Capítulo 1: UN LOCO EN MALLAS LLAMADO PETER PAN.

18 7 2
                                    

Capítulo 1: Un loco en mallas llamado Peter Pan.

– Bueno, aquí vamos – Pensé al llegar, por fin, a la residencia que sería mi hogar los próximos cuatro años.

Tras un largo viaje en autobús, – que por más cómodo que tuviese los asientos terminó dejando mi parte trasera un poco dormida, seguido de un pequeño recorrido en taxi que no ayudo a mi dolor de posaderas– Lo único que quería era terminar de llegar para poder encerrarme en mi nuevo cuarto, levantar mi teléfono, ordenar una pizza con doble queso y quedarme en mi cama por el resto del día.

Claro, después de buscar una pizzería en línea – Gracias, bendita tecnología que ayudabas con mi hibernación social

Volviendo a mi nueva cama, de verdad quería tirarme sobre ella y quedarme ahí como una perezosa.

Mi estómago empezó a hacer ruidos bastante sonoros, interrumpiendo mis fantasías sobre flojear en mi cama.

Vaya que me estaba muriendo de hambre ¿Quién diría que los doritos no podrían sustentarme en todo un viaje de 6 horas? Suspiré pensando en mi pizza otra vez, olvidando por un momento la cama y poniendo como protagonista principal de mis fantasías, a una exquisitez de queso fundido.

Pizza con doble queso y una cómoda cama – esperaba que fuera cómoda– Sonaba como un plan perfecto.

Mi atractivo plan tuvo una ligera pausa cuando fije mi vista en un chico que vestía mallas verde vómito, una sudadera de igual color y un gorrito puntiagudo.

Parecía estar disfrazado de Peter Pan.

La verdad no fue difícil fijarme en él, aparte del hecho de que estaba vestido de Peter Pan – con mallas de ballet y todo – en un parpadeo, el salió corriendo y me alzó por la cintura para darme vueltas en el aire.

¿Qué clase de realidad alternativa era esta? ¿O sería el hambre haciéndome alucinar?

Cuando el tipo loco de las mallas me puso nuevamente sobre mis pies, mi cabeza no pareció procesar el cambio y siguió girando y girando.

Ahora estaba hambrienta y mareada, esa no era una buena combinación.

El chico de las mallas parecía estarme diciendo algo, pero con el mareo que me había ocasionado, estaba muy ocupada intentando que mi cara no besara el piso como para prestarle atención.

– ¡¡Cállate! – Le grité sin siquiera verlo, intentando parar su parloteo mientras mi cabeza comenzaba a palpitar, ya no por el mareo, sino por un dolor de cabeza que me estaba dando toda la situación.

Ni siquiera tenía mi gas pimienta a la mano, y con el cansancio que traía encima, era una presa fácil en estos momentos, sólo esperaba que este no estuviera tan loco como aparentaba.

– Por favor, sólo... cállate, estoy mareada y no puedo seguir escuchando el zumbido que generas al hablar, me está dando dolor de cabeza –Espeté enfadada, a pesar de que debería estar a la defensiva en espera de un posible ataque, lo único en lo que me podía concentrar era en el latido de mi cabeza.

Eso no es bueno, me gritaban las alertas en mi cabeza.

Nunca debes bajar la guardia cuando un extraño te aborda en la calle de la nada, debería saberlo bien.

Esta no era la manera en la que debía reaccionar, debería estar preparada y vigilante, pero sólo tenía un dorito en el estómago y el hambre no era la mejor condición para poner pelea a nadie, menos a un tipo que parecía llevarme unos cuantos centímetros y doblar mi peso, tenía desventaja en cuanto a fuerza y tamaño, eso también debería saberlo mejor.

La línea que nos une (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora