Capítulo 13 - [II]

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Yoongi había esperado pacientemente mientras Taehyung terminaba de arreglarse para ir a la fiesta que había organizado la facultad de música antes de que todos se vieran envueltos en los exámenes y proyectos finales. Mientras el ángel caminaba hacia su casa se arrepintió de no haberle dicho al chico que lucía bien, pues conociéndolo seguramente se habría alegrado de que Yoongi se lo dijera. Se había puesto un jersey de lana blanca, de manga larga y cuello tortuga, una cazadora de cuero y unos vaqueros  negros que se ajustaban absurdamente bien a los músculos de sus piernas. Se había maquillado levemente los ojos con sombra oscura, además de que había organizado casi perfectamente cada ondulación de su cabello rojo.

Le mandó un mensaje, pues odiaba esa sensación de saber que tendría que haber hecho algo, incluso cuando ese algo era tan simple, y su corazón se tranquilizó cuando el chico le mandó una selfie aún dentro del taxi, con su sonrisa cuadrada, reluciente, un mensaje que ponía “gracias” en mayúsculas y flotaba junto a su cabeza, y un montón de corazones esparcidos por la fotografía. 

Como si el universo se hubiera alineado para ayudarlo, justo cuando pasaba cerca del Tower Palace Three su teléfono sonó, el nombre del Mensajero parpadeando en su pantalla. Contestó, y el ángel mayor le dijo que había llegado a Seúl, y estaba sentado en la azotea del edificio más alto de "todos esos de Samsung", textualmente.

-Baja a la calle. Estoy al frente. 

-Oh. Qué eficiente.

Yoongi se rió, curioso por la coincidencia, y esperó a que el hombre apareciera por alguno de los laterales de la Tower Palace G. Así lo hizo, vestido con una gabardina larga y marrón que lo cubría casi al completo y un sombrero que gritaba Inglaterra casi a los cuatro vientos. El cuerpo humano de Namjoon no lucía mucho mayor que el suyo, y aunque Yoongi no lo sabía a ciencia cierta, debía tener alrededor de treinta años. Era atractivo, con la piel canela y el cabello castaño claro no tan corto, pero tampoco tan largo. Era, también, muchísimo más alto que Yoongi, aunque prácticamente todo el mundo lo era. 

-¿Estás cansado? -le preguntó el pelinegro mientras ambos caminaban hacia el ático, lentamente alejándose del barullo que llenaba el centro aunque casi eran las doce de la madrugada. La magia de los viernes, supuso. 

-No me afecta tanto como a ti… Pero sí, hacía muchos años no volaba tan lejos. 

-Puedes quedarte todo el fin de semana y descansar…

-Pienso hacer turismo. Desde la última vez que vine han abierto muchos museos nuevos.
 
Yoongi se rió, tenía que haberlo previsto. Él y Namjoon se habían visto pocas veces desde la primera vez, cuando se cruzaron por error, por pura casualidad, pero ambos habían aprendido a conocerse, y el Mensajero, entre otras muchas cosas, era apasionado del arte humano en todas sus formas. 

-Te ves bien -le dijo el ángel mayor repentinamente, mientras giraban en la esquina que daba a la calle en la que estaba el edificio donde vivía Yoongi. -Más tranquilo. De hecho… creo que nunca te había sentido tan… feliz. 

Yoongi se sonrojó levemente y apartó la mirada del hombre, avergonzado. Odiaba no ser capaz de controlar sus reacciones, y que todo el bendito mundo fuera capaz de adivinar cómo se sentía con sólo mirarlo y escucharlo. Sí, estaba feliz, ¿y qué? No era para tanto. 

Entraron al edificio y, aunque Yoongi odiaba usar el ascensor, ambos subieron en él ya que Namjoon se notaba más fatigado y el pelinegro vivía, evidentemente, en la última planta.

-Este lugar grita tu nombre, ángel -murmuró Namjoon cuando ambos entraron en el ático, sus ojos yendo de un lado al otro de la estancia. -¿Cómo es que vives aquí hace veintidós años y sigue sin haber apenas nada? 

Ángel del Dolor y el Error - KookGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora