Capitulo 3

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La ceremonia no había sido la gran cosa para Danvers. Winn por otro lado se encontraba demasiado entusiasmado. Este sería su ciclo, estaba dispuesto a desarrollar sus habilidades. Era un gran estudiante, por supuesto, en el laboratorio, el no pertenecía en el campo donde los soldados, vanguardistas o centinelas obtenían sus medallas arrebatando vidas humanas y ... no humanas.

A pesar de escuchar las desastrosas historias más allá del sistema solar donde se decía que los otros mataban, secuestraba y convertían en esclavos a humanos. El no perdía el sentido de deber como médico. Después de todo, la vida es sagrada y un médico jamás debe hacer daño.

Un médico jamás deber hacer daño. ¿Verdad?

Kara Danvers por otro lado no se encontraba muy entusiasmada, había momentos en que detestaba estar ahí. Odiaba la Alianza con todo su ser. Se regodeaban con sus anuncios y sus campañas donde decían que eran la unión de razas y naciones, ya no importaba de que país o continente provenían, todos somos humanos y como tal debíamos ser una misma fuerza.

Nosotros contra ellos. Pensó.

Lo curioso es que, realmente no se sentía una humana. Siempre se sintió como un extraterrestre, un monstruo, un experimento. Todo menos humana.

Su madre, Hannah Danvers no era de gran ayuda para calmar esos tormentosos pensamientos, y sus acciones dejaban mucho que desear. El amor que se supone que una madre debe de dar a su hija nunca fue dado a ella. La seguridad que se suponía debía encontrar en los brazos de su madre nunca apareció. Al contrario, le temia. Ver a Hannah solo significaba dolor.

Pero ahí estaba ella, caminando sin ninguna prisa a su dormitorio, tratando de calmar sus nervios. La visita mensual de su madre había sido el día anterior y como siempre, después de ello, se sentía débil y ansiosa. Podía sentir los temblores asomándose cada vez más en su mano derecha.

Muy pronto. Cada vez eran más rápidos los efectos secundarios de esa "medicina." Y más violentos en algunos casos.

Pero dicha medicina era por su bien, decía Hannah. "Esto te mantendrá a salvo hasta que sea el momento." Era lo que su madre siempre le decía cada vez que se quejaba. "Claro, como si te importará una mierda mi seguridad." Se decía para si misma Kara.

19 años viviendo ese maldito infierno, ni mencionar su niñez, si es que lo que pasó se pudiese llamar niñez. Por Dios, ella jamás conoció lo que era una infancia realmente. Al menos no por mucho.

La poca vida humana y decente que había vivido había sido con su tía, Eliza Danvers, la hermana menor de ese monstruo que decía ser su madre. Aún no podía creer que un ser tan lindo e inocente como su tía estaba relacionada con ella, eran completamente lo contrario. Ella era luz y Hannah oscuridad. Una era amor y la otra dolor.

Iza, la llamaba. Y la extrañaba demasiado. Tuvo que separarse de ella apenas cumplió los 18 años, la edad suficiente para seguir con el infierno que pensó había quedado atrás cuando llegó a los brazos de Eliza. Al menos fue lindo mientras duró.

En el ciclo básico fue donde conoció a Winn y se convirtió en su mejor amigo. Claro teniendo en cuenta que era el único que le hablaba. Este es un año más grande que ella, y también a diferencia de sus orígenes, Winn provenía de una familia humilde, el era el primero en enlistarce en la Alianza, solo que el quería ser un héroe en la medicina. Salvar vidas y no quitarlas.

Gracias a Iza, Kara no creció con arrogancia, sino con humildad. A pesar de lo que vivió en manos de Hannah no tenía en mente ser despiadada, odiaba la idea de matar. Pero sabía que tendría que hacerlo, estaba en su sangre, y sobretodo, era muy buena haciéndolo.

Aún la atormentaban en sus pesadillas los rostros de los que ella silencio para siempre. Su instinto de supervivencia era una maldición, lo fue en esos años.

Al llegar a su dormitorio con cuidado tomo la guitarra que se encontraba en el estuche a lado de su cama y se dispuso a tocar. Eso la calmaba. Su tía le había enseñado unos cuantos acordes y sola fue desarrollando su gusto por la música, incluso tocaba el piano, pero obviamente no podía llevarse uno a los cuarteles del instituto. Su guitarra por otro lado si pudo ir con ella.

Jeux Interdits, siempre lograba aliviar su mente y olvidar su miserable existencia como ella lo llamaba.

La música siempre lograba eso en ella, olvidar todo y solo existía ella, solo ella y su instrumento. Tanto que no noto el momento en que la puerta se abrió dejando entrar a la que parecía, era su compañera.

-Eso fue... maravilloso.- dijo la chica al momento en que Kara se detuvo. Los ojos azules en seguida fueron visibles con un rastro de sorpresa al ser descubierta en un momento tan íntimo para ella.

Sus ojos verdes fueron lo primero que Danvers vió. Luego la sonrisa.

-¿Que..que haces en mi habitación?- su sonrisa se hizo más suave y con nervios poco visibles le contestó.- Está también será mi habitación. Al parecer seremos equipo.

-¿Equipo? Es...es verdad.- con sumo cuidado se levantó y acomodó su guitarra color vino en su estuche. -Lo había olvidado. Soy Kara Danvers.- Se presentó ofreciéndole la mano y una encantadora sonrisa a su hermosa compañera.

-Un verdadero placer, Kara. Soy Lucy Lane.- dijo sin perder de vista esos bonitos ojos azules y correspondiendo el saludo que le ofrecía la rubia.

A través de las estrellas [Supercorp] AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora