Mephisto waltz.

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Sucedió en Inglaterra, en el otoño de 1816.


Fue durante una tranquila noche de luna llena, cuando una oscura figura tomo forma bajo la luz pálida. Era un hombre alto, y de complexión delgada, vestía sus mejores galas, de un negro puro, en orden con la moda actual de la clase más noble. El detalle más sobresaliente en su atuendo, se encontraba en su rostro, donde llevaba unos pequeños anteojos con cristales oscuros, para ocultar sus ojos, era un accesorio inusual pero un gusto comprensible para un noble, rico y excéntrico. Tenía la impresión de dirigirse hacia un evento importante, con un andar arrogante, mientras silbaba una juguetona melodía.


Era una ilusión tentadora, el mismo diablo en persona.


Y sin afán de ser irónicos, Crowley, era en efecto, un demonio.


Entre los duques y príncipes del infierno, Crowley tenía una reputación, gracias a su talento demoníaco para tentar a los humanos. Todos los grandes desastres en la historia de la humanidad que resultaron en guerra, hambre y muerte se atribuían a él.


Francia fue su obra más reciente, una sangrienta revolución, un festín de muerte y atrocidades monstruosas, con la que aseguro su favorable posición en el infierno.


Cuando la paz regreso, un nuevo siglo comenzó, y Crowley aprovecho la ocasión para dormir en sus laureles.


Había pasado poco más de una década desde entonces, ahora Crowley estaba despierto, y listo para su próxima gran obra. Ya había elegido el lugar donde comenzaría.


- ¡Ah, aquí es!- Exclamo con un entusiasmo casi infantil, mientras contemplaba la mansión que se alzaba ante sus ojos. Era una edificación de buen tamaño, su estructura parecía firme a pesar de que su diseño revelaba al menos un siglo desde su construcción. Estaba rodeada por abundantes arboles, coloreados en matices amarillos y naranjas, era una imagen encantadora.- La humilde morada de la familia Fell.


 Se dirigió hasta la entrada, donde esbozo una sonrisa al ver que la puerta estaba cerrada. Según los protocolos que había aprendido de los humanos, una vez que la puerta se cerraba, nadie más seria bienvenido, la impuntualidad no era algo para alardear, mucho menos si no tenias invitación, pero a Crowley no le importaba seguir los protocolos. Solo tuvo que chasquear sus dedos, y la puerta se abrió.


Una vez adentro, percibió una gama de aromas combinados que viciaban el aire, dulces, ácidos y otros cuantos desagradables. Los perfumes eran un lujo y también una necesidad, tomando en cuenta el nulo interés de los humanos sobre su higiene personal. La peste podría hacer una entrada triunfal en cualquier momento.


 El ingenio humano era interesante, pero muchas veces superficial, porque ningún perfume podía engañar el excelente olfato de Crowley, y sonrió al darse cuenta de que la población humana seguía conformada en su mayoría, por Betas. Pero no corrió ningún riesgo y libero sus feromonas Alfa, para marcar su dominio, de esa forma previno cualquier molestia indeseada que pretendiera atravesarse en su camino. Se paseó por los elegantes pasillos de mármol, dejando que su nariz lo guiara, hasta el gran salón, y tras cruzar las grandes puertas de madera una alegre melodía le dio la bienvenida. Observo a una gran multitud de personas luciendo sus mejores galas, había hermosas mujeres con amplios vestidos de encajes costosos y flores de temporada, hombres con trajes elegantes y modales perfectos. La recepción también era excelente, decoraciones lujosas, mesas repletas de exquisita comida, botellas de buen vino, y una pista de baile, ambientada por una orquesta que tocaba valses de Viena.


 - Una boda.- Tarareo, mostrando una blanca sonrisa de dientes puntiagudos y maliciosos.


Se integro en la multitud fácilmente, valiéndose de su atractivo natural para deslumbrar a todos con su imponente presencia. Primero se dirigió hacia las distinguidas damas y hombres jóvenes, sonriendo y coqueteando, consiguiendo todas sus atenciones, sin importar su estado civil; soltero o casado. Se sintió complacido cuando percibió la envidia y los celos de otros, sus miradas molestas y sus gruñidos impotentes. A Crowley le gustaba eso, era divertido ser la tentación que creaba el caos y discordia, entre esos simples Betas que jamás tendrían el valor suficiente para enfrentar a un Alfa como él. A menos que quisieran ser rebajados y humillados.

As the world falls down  [GoodOmens]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora