Capitulo 6

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Cuando llegué a casa, subí a mi cuarto sintiéndome tan cansada que caí en un profundo sueño casi de inmediato.

**Sueño:**

Me encontré en un bosque, acostada en el suelo suave y cubierto de hojas. Al sentarme, noté que llevaba un vestido azul, pero no tenía idea de cómo había llegado allí. De repente, vi a alguien acercándose. Era Joe, vestido con un traje elegante y con el cabello perfectamente peinado. Se acercó a mí, tomó mi mano y me ayudó a levantarme.

—Te ves hermosa —me dijo.

—Gracias, pero ¿dónde estamos?

—Es una sorpresa —respondió Joe, y luego me besó suavemente en la mejilla.

—Espera, ¿qué está pasando? —le pregunté, completamente confundida, sin entender cómo me encontraba en ese lugar.

—Solo sígueme —dijo él.

Tomé su mano y lo seguí hasta llegar a una hermosa casa en medio de la nada. Joe me dejó en la puerta y, antes de soltarme, me dijo:

—Entra.

Al voltear, me di cuenta de que ya no estaba.

Dentro, la casa era brillante y limpia, las paredes eran blancas y el suelo de madera pulida. De pronto, vi una luz brillante. Tuve que entrecerrar los ojos para poder ver, y poco a poco la luz tomó forma, convirtiéndose en un hombre alto, delgado, con cabello castaño y ojos cafés. Llevaba una sonrisa en el rostro.

—¿Papá? —pregunté, llena de emoción.

Abrí los brazos y corrí hacia él para abrazarlo. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.

—Te extraño, papá —dije.

—Mi amor, mi niña.

—¿Por qué estás aquí?

—Para decirte algo. ¿Recuerdas que hablamos de cómo algún día el amor llegaría a tu puerta y que no debías dejarlo ir? Ese momento ha llegado, hija.

—Espera, papá, ¿a qué te refieres? ¿No estamos hablando de Joe?

—No lo dejes ir —me dijo, justo antes de que su silueta comenzara a desvanecerse. —Él estará ahí siempre para ti, pase lo que pase.

—¡Espera, papá! —grité, pero ya había desaparecido. —Te amo.

De pronto, oí la voz de alguien llamándome.

—¡Scarlet! ¡Despierta! —me sacudía mi hermano, con suavidad.

—¿Qué hora es? —pregunté, todavía aturdida.

—Ya es tarde. Si no te levantas, llegaremos tarde al colegio.

—Tuve un sueño raro —comenté, tratando de acomodar mis pensamientos.

—¿Qué había en él? —preguntó mi hermano, curioso.

—Estaba papá. Me dijo que el amor había llegado a mi puerta y que no debía dejarlo ir pase lo que pase. Fue muy extraño.

—Sí, muy raro.

—Al menos lo vi una vez más —respondí, con una mezcla de tristeza y ternura.

—Sí —dijo sonriendo, y me abrazó. —Sé que te duele, yo también lo extraño.

—Es doloroso extrañarlo tanto —respondí, sintiendo la quiebra en mi voz.

—Sí, pero levántate. Se nos hace tarde.

—De acuerdo, pero sal para poder cambiarme —dije, secándome algunas lágrimas que habían caído de mis ojos.

Me levanté y me metí a bañar. Luego me cambie, eligiendo unos jeans morados, una camiseta blanca y unos Converse morados con negro. Al bajarme, encontré a mi hermano desayunando solo, ya que mi madre había salido temprano a trabajar.

Terminamos de desayunar y nos dirigimos al colegio. Al llegar, abrí mi casillero y guardé los libros que no necesitaría.

—¡Hola! —me gritó Monse al pasar.

—¡Hola!

—¿Qué clase te toca?

—Español, ¿y a ti?

—Historia. Bueno, me tengo que ir, nos vemos después.

—¡Sí!

Al entrar al salón, vi a mis compañeros agrupados en distintas conversaciones. Al fondo, noté una mano que me saludaba. Me acerqué y vi a Joe. Se me había olvidado que él tenía clases conmigo al principio del día, así que me senté a su lado.

—Hola, Joe —saludé.

—Hola. Oye, me gustaría hablar contigo.

—Hoy no puedo, mejor otro día. 

—No, esto que tengo que decirte no puede esperar. 

—Está bien.

Las horas pasaron volando mientras bromeábamos. Nos llamaron la atención varias veces, pero eso no nos detuvo. Al salir de clase, corrí hacia la tienda, ansiosa por ser de las primeras en llegar antes de que se llenara. De repente, sentí un tirón en mi brazo; era Joe.

—No te me escaparás. 
—No pensaba hacerlo, pero ahora me llevarás a la tienda. Si llego tarde, me aplastarán. Y después, buscaremos un lugar más tranquilo. 
—Está bien.

Compramos lo que necesitábamos y, al no haber nadie en las canchas de fútbol, decidimos ir allí para hablar en paz.

—Bueno, ¿de qué querías hablar? —pregunté, nerviosa. 
—De nosotros. 

Al escuchar "nosotros", una corriente de emoción recorrió mi cuerpo.

—¿Qué quieres que te diga? 
—Es verdad lo que dijiste en la cita. 
—Sí. 
—Quiero que sepas que me hiciste pasar el mejor día. 
—Tú también lo hiciste; solo dije lo que siento. 

Justo en ese momento, sonó el timbre. Antes de irnos, Joe me dio un beso en la mejilla y se marchó. Después de horas de clase, salí directo al estacionamiento y allí estaba mi hermano Dan, esperándome junto a Joe. Me subí al auto y nos fuimos.

El mejor amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora