𝐀𝐍𝐗𝐈𝐄𝐓𝐘 ✗ hhjn + ygjn

veinticinco

Bangchan apretaba su puño con fuerza, cargaba tremenda rabia, estaba sólo a unos pasos de las dos personas que le hicieron la vida imposible a su cuñado, quería ir e insultarlos de la peor manera posible, pero se contuvo, debía mantener su postura madura, era alguien mayor y debía mostrar autoridad ante la gente.
Sus dedos golpearon el volante del auto pensando seriamente las palabras que podía expresarle a aquellos adultos para que firmaran unos papeles del hospital y así permitir que dieran un poco de su dinero para comprar medicamentos para su propio su propio hijo.

Apagó el carro y bajó sobre la acera de la casa de los Hwang. Tomó una gran bocanada de aire cuando estuvo parado en frente de la puerta blanquecina, y dió tres toques lo suficientemente fuertes para que sean oídos.

Pero nadie abrió.

Volvió a repetir la acción luego de unos segundos, pero nada sucedió, la misma respuesta que antes; silencio.
No había nadie en la casa. El rubio se rascó la cabeza nervioso, era imposible. ¿Cómo no podrían estar?
Observó los papeles en sus manos y casi los arruga de la furia que tenía. Apretó los dientes evitando las ganas de romper la puerta de una patada.

━ ¿Debería preguntar a algún vecino por estos dos? ━ se dijo así mismo.

Pensó un buen rato, hasta que se le ocurrió la brillante idea de entrar a la casa por el patio de atrás. No era muy complicado ingresar y no había ningún animal estorbando su camino.
Todas las plantas estaban marchitas, a Jeongin le agarraria un paro si las viera así a las flores. Caminó lentamente logrando ver la puerta trasera corrediza de cristal.
Abrió los ojos atemorizado, con una explosión de emociones en su interior, había cosas rotas en el suelo de la casa y varias prendas de ropa esparcidas en cada mueble, sangre, y todo estaba oscuro, eso era lo que Chan podía ver desde afuera. Decidió no entrar por su seguridad, y salió corriendo de ese horrible lugar, no sabía que había sucedido, pero de algo estaba seguro; los padres de Hyunjin escaparon.

Los vecinos lo vieron de una manera extraña cuando apenas salió del pequeño patio, sus manos dudaron y casi los papeles se le resbalan de las manos por la presión de aquellas miradas.
Apenas subió al auto marcó el número de Minho, quería olvidar todo lo que acabó de ver e ir a al hospital para pedir que lo autoricen para ser titular de Hyunjin.

━ MinMin, paso por ti en unos minutos, necesito hablar con alguien. ━ comenzó a conducir ━ Por favor dile a Seungmin que se quedé con Jeongin por unas horas, nos vemos luego, adiós baby. ━ colgó la llamada.

No podía evitar seguir pensando en los padres desgraciados de Hyunjin, ¿En serio una persona así haría algo a su hijo? Ponerlo a trabajar obligatoriamente en su plena adolescencia sin su consentimiento,   molerlo a golpes, dejarle traumas a una niña menor de edad, eso merece ser castigado, y mucho más.

En unos ocho minutos Bang ya estaba con su novio que recién salía de su trabajo, dándose unos cuantos besos de bienvenida.
Minho por un lado se sentía abrumado, hacia mucho que ya no tenía un momento cariñoso con su pareja, pues se la pasaba trabajando e investigando, cuidando a Jeongin y haciendo demás tareas para el hogar.
No era que le molestara, para nada. Pero quizás le gustaría tener más tiempo con él como era antes.

Observaba por la ventana dudoso moviendo sus labios de un lado al otro, sintiendo la mano de Chan posarse sobre su muslo, el cual tanto amaba su novio.
Lo acarició por sobre la tela del pantalón manteniendo aún su mirada sobre la calle, y eso le pareció malditamente sexy a Lee.
Ninguno de los dos hablaba y eso hacía que haya aún más tensión entre ambos. El ambiente se tornaba caluroso y sediento para el menor, quería abrir la ventana y tirarse por ahí sin importarle si chocaba contra un poste de luz.

El auto frenó por la luz roja del semáforo. Chan desde el rabillo de su ojo pudo ver a su novio completamente rojo como las mismísima fresa, habia algunas gotas de sudor cayendo por su frente, adorable.
Soltó una risa, llamando la atención de Lee, y cuando este volteó a verlo, el rubio tomó entre su gran mano la quijada de Minho atrayendolo hacia él para darle un largo, apasionante y sediento beso. Sus bocas parecían que nunca se habían encontrado, era como si fuera su primera vez besándose. Sus lenguas se encontraron, enredandose, y los chasquidos era lo único que se oía dentro del coche, algo tan hermoso pero al mismo tiempo excitante.
Nuevamente apretó el muslo del castaño logrando que un pequeño gemido saliera de su dulce boca.