Me levanté y hice mi rutina de siempre antes de ir al colegio. Aunque la mañana comenzó como cualquier otra, un ligero nudo de ansiedad se formó en mi estómago al recordar a Joe. Cuando salí de clases, decidí no saludarlo; en primera clase se había comportado como un imbécil en el salón. Su actitud había hecho que esa pequeña chispa de cariño que aún guardaba se apagara un poco más.Salí del salón y me dirigí a mi casillero para sacar un libro, cuando lo abrí, quedé sorprendida al ver una rosa azul. ¿Azul? No sabía que eran tan comunes, pero al lado de ella había una nota que decía: "Te ves linda hoy, pásatela muy bien." Sonreí con nostalgia; era un gesto lindo, y hacía tanto que no recibía una rosa de alguien. La belleza de la flor me hizo recordar los días en que el amor parecía tan sencillo y puro.
Mientras me dirigía al baño, escuché risas y vi salir a una chica que se arreglaba la falda, seguida de Joe. Cuando me miró, sus ojos parecieron brillar y me regaló una sonrisa que, en cualquier otro momento, me habría derretido. Pero esta vez, una mezcla de dolor y confusión me invadió. ¿Por qué me sonreía? ¿Por qué estaba saliendo con otra chica? Mis dudas, profundas como el océano, invadían mi cabeza. Había creído en sus palabras: “Te amo”, y ahora me encontraba con esta realidad tan dolorosa.
Volví a la clase de artes antes de que tocara el timbre. Los alumnos comenzaban a salir, así que me senté en un puesto vacío, aislándome de las miradas curiosas. Justo entonces, sentí un toque en mi hombro. Al darme la vuelta, vi a Mario.
—Hola —dijo, con una sonrisa amistosa que contrarrestaba mi melancolía.
—Hola, Mario.
—¿Qué te pasa? —preguntó, su tono de voz reflejando preocupación.
—Nada... lo siento, Mario, por ignorarte; mi mente estaba en otra parte.
—No te preocupes —respondió él, y su tono relajado hizo que me sintiera un poco mejor.
La profesora llegó y nos asignó ejercicios artísticos en equipo. Durante la clase, me la pasé conversando con Mario. Su humor me había sacado de mis pensamientos oscuros, y por un tiempo, me olvidé del caos emocional que me rodeaba.
—Cada equipo va a exponer un tema a final del mes —anunció la profesora.
—¿De qué tema hablaremos? —pregunté, tratando de despejar mi mente.
—¿Por qué no hablamos de amor? —sugirió Mario, una sonrisa torcida dibujándose en su rostro.
—¡Qué cursi de tu parte! —dije riendo, aunque una parte de mí se entusiasmó con la idea. —Está bien, haremos eso.
—El amor es algo que se siente y no se ve. Es como un juego; si no juegas bien, pierdes. A veces, las segundas oportunidades llegan cuando menos te lo esperas… —comencé a anotar, pero al mirar mi hoja, todos mis recuerdos fluyeron hacia Joe, como un río desbordado.
—¿Cómo vas? —preguntó Mario, interrumpiendo mis pensamientos.
—Soy muy malo en estas cosas —me lamenté.
—Déjame ver —dijo, tomando mi cuaderno. Comenzó a leer en voz alta, y las palabras resonaron en mi corazón.
—El amor no es solo una palabra, es un sacrificio que estamos dispuestos a hacer… —leí su mensaje en voz alta. La sinceridad en sus palabras me sorprendió.
—Es muy bueno, pero no creí que fueras tan cursi —repliqué, forzando una sonrisa.
—Bueno, a veces me llega la inspiración —respondió, iluminando la habitación con su risa.
Después de un rato tocó la campana y salí con Mario hacia su casillero. Mientras caminábamos, vi cómo Joe sonreía hasta que nos miró. Noté cómo su mandíbula se tensaba y sus puños se apretaban a sus costados. Se acercó a nosotros con una energía que en ese momento me resultó incómoda.
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El mejor amigo de mi hermano
RomansaDesde que tengo memoria, siempre he estado enamorada de Joe Anderson, el mejor amigo de mi hermano. Con su risa contagiosa y esos ojos que brillan como estrellas, cada vez que lo veo, siento mariposas en el estómago. Pero, por alguna razón, nunca me...