Epílogo

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Eran tan diferentes... Pero tan parecidos. Era increíble, ciertamente doloroso por los recuerdos que traía, pero tan mágico. Lo hacía sentir como si nunca lo hubiera perdido... Como si Jungkook estuviera presente en la forma en la que Jia Zen movía el pincel sobre el lienzo lleno de color, tan diferente al carboncillo negro que había usado Jungkook toda su vida, pero igual de hermoso... el mismo arte. El mismo artista.

Y así, siempre... y nunca. Porque, cielos, a veces Yoongi era realmente incapaz de entender como Jia podía tener la misma alma que había tenido Jungkook. Tan diferentes... Jia era alegría, y Jungkook había vivido más de la mitad de su vida sumido en la tristeza. Jia era emoción casi infantil, risa, creatividad, espontaneidad ... Pero también cierta insolencia, una arrogancia peligrosa y que muchas veces no sabía manejar. Era impaciencia, deseo de atención, celos y caprichos. La sonrisa de arrogancia fingida y burla constante que había curvado los labios de Jungkook, en Jia era irritante, pero tan... Bien, Yoongi sabía que no era correcto, pero esa superioridad con la que Jia solía mirarlo era tan injustamente atractiva que dolía. Y, pese a eso, era tierno... año tras año había perfeccionado el arte de la manipulación con un par de parpadeos. La forma en la que hacía sobresalir su labio inferior cuando quería algo que Yoongi no pensaba darle era totalmente impensable en Jungkook... Pero la certeza de tener un poder absoluto e irremediable sobre el Arcángel definitivamente les pertenecía a ambos. Eso debía ser cosa del alma... la muy condenada.

La mayoría de las veces era sencillo saber cuando algo era del alma, esas sutilezas que incluso bajo el manto de la purificación el alma recordaba y dejaba entrever. Jia Zen sentía pánico por el fuego, y adoración por las alas. La primera vez que Yoongi lo vio dibujando un par de alas grandes y oscuras, replegadas, en uno de sus cuadernos del colegio, Jia tenía siete años. Le preguntó por qué lo había hecho, y el niño dijo "no sé... me gustan". Y de repente estaban por todas partes, con ocho años, con doce y con veinte, en hojas sueltas de sus cuadernos, trazos simples y a lápiz, o en lienzos enormes, detallados y absurdamente realistas, preciosos.

Yoongi vivía para ver las obras de arte que hacía el muchacho. Vivía para ir a sus exhibiciones en la universidad, y para sonrojarse cuando el pelirrojo lo presentaba ante sus compañeros como "su novio", así, con orgullo y sus manos entrelazadas. Vivía para escuchar sus berrinches cuando por algún percance celestial no podía bajar a la Tierra en más días de lo usual, y para conseguir sus disculpas a base de besos. Vivía para regañarlo por ser tan celoso y caprichoso, y para abrazarlo mientras dormía. Y lo amaba, y todo el Cielo lo sabía. Cada ángel que hacía siglos lo había despreciado, ahora admiraba su valentía, conocía su dolor y festejaba su dicha. Ya no se sentía perdido junto a los demás Arcángeles, y el Cielo, así como la Tierra, había vuelto a ser su hogar. Y lo amaba. Con su blancura impoluta, su perfección y su soledad. Y lo amaba, con sus rizos pelirrojos, sus ojos tan expresivos y su impulsiva pero bonita forma de quererlo. Yoongi los amaba, así como en su momento lo amó a él... a Jungkook, que le había dado todo, todo lo que cuando no era más que un ángel perdido había ansiado... todo lo que había necesitado, y más, mucho más.

Un pasado perdido. Un propósito. Una nueva vida.

Un amor eterno.

***

No le hizo falta leer los pequeños carteles blancos con el nombre del autor de cada colección expuesta, él siempre reconocía las obras de su ya no tan pequeño artista, sus trazos perfectos y llenos de un amor incomparable por su trabajo. A pesar de aquello, el Arcángel se sorprendió cuando comenzó a caminar lentamente a lo largo del pasillo cuya pared sostenía los lienzos de Jia Zen. El pelirrojo nunca lo dejaba ver previamente las obras que estaban destinadas a una exposición, decía que no podía tener privilegios "sólo por ser su novio", y aunque Yoongi confiaba plenamente en que aquello era sólo una excusa del chico para verlo usando traje, el Arcángel pocas veces se encontraba tan a ciegas respecto a su trabajo. Aquella era, de hecho, la primera vez que Jia no le había dicho ni una palabra al respecto, más allá de la fecha y el lugar de la exposición, y que era el trabajo final de su asignatura de Narración Visual, en el que llevaba trabajando todo el año, con lo que Yoongi ya esperaba encontrarse con una historia narrada a través de sus pinturas, pero jamás aquella.

Ángel del Dolor y el Error - KookGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora