Joe se sentó en el borde de la cama, sintiendo la tristeza en el aire. Habían pasado varios días desde que Monse le confesó la verdad, y aún no podía creerlo del todo. Cuando llegó a casa, lo único que encontró fueron las huellas de su ausencia: sus cosas no estaban, y en su lugar, solo una carta.
La lectura de la carta fue un golpe inesperado. Cada palabra parecía poner en perspectiva el tumulto de emociones que había estado sintiendo. “Agradezco los buenos momentos que me diste”, comenzaba, pero no fue hasta que llegó a la línea sobre el bebé que su corazón se hundió. **¿Cómo? ¿Qué bebé?** La revelación de que el niño no era suyo, y que ella había perdido la vida que ambos esperaban, lo dejó paralizado. Monse se había ido para "pensar mejor las cosas", para seguir con su tratamiento. Al final, lo que más resonaba en su mente eran las palabras que nunca querría escuchar: “Espero que me perdones por todo lo que hice”.
Ahora estaba allí, en ese momento crucial, decidido a ir a ver a Scarlet, la mujer cuyo nombre parecía evocar emociones profundas en su interior, incluso si su mente no la recordaba por completo.
Cuando llegó a la casa de Dan, sabía que estaba tomando un paso riesgoso.
- Hola, Joe – saludó Dan con una mezcla de sorpresa y resignación.
- Hola, pasa – respondió Joe, sintiendo que el tiempo se había detenido un instante antes de la pregunta que había estado evitando.- Sé que no me vas a querer decir, pero necesito que me hagas el favor de decirme dónde está tu hermana. Necesito verla antes de irme de aquí.
Dan lo miró fijamente, sus ojos reflejaban la carga de su propia tristeza.
- Sabía que en algún momento vendrías a pedirme eso. Así que lo haré, pero... ¿cómo que te vas?
- Sí, decidí irme un tiempo. Monse me dijo la verdad y estoy confundido. No recuerdo mucho, ni a tu hermana. Solo sé que siento mucho cuando la mencionan.Dan asintió lentamente, entendiendo la tormenta interna que Joe enfrentaba.
- Te entiendo. Si estuviera en tu lugar, estaría igual. Ten, esta es la dirección. No te preocupes, solo di quién eres y te dejarán entrar.
- ¿Así de fácil? – la incredulidad en su voz era palpable.
- Sí, tu nombre está en la lista de los que pueden ir a visitarla.
Joe sintió una punzada de gratitud mientras se despidió.
- Gracias, Dan. Espero que nos volvamos a juntar en otro momento.
- Adiós. Que tengas buen viaje, Joe.
Con el corazón acelerado, Joe se subió a su auto y condujo hacia el hospital. La dirección de Dan lo llevó a un hospital privado, donde la recepción fue amable, pero la tensión en su pecho crecía.
- Vengo a ver a la paciente Scarlet Johnson – dijo Joe con voz temblorosa.
Después de unos momentos, fue recibido por el doctor Carlos, quien, con semblante serio, lo guió hacia la habitación de Scarlet.
- Ella se encuentra igual que hace meses. Sigue en coma – informó el médico, y cada palabra le pesaba como una losa. La esperanza de ver a Scarlet despertar parecía lejana.
Cuando entró a la habitación, lo primero que notó fue la tranquilidad que emanaba de ella, a pesar de las máquinas que la rodeaban. Scarlet lucía hermosa en su silencio, y Joe no pudo evitar sentirse abrumado por la conexión que sentía hacia ella, incluso sin recuerdos claros.
- Hola, Scarlet – comenzó, sintiéndose un poco tonto hablando a alguien que no podía responder. – Vine a visitarte porque quiero contarte un par de cosas. Soy Joe. No sé si me escuchas, pero yo no recuerdo quién eres. Esta confusión… fue todo muy complicado para mí, pero quería que supieras que estoy aquí.
Las palabras fluyeron con una sinceridad que lo sorprendió a sí mismo. – Hace meses me emborrache y tuve un gran golpe en la cabeza donde perdí la memoria. Tu hermano me dijo que íbamos a casarnos, y aunque eso me parece increíble, solamente recuerdo momentos vagos.
Al mencionar a Monse, el peso de la revelación volvió a caer sobre él, pero continuó hablando con la esperanza de que las palabras llegaran a ella. – Me enteré de muchas cosas, y estoy confundido. Conocerte es importante para mí.
A medida que hablaba, su corazón latía más fuerte al contemplar su figura y sentir la ternura que había en su interior. – Eres muy hermosa, y siento que mi corazón late mucho ahora que te miro.
**Espero que vuelvas a levantarte de esto, lucha por vivir, Scarlet.** Estas palabras flotaban en el aire, grabadas en mi mente como un eco persistente. Me encontraba en el frío y estéril ambiente del hospital, rodeado de máquinas que zumbaban suavemente, tratando de hacer frente a la realidad que me desgarraba el corazón. Me acerqué a su cama, cada paso lleno de pesadez, como si llevara el peso del mundo sobre mis hombros. Allí yacía Scarlet, su rostro pálido y sereno, pero tan distante de la chispa de vida que una vez había brillado en su interior.
Con un gesto temeroso, incliné mi cabeza hacia ella. **Frené mi respiración**, sintiendo el latido de mi corazón resonar en mis oídos. Mis labios tomaron el camino más delicado, posándose sobre su frente, un gesto que era tanto un acto de amor como de despedida. Pero en el momento en que quise retirarme, un impulso más fuerte que mi razón se apoderó de mí. La emoción me llevó a tocar sus labios, un roce ligero y desesperado, como si con aquel gesto pudiera transferirle toda la fuerza que había estado guardando para los días más oscuros. Sin embargo, tenía que ser fuerte; el miedo y la tristeza amenazaban con consumirlo todo, así que, con un último suspiro, me aparté, dejando que la distancia me recordara que la lucha aún no había terminado.
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El mejor amigo de mi hermano
RomanceDesde que tengo memoria, siempre he estado enamorada de Joe Anderson, el mejor amigo de mi hermano. Con su risa contagiosa y esos ojos que brillan como estrellas, cada vez que lo veo, siento mariposas en el estómago. Pero, por alguna razón, nunca me...