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Mateo

Me das tus consejos me conoces más que nadie

Tener una madre como usted me hace ser grande.

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Me levanté de la cama mediante me estiraba todo el cuerpo, me hubiese despertado más tarde pero escuché un trueno fuerte que hizo que abra los ojos de repente. Estaba lloviendo a cántaros como nunca, y creo que hasta el momento mis días favoritos son los de lluvia porque no escuchás nada más que gotas chocando contra la ventana, una de las sensaciones más lindas.

Decidí ponerme un buzo ya que también se levantó mucho frío en poco tiempo. A la noche llevé a Paloma a su casa, tarde, pero la llevé, nos habíamos quedado en la terraza hablando un poco más de muchas cosas que ambos queríamos conocer del otro.

—Milagro.— dice mi mamá al verme en el pasillo de la casa despierto.— Once y media de la mañana y vos estás despierto, y eso que te despertás a las tres de la tarde los sábados.

—Yo seguiría durmiendo, pero me despertó la lluvia.— acote estirandome por segunda vez.

—¿Querés desayunar algo?— pregunta guardando libros en un estante.— Quedó un poco de agua caliente en la pava y hay facturas que compré a la mañana.— informó.

—No, no tengo hambre.— negué frunciendo el ceño.— Me voy a acostar de vuelta, me dio sueño.

—Sos dormilón, eh.— recuerda riendo.— Andá, pero ponete alarma.— ordenó y yo asentí.

Volví a mi habitación con más ganas de dormir que antes y me tiré a la cama para taparme hasta el cuello y cerrar los ojos nuevamente así podía caer en un profundo sueño. Hasta que alguien tocó la puerta repetidas veces haciéndome bufar de la vagancia en ir a abrir, y por un instinto pensé que era mi hermano que ya estaba despierto, seguramente.

—No jodas, enano.— murmure con enojo y la puerta se abrió igual, me di vuelta para ver quién era y la silueta de mi mamá apareció en mis ojos.— Pensé que era Emi.

—Emi se quedó hasta las cuatro de la mañana jugando y sigue durmiendo.— le dio una mirada rápida a mi habitación.— Tenés que ordenar un poco tu cueva.

—No, ni ahí.— me quejé.— ¿Qué buscabas?

—Ayer escuché lo que le decías a Palo.— acotó sentándose al lado mío.— Le tenés mucha confianza, ¿no? Digo porque a nadie le contaste lo que te pasó, creo que ni a tus amigos se lo contaste.

—Creo que sí.— dudé mientras echaba un suspiro.— No se lo tuve que haber dicho, ¿no?— consulté.

—Vos le decís lo que quieras a ella, yo no me tengo que meter.— sintetiza.— Y tiene razón ella.

—¿Razón en qué?

—Yo no estoy decepcionada de vos, tonto.— ríe por lo bajo.— Eso sí, una que otra cagada grande te mandaste, pero más allá de eso yo estoy feliz de que saliste de todo eso, con o sin ayuda, saliste.— alzó los hombros.— Hay muchos chicos de tu edad que pueden seguir con lo mismo, pero vos sos fuerte, Mateo.

—¿Me lo estás diciendo en serio o es por lástima?— pregunté inseguro.

—¿Cómo te lo voy a decir por lástima?— repite.— No me podría dar lástima mi propio hijo, y menos si sé que vos la pasaste mal y yo también tuve que vivir esa situación desde otro punto de vista.— insistió agarrando una de mis manos.— Yo solo te voy a pedir una cosa.

—Sí, decime.— me senté en la cama así la miraba mejor.

—Vos sos muy buena persona, Mateo, porque vos pensás en los demás para que estén bien; te preocupas, los animas, los cuidas, los ayudas. Sos una persona que demuestra muchísimo amor. Y yo no quiero que nadie cambie eso de vos, ¿está claro?— pregunta y yo asentí.— No quiero ni que lo cambie Flor, ni que lo cambie Martín, ni que lo cambie nadie.

—Gracias, ma.— reí nervioso.— Estás segura que sólo escuchaste, ¿no?— interrogué pensando que no había visto lo que pasó después.

—¿Es la primera vez que se besan?— bromea echando una carcajada, por dentro me quería morir de vergüenza por segunda vez.— Yo soy boba pero no ciega, eh.

—No le digas nada a nadie, por favor.— supliqué riendo yo también.

—¿Por qué? ¿Te da vergüenza que sepan eso?— frunció el ceño.

—No, no es que me da vergüenza.— negué de inmediato.— Vos no digas nada.— finalicé seguro de lo que decía.

—Es linda chica para vos, me gusta que hables con ella.

—Ya me di cuenta, le das más amor a ella que a mí.— asimilé ladeando la cabeza hacia un costado.

—Vos le das más amor a la gata que a mí, así que estamos a mano.— me señala echándome la culpa y le di la razón asintiendo.— Bueno, te dejo descansar, más de lo que ya descansaste.

—Me despertás si necesitás ayuda o algo de eso, eh.—ofrecí volviéndome a acostar, ella rodeó los ojos.— ¿Te sigue doliendo el brazo?

—No, ya tomé unas cuantas pastillas la semana pasada y estoy mejor.— informó para que no me preocupe.

—Bueno, me alegro.— sonreí.— Eso sí, si te duele me llamás...

—Sí, Matu. Ya entendí.— me interrumpió.— No te levantes tarde.— recuerda parándose de donde estaba y yendo hacia la puerta.

—Ma.— llamé antes de que se vaya.— Te amo, gracias por todo.

—Yo más.— me sonrió y salió de mi campo de visión cerrando la puerta.

Miré hacia el techo tratando de conciliar el sueño que me agarró hace diez minutos, sin embargo, otra de las sensaciones más lindas aparte de la lluvia, es poder hablar con mi mamá entre risas. Tenemos confianza para muchísimas cosas, nos tuteamos, ella me entiende más que nadie y comprende cuando quiero estar solo, cuando me siento mal, cuando quiero romper algo; ella conoce cada movimiento que yo hago, cuando miento, cuando me avergüenzo, cuando me burlo. Por eso es que la cuido tanto y soy muy cargoso con ella, porque es lo único que sé que me puede salvar de entrar en varias crisis grandes.

Y como siempre algo o alguien tenía que interrumpir, porque el celular me comenzó a vibrar en la mesa de luz mientras por fin me sentí cómodo en la posición que estaba para roncar en un sueño profundo sin que nadie me despierte.

—Valentín, estoy durmiendo, flaco.— fue lo primero que dije al despertar.— ¿Qué querés?

—Escuchame, ¿tenés plata?— pregunta agitado, cosa que me preocupó.

—Eh, si.— respondí ahora serio.— ¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Le rajaron un tiro a Daniel en el abdomen.— informó.

—¿Cómo?— consulté de nuevo.

—Lo encontraron en un callejón, y al último que vieron en la calle es al amigo de Martín, Federico.— argumentó.— Lo tienen que operar, pero los viejos no quieren pagar nada.

—¿Cómo no van a querer pagar nada? Es su hijo...

—No sé, Mateo, no sé por qué no quieren pagar.— interrumpió enojado.— Venite rápido a Liniers.







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NOO RIP DANI??????

bueno chikis, no puedo creer que ya la novela tenga 10k de vistas y 1,3k de votitos. posta que muuuchas gracias las tkm cirujas. se merecen maratón.

dared; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora