La suicida que no quiere morir.

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La suicida que no quiere morir

llego a la conclusión de que 

el odio que recibe no es más 

que de ella misma,

anhelaba ser tanto que al final 

se volvió nada y eso la hizo sonreír.

Compro tres rosas rojas 

y escribió un sin fin de cartas para repartir. 

Escribió de odio, 

de alegrías, 

de amor, 

de paz,

de soledad, 

escribió y escribió tanto que 

cuando las leyó no supo de donde 

había sacado tantas palabras que hasta daban dolor. 

La suicida que no quiere morir 

pensó que había llegado el momento de partir 

pero entonces noto algo; 

si ella moría las cartas jamás iban a ser leídas, 

y como iba a leerlas alguien más,

si todas han sido escritas para la misma persona,

y ella misma se sorprende

cuando lee el primer párrafo de todas: 

Querida suicida que no quiere morir, 

te escribo aunque confieso que quiero huir de ti. 

Y entonces antes de saltar 

al abismo de sus miedos, 

sonrió con indiferencia sabiendo que 

de su propio infierno no 

iba a escapar jamás.


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