El césped bajo mis zapatillas estaba húmedo, pantanoso, debido a la lluvia de la noche anterior.
No solamente la gran tormenta me había mantenido despierta toda la noche. No dejaba de pensar en qué había algo muy raro. ¿Cómo no había caído en cuenta de ese pequeño detalle en todo este tiempo?
Fácilmente era muy distraída.
Bueno, bastante distraída.
Pero de igual forma, nunca pregunté por ese llavero, algo que Sarah llevaba a todas partes. También lo llevaba esa noche sin falta. Sólo que no estaba entre sus cosas cuando encontraron a Sarah.
Pudo haberse perdido en el impacto.
O él pudo tomarlo.
¿Pero para qué?
No encontré ninguna respuesta a mis preguntas, lo cuál me hizo rodar sobre mí cama toda la noche. Por lo tanto, tenía unas enormes ojeras que tuve que ocultar bajo unas gafas oscuras.
Y gracias a Dios que lo hice, porque ahora, mientras estaba parada frente a la tumba de Sarah, el potente sol me estaba empezando a dar dolor de cabeza. La tumba de Sarah se encontraba al lado de la de nuestros padres. Y aunque no era el aniversario de muerte de ninguno, venía aquí a veces, cuando me sentía perdida.
Me agaché hasta quedar frente a la lápida de Sarah, importándome un pepino que mis jeans se ensuciaran con el barro.
—¿Cuándo acabará todo esto? —. Dije a la nada, tampoco es que me preocupara que me tacharan de loca, porque primero que todo, ya lo estaba. Y en segundo lugar, el cementerio estaba casi desierto a excepción de una pareja de ancianos a varios metros de dónde estaba.
—Ya no sé que esperar de todo esto — suspiré —, quiero encontrar al que te puso ahí, al que te quitó todo lo que querías, así, de repente. Sabes que siempre me he hecho la valiente. Cómo cuando mataba a los insectos de la casa y todos corrían despavoridos por el pasillo — me reí —,hasta papá lo hacía. Pero en realidad estaba asustada de que el bicho me comiera, y sé que soy más grande y blah blah blah. Se siente así justo ahora, ha venido por mí, y a pesar de que he luchado, tuve miedo. Por mí y por Dylan.
Me fijé en la tumba de mis padres.
—Dylan es ahora todo un galán como tú papá—– coloqué una de las flores que había comprado en la entrada, en su lápida —, pero tiene el carácter de mamá.
—Sigo sin entender como no me parezco a nadie más que a la abuela — bufé —, tal vez un poco a Dylan, pero menos cabezota.
El viento golpeaba mis mejillas, y rápidamente limpié la solitaria lágrima que cayó por mi barbilla.
—Los extraño — susurré, los extrañaba mucho, cada día —, quisiera que estuvieran aquí ¿Sabes mamá? Ahora soy mejor cocinera de lo que hubieras creído, gracias a Zack.
Podía imaginarme a papá sacando su escopeta porque algún “niño” se acercó a su Elizabeth.
—Él te hubiera agradado, tienen el mismo sentido del humor — mi padre siempre fue un bromista, y lo era aún más con mamá, creo que esa era su técnica de seducción —, además, cocina de maravilla.
Un estremecimiento me recorrió entera, y esa sensación extraña que tenía cuando sabía que me estaban observando, me alertó.
Giré mi cabeza hacia mi lado derecho y me encontré de lleno con la figura de un hombre, muy cerca de mí.
—¡Mierda! — el susto me había hecho caerme de culo, lo que hizo que mis manos todavía lastimadas, se llenarán de barro cuando intenté levantarme —. ¿Quiere matarme de un susto?
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Bajo mi piel✔️
RomansaElizabeth Hill tiene claro lo que desea en su vida: ayudar a los niños del orfanato a conseguir un hogar, desayunar con sus mejores amigos todos los miércoles y conservar la poca familia que le queda. Zack Jensen no necesita más en su vida que el bo...