No quería irse, no ahora que lo había encontrado. Su corazón estaba cálido, completo de nuevo, y con sólo pensar en irse sentía como las grietas reaparecían, preparándose para volverlo a romper en pedazos.-Es cruel.
-¿Quién?
-El destino.
Sonrió, apretando más el abrazo con el que llevaba ya minutos aprisionando al muchacho que yacía a su lado. Tenía razón, el destino era cruel, pero ellos ya lo habían dominado. Habían comprendido cada entramado, y se habían posicionado por encima de cualquier adversidad. Habían sobrepasado la muerte, la mayor expresión del destino, y ahora podían reír, después de tantos años de haber llorado. De haber sufrido, de haberse perdido el uno al otro una y otra vez, como si estuvieran en medio de un juego cuyos jugadores no eran ellos.
Parpadeó para que sus ojos se acostumbraran a los primeros rayos de luz que entraban por la ventana. El techo de la habitación aún permanecía en penumbras, y el candelabro con el que iluminaba la estancia durante las noches se había apagado por obra del viento. Junto al camastro en el que se encontraban había una pequeña mesa de madera con una vela y una carta abierta. El cofre con sus pertenencias yacía a medio cerrar junto a la puerta del cuarto, todo dentro de él pulcramente organizado y sujeto para que resistiera el viaje de ida y, si por una vez el mundo estaba de su parte, también el de vuelta.
-¿Cuándo fue la primera vez que nos vimos? -le preguntó a su acompañante, que elevó la cabeza lo justo para que ambos estuvieran en el campo de visión del otro. Yoongi se sorprendió, pues aquel joven muchacho que lo miraba no era quien él pensaba. Tenía el cabello castaño, tan largo que incluso recogido en una trenza parecía llegarle a los hombros. Su piel era más morena, y tenía las pestañas gruesas y pobladas, un rostro maduro pero con leves facciones aún adolescentes, delicadas. Buscó sus ojos, sabiendo que ahí encontraría la respuesta. Eran grandes, brillantes, del suave y cremoso color de la miel. No sabía cómo, pero nuevamente estaba seguro de que era Jungkook.
-¿No lo recuerdas? -le respondió el castaño, entrecerrando los ojos con aparente indignación.
-Por supuesto que lo recuerdo. Estoy comprobando que lo recuerdes tú.El muchacho rodó los ojos, poco convencido, pero después de unos segundos se rindió y le mostró a Yoongi la sonrisa más hermosa que jamás había visto.
-En Grecia. Mi nombre era Thais, el tuyo Cyrus. La boulé nos descubrió, y condenaron a Thais a muerte.
Yoongi lo recordaba. Faltaban pocas semanas para que pudieran irse de la Acrópolis, para escapar de una realidad en la que no encajaban si estaban juntos. Jamás había sufrido tanto como ese día, pero, lastimosamente, aquel dolor sólo se convirtió en el primero de muchos otros.
-Recuerdo haberte encontrado en China por segunda vez, pero allí jamás hablamos. Te veía de lejos cada día, pero nunca me acerqué, y un día simplemente dejaste de aparecer.
Yoongi guardó silencio, pensativo. La segunda vez había sido casi dos siglos después de Grecia. Ahora lo recordaba, ambos lo hacían, pero hacía no mucho tiempo eran incapaces de recordarse, y se encontraban cada vez sabiendo que el otro era a quien buscaban, mas no recordando haberse encontrado antes, sintiéndolo como aquella primera vez.
Etiopía. Roma, en el siglo III después de Cristo. Egipto, más de doscientos años después. Sudáfrica. América, pocas décadas antes de que fuera colonizada. Japón. India. Y ahora, España. Ambos sabían que habían vivido otras vidas en medio de las que ellos vagamente recordaban, pero aquellas eran sólo parches negros en sus memorias, pues en ellas no habían sido capaces de hallarse. Se escuchaba triste, una vida sin haberse encontrado, pero también feliz, porque significa que no habían tenido que sufrir al perderse de nuevo.
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Ángel del Dolor y el Error - KookGi
Fiksi PenggemarDos humanos y un ángel. Una persona destinada, un alma ambulante y un ángel errante. Los ángeles no rompen las reglas, los ángeles no cometen pecados. Los ángeles no se equivocan, pero Yoongi nunca ha acertado. Yoongi, en contra de todas las reglas...