La suicida que no quiere morir
llego a la conclusión de que
el odio que recibe no es más
que de ella misma,
anhelaba ser tanto que al final
se volvió nada y eso la hizo sonreír.
Compro tres rosas rojas
y escribió un sin fin de cartas para repartir.
Escribió de odio,
de alegrías,
de amor,
de paz,
de soledad,
escribió y escribió tanto que
cuando las leyó no supo de donde
había sacado tantas palabras que hasta daban dolor.
La suicida que no quiere morir
pensó que había llegado el momento de partir
pero entonces noto algo;
si ella moría las cartas jamás iban a ser leídas,
y como iba a leerlas alguien más,
si todas han sido escritas para la misma persona,
y ella misma se sorprende
cuando lee el primer párrafo de todas:
Querida suicida que no quiere morir,
te escribo aunque confieso que quiero huir de ti.
Y entonces antes de saltar
al abismo de sus miedos,
sonrió con indiferencia sabiendo que
de su propio infierno no
iba a escapar jamás.
ESTÁS LEYENDO
Tic tac.
Poesíatic tac; es la hora perfecta para soñar. #1 en poesía 28.06.16 Primer lugar en poesía en los #FWAWARDS2016 Portada: @DreamerZV