento de empezar.

La bien conocida voz del científico a cargo de su entrenamiento resonó por los parlantes y él simplemente cerró sus ojos, temblando levemente con la suave brisa que llegaba a él.

—Tienes que hacer que la brisa se mueva al lado que quieras.

Le repitieron las instrucciones y él asintió aunque muy dentro de sí, SëHun sabía que no lo lograría. De todas formas, intentó concentrarse para que la brisa le obedeciera, que cambiase de dirección o al menos dejase de fluir en su dirección; sin embargo, nada de eso sucedía y la intensidad del viento comenzaba a ser más fuerte, ya no era una simple brisa de aire sino pequeñas ráfagas que golpeaban su cuerpo y lo mecían sin control de un lado a otro.

Desesperado.

SëHun comenzaba a sentirse cada vez más desesperado porque si no les daba lo que ellos querían, los mini tornados comenzarían y él odiaba estar dentro de ellos. Entonces una ráfaga especialmente fuerte lo golpeó casi tirándolo al suelo.

Tenía que apresurarse.

Volvió a intentar hacer que el viento cambiara de dirección y no obtuvo ningún resultado. El viento aumentó de nuevo su intensidad y sus nervios se dispararon haciéndole querer llorar de frustración al no tener lo que ellos querían de él.

¿Por qué no sólo aceptaban que él no podía mover el viento?

¿Por qué no sólo lo dejaban así?

Él no podía controlar el viento.

Él. No. Po. Día.

Cualquier cosa que él hacía era completamente inútil. Los esfuerzos que hacía eran nada. No importaba que cerrara sus ojos para intentar tranquilizarse o si intentaba concentrarse en el viento e intentara imaginar que éste cambiaba de dirección, todo terminaba siendo en vano. Por mucho que intentara y por mucho que se frustrara. De nada servía, ya que siempre tenía el mismo resultado y no podía hacer nada para cambiar los resultados, mucho menos parecía importar lo mucho que se estaba esforzando porque sin resultados, para los científicos él no valía nada.

Sin embargo, todo él se estaba cansando de esta dinámica interminable, la cual lo hizo reaccionar cuando los pequeños remolinos empezaron.

—Si no quieres que los remolinos te golpeen, haz que paren experimento.

Le dijeron por el altavoz. Su corazón corría nervioso y él seguía asustado como siempre lo estaba cada que entraba en ese horroroso lugar, pero también algo estaba distinto.

Algo en su mente hizo click y empezó a sentirse enfadado y aburrido.

Él era nada para ellos más que un simple experimento.

Él era nada.

Él siempre se esforzaba tanto, siempre intentaba hacer todo lo que ellos le exigían. Más eso nunca era suficiente para ellos. Así fuese que él gritara por miedo a la altura a la que lo elevaban los tornados, que hiciese patéticos intentos de "nadar" cada que se encontraba lo suficientemente alto y quisiera salir de los mismos. Daba igual que se desmayara del dolor y la pérdida de sangre causados por los cortes que las ráfagas lograban hacerle.

Quizás fue gracias a que se dio cuenta de ello que dejó de temer y en lugar de ello, simplemente se dejó llevar. El mini tornado lo elevó y al pensar en su próxima caída, chasqueo la lengua con fastidio, no deseaba tener más golpes en su cuerpo por lo que sólo deseó que el tornado se desvaneciera mientras aún podía controlar su caída.

Lo sorprendente fue que sucedió. El tornado se detuvo y el viento lo dejó sobre el suelo de manera gentil.

Bueno, al menos ya no era "nada", la sesión terminó y un científico abrió su puerta.

—Bien hecho, experimento 94.

SëHun no sintió nada con el halago vacío, en cambio se encogió de hombros y no dejó que el científico lo tocara cuando éste lo iba a felicitar, en cambio, lo hizo adentrarse en la habitación empujándolo con una ráfaga de viento y caminó, escuchando ligeramente los gritos del científico pidiendo que lo dejara salir.

SëHun obviamente no lo haría.

Proyecto: EXORDIANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora