Feeling.

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Había sucedido sin que se diera cuenta.


Mientras caminaba a su lado, en cada comida agradable, en sus largas conversaciones, en cada mirada y sonrisa. En el calor del cuerpo que necesitaba de él, en cada caricia que despertaba el deseo natural de unirse y crear juntos algo nuevo y prohibido.


Y de repente lo escucho llamarle con palabras cariñosas, también para hacerle peticiones caprichosas y adorables. Comprar un libro raro que definitivamente no era lectura adecuada para un ángel del cielo, postres dulces, ropa nueva, o simplemente su compañía para reposar en la cama, nunca pudo negarse. Nada era imposible, si de esa forma lograba hacer sonreír a su ángel.


Lo admiro durante noches silenciosas, en cada obra a la que no ponía atención, en cada cosa insignificante y hasta estúpida que le arranco una carcajada sobre excitada. Y el tiempo paso, años y más años, en los que no podía dejar de acariciar las mejillas suaves que se ruborizaban y el cabello esponjoso como las nubes. Se hizo adicto al aroma dulce de omega, mientras se combinaba con la cocoa caliente que tanto disfrutaba y las páginas de libros viejos entre los que vivía. Y eventualmente, sintió que había recuperado todo lo que había perdido.


Su ángel, su omega, suyo y de nadie más.


Apasionado, deseoso, posesivo y desesperado, emociones intensas que se concentraron en algo desconocido, demasiado pesado para ignorarlo, agradable para disfrutarlo, y frustrante para odiarlo.


Pero se negó a aceptar lo que era, hasta 1832.


Fue durante una noche de teatro, la última función de un viejo clásico que nunca pasaba de moda. Romeo y Julieta.
Crowley conocía a Shakespeare, y no solo por sus obras, literalmente había asistido a The Globe, cuando casi nadie estaba listo para apreciar las tragedias de un hombre con tanto misterio y secretos. Observando el presente se preguntaba de donde había surgido la repentina fama de William y sus obras, ¿Algún tipo de milagro?


Personalmente, prefería la ópera bufa, y por eso no había tolerado del todo la primera puesta en escena de Hamlet. Entonces, esa era razón suficiente para no darles una oportunidad a Romeo y Julieta.


Por supuesto, las cosas habían cambiado desde que Shakespeare había muerto.


"Hay para mí más peligro en tus ojos, que en afrontar veinte espadas desnudas."


Y ahí en el palco principal, mientras apreciaba la mirada soñadora en el rostro de Aziraphale, escucho lo que necesitaba con desesperación.


"El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes. ¿Qué más es? Es una locura muy sensata, una hiel que ahoga, dulzura que conserva."


Amor, esa cosa que los humanos tanto anhelaban y maldecían.


Por supuesto, no podía ser posible que un demonio tuviera sentimientos, al menos ninguno que fuera diferente al odio. Todos estaban de acuerdo en ese aspecto, el infierno, el cielo y hasta los humanos.


Pero también se suponía que no debía ser posible que un ángel y un demonio pudieran vincularse, o que un ángel tuviera periodos de celo, y que él, siendo un demonio no se aprovechara de esa vulnerabilidad para mancillar la santidad de su omega. Y sin embargo ahí estaban, riendo juntos, y disfrutando de los placeres mundanos desde 1816.

As the world falls down  [GoodOmens]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora