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Mateo

Brindo por esta vida chueca

Porque mi vida es como una fiesta.

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MARATÓN 1/3

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—¿Cómo que te bajas, negro?— pregunta confundido y a la vez enojado Daniel mientras salíamos a la par con el ojiazul.

—Ya le dije, pero no afloja ni de mambo.— acota mi amigo apoyando uno de sus brazos en mi hombro.— Yo igual tengo ganas, che.

—No, ya ta'.— frene la charla.— No me quiero meter en quilombo, ya bastante con lo que pasó hoy.

—Loco, qué pendejo.— se queja Daniel y yo lo miré fulminante.— Bueno, un chiste.

—Me voy porque mi vieja me necesita.— golpeé ambos hombros y mis amigos me saludaron con un apretón de manos.

Salí de los pasillos del colegio para irme directamente a la salida de la misma institución; estaba cansado hace rato y me olvidé de tomarme un ibuprofeno a la mañana para que se me pase un poco el dolor del cuerpo, por ende estaba el doble de peor que ayer por la noche. Dejé de pensar en esa cagada y me enfoqué en la calle que la acabé de pisar, seguí el rumbo para la esquina del colegio donde casualmente se encontraba Paloma a mi vista, pero no sé si tendrá ganas de hablar después de lo que pasó, yo sé que ella está un poco enojada conmigo.

—Ma, ya te dije que fui a la casa de Ro. Te lo juro.— insiste la castaña hablando por teléfono, con se supone su mamá.— Pero es que la madre... No te estoy mintiendo... Te estoy diciendo que... Bueno, está bien.— bufó dejando la llamada de lado para después guardar el celular en el bolsillo de su mochila con bronca.

—Epa, 'tas media enojada vos, che.— me acerqué hacia su lado y ella se ríe negando con la cabeza.— ¿Peleas con la vieja?

—Sí, bueno. Algo.— retiró lo dicho.— Yo le había mentido de que me fui a la casa de Rocío en vez de la tuya, porque quería ella que me quede ahí. Pero como Ro no podía vos habías sido mi única salvación.— echa un suspiro.— No sé, perdoname.

—No, todo bien.— alcé las cejas.— Mal ahí, ¿qué vas a hacer?

—Ni idea, seguro me castigan y me dejan sin salir de joda, andá a saber que me van a poner.— dice indiferente elevando ambos hombros.

—Ay, ella y sus jodas de milis.— bromee y conseguí que Paloma me mire mal, pero se le escapó una risa.

—Bue, tampoco así.— argumenta mordiendo su labio inferior.— Seguramente ya saben que me fui con vos porque me tienen re controlada, pero si me dicen que me deje de juntar con vos, ni en pedo les hago caso.

—Ajá, ¿y por qué no les harías caso?— interrogue mientras ponía mis manos en el bolsillo de mi pantalón.

—Es que es simple, ellos no son quienes para decirme con quién me tengo que juntar y con quién no.— relame sus labios, y por un instinto mío el cual me pareció extraño, miré esa acción.

—Pero yo soy un re cualquiera, Pachu...

—Yo no amo a un cualquiera, anota eso.— interrumpe y mi pulso quedó totalmente intacto, no sé si yo lo malinterprete, pero acabé de escuchar un te amo sin decirlo de su parte.— Ay, Mateo, ¿dije algo malo?

—¿Eh?— pregunté sin prestarle atención.— No, bueno, no así. Va a sonar medio virgen.

—Al punto.— me reta mirándome.

—No, nada.— le reste importancia a lo que dije.— Yo también te amo, Palo.— le sonreí y ella dio el primer paso para abrazarme, algo que me alivió bastante.— ¿Querés que te acompañe a tu casa o vas sola?

—Me pasa a buscar un amigo, Nico de llama.— informa.

—Ah, mirá vos.— hablé serio observando para otro lado así no se me notaba la bronca que me acabó de agarrar. No sé ni cómo ni por qué, pero me dio bronca.

—Che, no te me enojé'.— toca mi hombro para tranquilizarme.— Es el hijo del anterior matrimonio de mi viejo.— aclara con risas de por medio y yo me quería morir por dentro, quedé como un pelotudo por su hermanastro.

—Uh, perdoname.— rasque mi nuca nervioso.— Hoy estoy medio estúpido.

—Todos estamos medio estúpidos.— asiente sarcástica.— Che, no te pregunté, ¿qué hablaron con el dire?

—Me sancionaron.— frunci el ceño y la castaña abrió los ojos de par en par, quedando sorprendida.— Hasta el viernes no me dejan entrar.

—Pero boludo, es una joda esto.— hizo montón con la mano.— Mañana hablo...

—No, no te metas en quilombo vos también.— negué acariciando su pelo.— ¿Ese flaco de allá no es el chabon que te viene a buscar?— señalé con la mirada a un pibe que acababa de estacionar en la otra esquina del colegio, ella se dio vuelta y asintió poniendo de nuevo su mochila en uno de sus hombros.

—Bueno, nos vemos mañana entonces.— me miró de reojo sonriendo y yo me acerqué hacia ella para darle un beso en la mejilla, lo cual aceptó con gusto.

Igual, hubiese querido en otra parte.

—Dale, te me cuidas, lora.— la señalé con el dedo índice y ella niega, una vez más riendo. Veía cómo se alejaba de a poco y no tuve más remedio que irme yo también.

Suspiré y me di vuelta para comenzar a caminar en dirección a la parada del bondi que estaba a menos de cinco cuadras, igual me gustaba mucho caminar, me despejaba con el poco ruido que había. A lo lejos pude observar a un sentado en una esquina, mientras fumaba, traté de esquivar el pensamiento de que si pasaba por al lado de él me iba a afanar, pero era imposible. Con todo el valor que contuve en el momento, contuve la respiración y pasé a un costado de él tratando de demostrar que no les tenía miedo, pero por dentro estaba cagadisimo hasta las patas.

—Amigo, ¿tené' hora?— me pregunta casi a los gritos a medida que el wachin se paraba de donde estaba. Yo cerré los ojos ya cansado y sabiendo lo que me esperaba.

—No, pa' . No tengo nada.— dije rápido y proseguir a caminar sin esperar respuesta.

—Pero no corrá', no te vamo' a hacer nada.— dice uno los gritos, en ese momento lo único que hice fue ver toda la calle de reojo, no había nadie y estaba nublado, casi oscuro.— 'Cuchame. Ahora te quedas callado y me das todo lo que tengas que valga tuca.— se acerca y saca una navaja, apoyándola contra mi espalda.

—No tengo nada, te lo juro.— aseguré en susurro y de a poco, el chico de la navaja me la incrustaba más profundo de a poco, empezando a sentir cómo la punta rozaba el costado de mi abdomen.

—A mí no me vengá' con el cuentito de que no tenés nada. Así que me das tu celular, tu billetera, tus llantas, todo.— ordena y no tuve más remedio que sacar mi celular disimulando que se lo iba a dar, pero cuando más me libre de él, le pegué un codazo en su estómago e inmediatamente me di vuelta para sacarle el utensilio que usó para intimidarme.

Me abalance hacia al chorro y tomé las manos del chabon para llevarlas atrás de su espalda, tal como si lo estuviese arrestando como auténtico policía.

—Pará, amigo...

—Ahora vos cerras el culo y me escuchas.— apreté la navaja contra la misma parte que él me atacó.— Si no querés que llame a la yuta, te paras y salís corriendo de acá antes que te raje esta mierda que tenés por la pija, ¿'tamos?— argumente entre dientes y este asiente, para luego pararse mientras yo lo soltaba.

—A mí no me hablas así, pelotudo.— dice una vez que me di vuelta, suponiendo que ya se había ido. Lo miré ya con bronca y vi apenas que el piraña sacó un arma de un tamaño común, disparando del gatillo.

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nOo el gatillo

dared; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora