Capitulo 10

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Cuando estaba en el colegio, recuerdo aquel día en particular cuando me dirigí a mi casillero, como lo hacía todos los días. Sin embargo, algo me hizo detenerme en seco, ya que allí, como en ocasiones anteriores, encontré una hermosa rosa azul. Pero esta vez, además de la flor, había una nota que me dejó completamente aturdida. La nota decía: "No malgastes tu tiempo con alguien que no vale la pena, así como lo es Joe".

Sentí una oleada de confusión y enojo recorriendo mi cuerpo en ese instante. Sin pensarlo dos veces, rompí la carta en pedazos y tiré la rosa a la basura, intentando deshacerme también de ese sentimiento perturbador que la nota había despertado en mí. Me pasé el resto del día reflexionando sobre lo que había leído, cada vez más convencida de que estaba demasiado ocupada lidiando con mi propia vida como para averiguar el verdadero padre del hijo de Sarahi. Sin embargo, lo extraño era que no la había visto por los pasillos del colegio en días. ¿Dónde se habría metido?

Las clases transcurrieron con normalidad, pero mi mente no podía dejar de divagar sobre las palabras de la nota y la misteriosa persona detrás de ella. Cuando finalmente llegué al estacionamiento, me di cuenta de que mi hermano no estaba en el lugar de siempre. "¡Mierda!", pensé, sintiendo un ligero pánico. Justo en ese momento, un carro se detuvo frente a mí; era Joe.

—Te llevo —dijo con aire despreocupado.

A pesar de que no quería aceptar su oferta, no tenía muchas más opciones, por lo que terminé subiendo al auto. En el camino, la música sonaba de fondo y, tratando de poner mis pensamientos en orden, le hice algunas preguntas.

—¿Y tu bebé, cómo está? —pregunté, sintiéndome un poco incómoda al abordar el tema.

—Bien —respondió él con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora.

—¿Y Sarahi? ¿Qué cuenta? Es que no la he visto en un tiempo... —indagué.

—Pues está en casa con su hermano —contestó Joe, desviando un poco la mirada.

—Qué bien —dije, aunque una parte de mí se sintió insatisfecha.

—¿Por qué la pregunta? —me cuestionó, con una ligera sospecha en su tono.

—Nada más... solo curiosidad —respondí, tratando de sonar casual.

Finalmente llegamos a mi casa y le agradecí por el viaje.

—De nada —dijo, mientras se alejaba.

Una vez dentro de mi habitación, sentí la necesidad de hablar con alguien. Así que llamé a mis amigos Monse y Mario, con la intención de contarles sobre Joe y la extraña nota que había recibido. Además, quería que me ayudaran a averiguar qué había pasado con Sarahi.

Después de un rato, escuché el sonido familiar de su timbre y, al abrir la puerta, los vi a los dos al mismo tiempo.

—¡Hola! —gritaron con una energía contagiosa.

—Hola, amigos —respondí, sonriendo.

—Entonces, ¿de qué querías hablar con nosotros? —preguntó Monse.

—De muchas cosas, pero primero subamos a mi habitación —les pedí, sintiendo que este tema requería un poco más de privacidad.

Con un tono desenfadado, Mario bromeó: — ¡Vaya, parece que estamos a punto de entrar en algo realmente misterioso!

Una vez en mi habitación, les conté todo acerca de Joe y de las flores azules que llegaban a mi casillero, así como de las notas que me instaban a alejarme de él. Mis amigos se mostraron comprensivos y decidieron ayudarme a investigar quién podría estar detrás de todo esto. Sin embargo, Monse tuvo que irse temprano porque tenía una cita de compras con su madre, quedándonos solos Mario y yo.
—Oye, Mario, ¿me podrías ayudar con algo? —le pedí, sintiendo cómo las palabras luchaban por liberarse de mi pecho, como si tuvieran vida propia.

—Claro, dime de qué se trata —respondió, su voz imperturbable, pero noté un atisbo de preocupación en sus ojos.

Las flores azules, exquisitas y extrañas, llegaban a mi vida cada mañana, como un eco de alguien que parecía conocerme a fondo. Pero la última nota me había cortado como un cuchillo afilado: "No malgastes tu tiempo con Joe". Necesitaba respuestas, alguien que pudiera disipar las tormentas que amenazaban con hundirme.

—Alguien me envía flores azules todos los días con notas —comencé, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí—. Esta última decía que no malgastara mi tiempo con Joe, y realmente necesito saber quién es esta persona y con qué derecho me escribió eso.

—Está bien. Pero asegúrate de que realmente quieres saberlo —me advirtió, su tono más serio de lo habitual. Era un aviso que instintivamente comprendí, pero la necesidad de verdad superó mi miedo.

—Sí, ¿acaso conoces al chico misterioso? —pregunté, todo mi ser clamando por respuestas.

—Sí —respondió, cada letra como un latido de un corazón atormentado.

La tensión en el aire se volvió palpable, como si las palabras pudieran cortar el silencio, y el espacio entre nosotros se transformara en un abismo cargado de secretos.

—Entonces, dime ya —exigí, casi suplicando, sin poder imaginar lo que vendría.

Se respiró un silencio tenso, lleno de promesas no cumplidas. Finalmente, tomó aire, y a su vez, pareció relajar cada parte de su ser.

—Bueno... Primero relájate, porque lo que voy a decirte puede cambiar las cosas entre nosotros. El chico misterioso soy yo —su voz, como un susurro en la tormenta, me dejó desarmada. Sus ojos me buscaban como si trataran de encontrar la respuesta que ni yo misma sabía—. Y sí, ya sabía sobre Joe. Lo siento, pero me gustas mucho. No quería arruinar nuestra amistad, pero ya no puedo seguir ocultándolo.

Mi mente se quedó en blanco, como una hoja en blanco esperando ser escrita. La revelación me golpeó con la fuerza de un tsunami, y solo pude murmurar en un tono casi inaudible:

—Mario, vete. Necesito pensar. No estoy enojada contigo; gracias por decírmelo. Nos vemos mañana para lo de Sarahi.

Con esas palabras, él se fue en silencio, su figura desvaneciendo en el horizonte mientras yo quedaba atrapada en un torbellino de emociones. El aire se sentía pesado, cargado de preguntas que giraban en mi mente como un torbellino incontrolable. No sabía qué pensar. Desde un principio, Monse había tenido razón sobre mis sentimientos por Mario; el siempre había sido un faro en mi confusión, pero no podía dejar de reflexionar sobre sus palabras.

Todo se sentía tan confuso, como si el mundo se hubiera vuelto del revés, y la realidad se desvanecía como el humo en la brisa. Las flores azules ahora eran un símbolo de un amor no correspondido, un deseo escondido que había estado esperando a ser descubierto, y yo, atrapada entre dos mundos, debía enfrentar una elección que podría definir no solo mi corazón, sino también mis lazos con aquellos que creía conocer.

El mejor amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora