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Mateo

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Me desperté más agitado de lo normal y me senté con rapidez en la cama, me costaba respirar y, por segunda vez, revisé todo lo que me rodeaba alrededor de reojo. Eran las tres y media de la mañana, muy tarde para maquinarme eso.

Se me dio el instinto de prender la televisión y mirar todos los canales, uno por uno. También revisé mi celular por si tenía mensajes relacionado con lo que soñé, o si alguien me había llamado. Entré a todas mis redes para ver si alguien habia dicho algo o si solo estaba delirando, le envié más de cinco mensajes a Paloma preguntándole si estaba bien, y por suerte me llegó una llamada de ella.

—Hola, Matu.— habló una voz ronca del otro lado, y me tranquilice al saber que se trataba de ella.— ¿Qué pasó que me mandaste tantos mensajes?

—La concha de la lora, qué cagazo me pegué.— exhale aliviado tirándome de vuelta a la cama.

—No sé ni que hora es, pero me da miedo que me hayas insistido así.— rió por lo bajo a medida que se echaba un bostezo.— ¿Por qué me preguntaste si estaba bien?

—Nada, soñé algo re feo.— informé y por momentos sentí cómo el alma se me volvía al cuerpo.— Pensé que palmaste.

—¿Eh?— se sorprendió la morocha.— No, mi vida. Yo 'toy más viva que Mirtha.

—Sabés por qué soñe lo que soñé, ¿no?— interrogue y ella se quedó callada.— Porque te extraño, turra.

—Bueno, queda una semanita más y ya nos vamos a ver.— se alegró y yo reí.— Yo también te extraño, pero es feo escuchar que vos soñaste que morí, muy raro.

—En realidad te asesinaban.— corregí.

—¡Ay, Mateo!— se quejó haciéndome echar una carcajada.— Qué boludo que sos, cómo vas a soñar eso, tarado.

—Perdón.— bajé la mirada.— ¿Podes venir a La Boca y abrazarme para curarme porque me preocupé de que ya no te iba a ver nunca más? Es para un trabajo práctico.

—Pero no digas eso, flaco. Me hacés mal.— me retó, cosa que me motivó a molestarla un poco más.

—¿Y entonces por qué me dejas solito?— insistí y Paloma bufó cansada.— Decís que no te gusta verme mal y me dejas acá tirado.

—Me voy a sentir culpable, cortala.— lloriqueó.

—Deberías. En fin, la hipocresía.— finalicé acostandome de vuelta en la cama mientras me tapaba hasta el cuello.— Mentira, te amo.

—Sos re malo, ahora no te llevo chocolates y me los morfo yo.— dice orgullosa.

—Vos llegas a hacer eso y olvidate que existo, Paloma.— advertí.

—¿Por qué me decís Paloma? Parece que te enojaste.— argumento bajando la voz.

—No, perdoname.— susurre arrepentido.— Bueno, te dejo descansar así no te levantas tarde.

—Ay, él me cuida.— se emocionó con voz tierna.— Descansa, turro.

—Cuidate, Pachu. Te amo.— dije y después corté la llamada, con una sonrisa en el rostro al saber que estaba bien.

Apagué mi celular y lo dejé en la mesita de luz cargando, mientras que otros se la pasaban en jodas, yo me la pasaba durmiendo como si el mundo solo se tratara de eso, dormir.

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Me senté en la chapa de la terraza y guardé mi celular en el bolsillo de mi campera, también dejé de lado el fernet con coca y abrí el paquete de papas fritas que me compré hoy a la tarde.

dared; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora