Capítulo 1 - [II]

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Con la suavidad de una pluma Yoongi se dejó caer con cuidado desde el alfeizar de la ventana de la habitación de Taehyung, cayendo justo en donde debería estar su supuesta casa, esa que el chico pelirrojo y su familia creían ver desde que él había cumplido una edad adecuada para presentarse en su vida de forma directa en lugar de mantenerse silenciosamente a su lado, como hizo hasta los siete años.

El aire frío de la mañana golpeó su cuerpo aún cálido por el calor humano de Taehyung, y mientras se alejaba lentamente calle abajo se dijo a sí mismo que no debía olvidar usar ropa más abrigada ahora que todo el mundo había comenzado a sacar los abrigos y las bufandas, siendo ya mediados de octubre. A pesar de los años, él seguía sin acostumbrarse al clima de la Tierra. Siempre estaba demasiado frío o, por el contrario, demasiado caliente, y las pocas veces que parecía haber un equilibro, éste no gozaba en lo absoluto de la perfección de su Cielo.

Debía finalizar el trabajo que había encomendado su profesora de Obras Fundamentales de la Filosofía Moderna si quería tener el resto del fin de semana libre. Estudiaba Filosofía en la Universidad Nacional de Seúl, en donde Taehyung cursaba el doble grado de Composición Musical y Formación Artística, es decir, instrumentos de orquesta. Ambos estaban a un semestre y medio de graduarse y, a pesar de que Yoongi ya había perdido la cuenta de todas sus carreras universitarias, aquella era la primera vez que realmente estaba emocionado por terminar una, por mucho que la tesis le estuviera desgastando el alma y la vida. 

Si había algo que le gustara de los seres humanos, esa era su filosofía, su historia del conocimiento y del pensamiento. Aún no sabía cómo era que nunca había estudiado aquello. No era que estudiar fuera lo que más lo apasionara en el mundo, pero tampoco tenía muchas otras opciones.

La primera vez que uno de sus humanos asignados había tenido la oportunidad de asistir a la universidad, hacía alrededor de un siglo y medio, Yoongi había decido intentar pasar desapercibido susurrando un par de cosas en los oídos de la gente, pero aquella experiencia le había servido como una cruel enseñanza de que quien engaña sin necesidad pierde mucho más que quien es engañado. Su pobre alma no tenía descanso al haberse visto obligado a manipular decenas de personas y no sólo una vez sino constantemente, algo que ni siquiera se suponía que tenía permitido hacer.

Él disponía de sus capacidades especiales para situaciones de esa misma índole, como cuando le susurró al Taehyung de siete años que él se acababa de mudar a una casa que había justo junto a la suya, pero que no tenía por qué mencionárselo a nadie y, mucho menos, ir hacia allí. Era verdad que con el paso del tiempo había mejorado mucho a la hora de usar su susurro, situaciones que antes tenía que solucionar con veinte susurros diferentes ahora tenían suficiente con uno solo bien estructurado.

En cuestiones de dinero, sin embargo, su conciencia tenía que aguantarse. Sólo pagaba las cosas que recaían directamente en una persona, como era el pequeño ático alquilado en el que vivía desde que Taehyung había nacido y él se había tenido que mudar desde Alemania, en donde había estado su anterior ser humano asignado. Sólo tenía que comprar comida cuando estaba con alguien más para mantener las apariencias, pero la universidad, por mucho que quisiera, no podía pagarla por más horas que trabajara.

Para sus gastos, aunque pocos pero constantes, era dependiente de una gasolinera abierta durante las veinticuatro horas, siendo su turno siempre por la noche para poder estudiar y fingir que tenía una vida acorde a su edad aparente durante el día, aunque las noches del viernes y del domingo las tenía libres, tiempo que solía aprovechar de diferentes formas, aunque la mayoría de las veces se quedaba junto a Taehyung mientras el chico dormía, pecando al perder el tiempo pero ya demasiado acostumbrado a ello.

El tiempo ahí abajo era rápido, como si quisiera comerse a todo el mundo a su paso, y Yoongi había necesitado muchos años para acostumbrarse al hecho de que en un parpadeo podían irse horas enteras, y aunque había intentado no caer en el vicio humano de la vagancia, al final, irónicamente, el tiempo había podido con él. Yoongi se consolaba pensando que sólo eran unas cuantas horas a la semana, casi ni diez, pero eso en el Cielo era más de lo que podía recordar.

Cuando llegó al edificio en cuyo ático vivía entró sin saludar a ninguno de los tres vecinos con los que se cruzó a pesar de lo pronto en la mañana, adentrándose en su pequeña habitación pintada de blanco. No todo eran desventajas, solía pensar Yoongi. En la Tierra podía ser antipático sin que nadie lo mirara con desaprobación y extrañeza. A decir verdad, en la Tierra podía ser todo por lo que en el Cielo siempre lo habían juzgado, podía equivocarse, podía no ser tan perfecto como todos los demás ángeles. Ahí abajo no había algo tan sobrevalorado y estricto como la perfección, y para Yoongi, un ser nacido para ser perfecto pero con más defectos que cualquier otro, era como un pequeño paraíso.

Y, aun así, después de tanto tiempo seguía lamentándose por su Cielo perdido.

Ah, ¿qué clase de ángel era, sino podía cumplir ni una sola vez con su objetivo? Aún recordaba el pánico y la sorpresa que había sentido cuando, al cumplir cincuenta años humanos desde su nacimiento, presentó como Ángel del Amor en su ceremonia de categorización angelical. Él, que con suerte amaba al Creador.

Para el Cielo al completo había sido una sorpresa que el solitario y amargo Yoongi hubiera nacido para servir al amor, pero nadie se sorprendió cuando el pobre ángel falló estrepitosamente con su primera centena de seres humanos. Yoongi no sólo no era capaz de ayudarles a encontrar y mantener a su persona destinada, sino que muchas veces sus humanos asignados terminaban sufriendo lo inhumano o incluso muriendo como consecuencia extrema de su amor o, a veces, de su desamor.

Como Ángel del Amor, Yoongi era un verdadero fracaso. Como ángel en general, también. Y como ser humano, bueno, Yoongi hacía lo que podía. Había cosas que le desagradaban de los seres humanos, cosas que odiaba, que no entendía y que temía, pero también había algunas, unas pocas, que le gustaban. Para él, eran muchas más las desventajas que los puntos buenos, pero se aferraba a los segundos como se aferraba a sus alas para poder sobrevivir a su destierro.

Yoongi estaba a punto de finalizar su tercer siglo en la Tierra, y aunque ya le había cogido un cariño especial a Taehyung, él, como todos los anteriores, no parecía que fuera a ser la excepción a su maldición. Yoongi simplemente no conseguía ver una conexión de él con nadie, mucho menos había sido capaz de crear una con ninguno de los chicos con los que había salido a lo largo de su adolescencia. Yoongi sabía que Taehyung era muy joven aún, tenía tiempo para encontrar el amor, pero ya había pensado de esa forma con todos sus humanos anteriores, y, además, el pelirrojo, así como la mayoría de sus pasados asignados, parecía casi depender del amor, del cariño y la pasión que brindaba una pareja. Era como si lo necesitara para ser feliz, como si no le bastara con el amor de su familia, sus amigos y él mismo, un tipo de amor que Yoongi sí era capaz de proporcionar y mantener con más facilidad.

Y se había esforzado, él realmente lo había hecho, eso que Taehyung resumía en frases como "no es para ti" eran en realidad días y días en los que Yoongi le daba mil vueltas a las relaciones del chico sin encontrar un sólo vestigio real de lo que era el verdadero amor, a veces ni siquiera veía algo más que atracción sexual y, como mucho, cariño.

Y cuando pasaban meses e incluso un año y Yoongi seguía sin poder ver nada, mucho menos crearlo, le resultaba imposible no culparse de la tristeza de Taehyung cuando lo que sea que hubiera se terminaba, porque la verdad era que si su Ángel del Amor fuera cualquier otro menos Yoongi, lo más probable era que él ya hubiera encontrado a su persona especial, esa que tanto ansiaba.

El problema era Yoongi, no Taehyung. Siempre lo había sido, por algo estaba en la Tierra.

Ángel del Dolor y el Error - KookGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora