Era una noche fría en las calles desoladas de Salt Lake city, no había forma de que no fuera a coger una gripe por estar afuera con este clima. Todo era gracias a que el profesor Davis me dejara trabajo extra solo por haber llegado tarde a su clase; realmente no tenía la culpa. Esta mañana me había levantado temprano a hacer el desayuno para todos, desayuné con mi madre y al ver sus ojos suplicantes me quedé un rato más. Como era de esperarse, llegué tarde a la escuela. Mi existencia a los 17 años se basa en tener que cuidar de una madre al borde de la muerte, estudiar para rendir los exámenes de último curso y una cantidad exagerada de trabajo fruto de mi "irresponsabilidad" según Davis.
Desde que mi padre nos dejó hace un año he tenido que tomar la responsabilidad sobre mi madre y mi hermano con la ayuda de Sarah, mi hermana mayor que prácticamente se había convertido en una madre para nuestro pequeño Dylan y para mí. Había pensado que mi madre era una mujer fuerte; cuando era pequeña ella era mi modelo a seguir por tener un gran trabajo como editora en jefe del periódico local, un esposo amoroso y tres hermosos hijos. Pero al parecer los hijos no pesan sobre un compañero de vida. Mi padre murió, pero mi madre se está yendo con el.
Unas risas estruendosas me sacaron de mis pensamientos y dejé de patear la piedra que me había acompañado la mayor parte del camino. En la esquina de la cafetería del viejo Joe estaban dos personas muy cariñosas; un par de manos recorrían partes que no deberían recorrer en público y el sonido de los besos un poco subidos de tono me llamó la atención.
Traté de divisar bien a pesar de la escasa luz en la calle, y al ver los rostros de los enamorados me quedé con la boca abierta. Sarah y Vlad Brown estaban casi comiéndose la boca y yo no podía apartar la mirada.
Vlad Brown era fácilmente el chico más lindo y caliente que había visto. Su cuerpo era atlético; con sus 1.82 de altura y toda esa piel canela. Tenía que estirar mi cuello hacía arriba para mirar esos impresionantes ojos verdes y su cabello castaño. Estaba estudiando medicina y sobresalía en todo lo que hacía. Era como el hijo que todos los padres querían tener y el yerno que también deseaban. Era perfecto rayando lo irreal. Realmente lo de Sarah y Vlad no me sorprendía tanto, yo sabía que Sarah se moría por él y con mucha razón, sin embargo, nunca me imaginé espiándolos en un momento tan íntimo.
Espera...ellos son los que se están casi comiendo aquí en público, por dios. Es hora de escapar Eli.
Desvié mi mirada hacia otro lado y estaba a punto de tomar otra ruta hasta que escuché el sonido de alguien gritando mi nombre.
— ¡Eli!
Demonios. Me giré para ver a Sarah moviendo su mano repetidamente, saludándome e invitándome a acercarme a ellos. Obviamente ya no estaban montando un espectáculo como hace unos minutos.
Mientras me acercaba podía ver a mi hermana con la blusa un poco subida y el cabello de los dos yendo en todas las direcciones, desarreglados. No sabía cómo comportarme después de presenciar su escena. Esperaba que el sonrojo que empezaba a sentir en mi cuello no me delatara.— ¿Por qué tan callada Eli? Casi nunca cierras la boca, si hasta hablas dormida.
Gracias Sarah por exponer mis hábitos de sueño.
Le lance una mirada de “cállate”.
Sarah era mayor que yo por 3 años exactamente. Cumplíamos el mismo día. Siempre celebrábamos nuestro cumpleaños juntas, era nuestro día especial. Sarah era como mi alma gemela; nos entendíamos en una forma inexplicable, aunque fuéramos lo más opuesto a la otra. Yo era fácilmente la más impulsiva y nunca sabía cuando callarme. Sarah era tranquila y reservada. Yo la impulsaba a hacer las locuras y ella era la que frenaba mi acelerada mente. Ella era hermosa al estilo clásico; tenía esa dulzura que te hacía quererla al instante. En cambio, yo era más de esas personas de las que te querías reír todo el tiempo debido a que era demasiado torpe para mi propio bien.
—Hola Elizabeth, ¿Cómo estás? —. El siempre tan educado Vlad me regaló una sonrisa medio amigable, medio apenado.
Sospechaba que sabía que los había observado besándose.—Bien, sólo estaba yendo a casa después de que el profesor Davis me dejara una cantidad demoniaca de trabajo solo por llegar tarde a su clase. ¿Sabes? A Davis le hace falta un buen revolcón para dejar su cara de amargado.
Sarah y Vlad compartieron una mirada.
—Nada como un poco de acción para subir el ánimo, ¿no? —. Dije y al instante me arrepentí. Yo y mi gran boca.
Sarah y Vlad soltaron una gran carcajada. Sarah se despidió dándole un beso en la mejilla y le dijo a que se iría conmigo a casa. Vlad se despidió de mí con un “Adiós, cuñada” y un guiño. A mi corazón le dió un mini infarto.
Oh, Sarah eres una maldita afortunada.
Cuando nos acercábamos a nuestra casa me fijé en que Sarah tenía algo en las manos y lo apretaba fuertemente contra su pecho.
—¿Qué es eso? —. Pregunté.
Abrió la mano mostrándome lo que parecía ser un llavero de una margarita, era muy hermoso.
—Vlad me lo regaló, es hermoso, ¿no te parece?
— ¿Por qué no me habías contado de este logro tan mundial? Tú y Vlad juntos. Joder mis sobrinos serán preciosos —. Dije pasándole un brazo por encima de su hombro y riéndonos.
Tengo varios recuerdos con Sarah a lo largo de los años. Hemos sido inseparables desde que nací. Mi madre solía molestarnos diciendo que estábamos unidas por la cadera; tenía razón. Sarah fue la que me enseñó a montar en bicicleta, me enseñó a patinar, me enseñó a disfrutar de las películas viejas. Me enseñó cosas sobre la vida que quedarían para siempre en mi memoria. Me enseñó que la risa es lo mejor para los días malos, que el helado sabe mejor con papas fritas. Ella y mamá me enseñaron que ningún chico podía hacerme sentir inferior solo por ser una chica, que tenía mucho que ofrecerle al mundo. Sarah fue la mejor hermana mayor que pude tener y pudo haberme enseñado más cosas si no hubiera estado en ese fatídico accidente. Extrañaba a mi hermana desde el momento en que un conductor imprudente la atropello y se la llevó lejos de mí.
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Bajo mi piel✔️
RomanceElizabeth Hill tiene claro lo que desea en su vida: ayudar a los niños del orfanato a conseguir un hogar, desayunar con sus mejores amigos todos los miércoles y conservar la poca familia que le queda. Zack Jensen no necesita más en su vida que el bo...