Capitulo 5

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A la mañana siguiente, me desperté sintiéndome aburrida, así que decidí ir al cuarto de mi hermano. Eran las 2 de la tarde y él aún no se había despertado, así que le tiré un cojín en la cara. Sin embargo, él solo hizo una mueca de incomodidad. Como eso no funcionó, me subí a su cama y comencé a brincar. Él solo se giró. Al ver que mis intentos no daban resultado, decidí hacerle cosquillas. De repente, me miró riéndose y comenzó una guerra de cosquillas en la que, lamentablemente, perdí.

—¿Quién te dio derecho a despertarme? —me preguntó, con una sonrisa en el rostro.
—Yo me di ese permiso. Además, ya es tarde y estoy aburrida —respondí.
—Nada raro en ti, hermana.
—Qué gracioso —repliqué, rodando los ojos.
—¿Y si jugamos videojuegos?
—¡Siiii!

Me encantaban los videojuegos y lo mejor era poder compartir esa pasión con mi hermano. Jugamos unas partidas de fútbol; por supuesto, ya era experta en el juego gracias a que él me había enseñado. Luego, nos divertimos con unas carreras de Mario Bros y, al final, terminamos jugando GTA. Después de pasar horas juntos, mi hermano finalmente se fue a dormir, dejándome sola en la sala. Fue en ese momento cuando recibí un mensaje de Joe que decía: "Quiero que estés lista a las 8. Vamos a cenar, y no quiero que me digas que no, ¿ok?"

—Está bien, Joe —respondí, sin poder evitar sonreír.
(En ese momento, me sentía como una protagonista de "Bajo la misma estrella", pero luego pensé que era un poco ridículo, así que me dije: "Karla, deja de leer tanto").

Eran las 8 de la noche y solo esperaba a que llegara Joe. Sabía que esta noche iba a ser FANTÁSTICA. De repente, escuché el timbre de la puerta. Bajé rápidamente y abrí.

—¡Qué guapo! —exclamé al verlo.
—¡Qué hermosa estás! —me respondió él, sonriendo.
—Gracias. ¿Nos vamos?
—Sí.

Durante el camino, solo escuchamos música y cantamos sin parar. Arribamos a un restaurante que no era tan elegante como el de nuestra primera cita, pero tenía su propio encanto. De pronto, Joe se acercó tanto que nuestros labios casi se rozaban y podía sentir su aliento cálido cerca de mí.

—¿Por qué te pones nerviosa? —me preguntó.
—P—porque creo que me pones nerviosa —respondí, intentando no tartamudear debido a lo cerca que estaba.
—Porque cuando estoy cerca de ti, te pones nerviosa.

Mi respiración se volvió más inestable a medida que sus palabras salían de su boca, sabiendo que, en el fondo, tenía razón.

—Otra cosa que descubrí de ti es... que eres una chica mala que no sabe mentir.

En ese momento, sentí que él se inclinaba aún más cerca de mí. Su aliento caliente me envolvía, y aunque eso no era oficialmente un beso, me volvía loca. Justo cuando estaba a punto de besarme, un mesero llegó a retirar los platos, obligándonos a separarnos. Agradecí al mesero por darme un respiro. Una vez que se fue, hubo un silencio incómodo en la mesa.

—Estuvo muy buena la cena. —dije, tratando de romper el hielo.
—Sí... Oye, ¿te puedo preguntar algo?
—Sí, pregunta —respondí con curiosidad.
—Recuerdas cuando éramos niños, cuando yo tenía 14 y tú 12?
 
No podía creer que estuviera preguntando por aquel día. Quería parecer indiferente a su significado, así que le respondí:

—Sí, ¿y a dónde quieres llegar con eso? Ve al grano.
—Bueno, ¿recuerdas la vez que estábamos en mi casa y nos quedamos solos?
—Sí, lo recuerdo —dije, tratando de mantenerme calmada.
—¿Recuerdas lo que te dije ese día?

Lo recordaba todo, pero no tenía idea de lo que quería sacar en claro.

—No recuerdo, pero... ¿qué era?
 
—¿Estás segura de que quieres saberlo?
 
—Sí. Necesitaba escuchar esas palabras porque antes no sabía lo que significaban, pero ahora todo había cambiado.

—Bueno, Scarlet, escucha muy bien lo que voy a decir. Lo mencioné una vez hace años y quiero repetirlo, aunque sospecho que ya sabes de qué se trata. Scarlet, me gustas para siempre .

La tarde estaba llena de un silencio cómodo, solo interrumpido por el suave susurro del viento entre los árboles. Scarlet miraba a Joe, sintiendo que el momento se volvía más real con cada instante que pasaba. Sus palabras aún resonaban en su mente: “Me gustas para siempre”. Era un mensaje claro, profundo, y todo lo que había esperado escuchar.

Mientras escuchaba sus sentimientos, Scarlet comprendía que no se trataba solo de una atracción pasajera. Era una conexión que había crecido en silencio, alimentada por risas compartidas, confidencias y un apoyo mutuo inquebrantable. Nunca se había atrevido a pensar en la posibilidad de que Joe sintiera lo mismo. Pero ahora, al verlo mirarla con esos ojos llenos de ternura y sinceridad, todo encajaba.

Sin saber muy bien cómo responder, la emoción la invadió. Se acercó y, en un impulso, lo besó. Fue un beso que surgió de la mezcla de sorpresa y anhelo, un beso que comunicó todo lo que ella sentía en ese momento. Al separarse, sus rostros todavía tan cerca, susurró: “Tú también me gustas, para siempre”.

Las palabras fluyeron de sus labios con una sinceridad que la sorprendió a sí misma. Al mirarlo, vio cómo su sonrisa se iluminaba aún más, como si hubiera encendido una luz en su interior.

Los minutos pasaron rápidamente mientras se perdían en el intercambio de besos suaves, explorando el nuevo terreno de su relación. Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera; nada más importaba.

Finalmente, sintieron la necesidad de separarse por el hecho de que la noche comenzaba a caer. Se tomaron de las manos, aún sonriendo, sabiendo que este había sido solo el comienzo de algo que prometía ser significativo. Mientras caminaban hacia la salida del parque, Scarlet se sintió llena de esperanza y emoción, preguntándose qué sorpresas le depararía el futuro con Joe a su lado.

El mejor amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora