Capítulo 1: la escapada.

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Aquel día me levanté como otro cualquiera, cansado, pero alegre, era el último día antes de las vacaciones de semana santa, lo cual haría que los maestros no mandasen mucha tarea como llevaban haciendo algunos días anteriores.

Me mire como me quedaba la ropa que me acaba de poner y estaba tan guapo como siempre, un precioso pelo rubio, esos ojos verde-azulados y mi piel de suave tono. Bajé a desayunar y mi "amable" padrastro Enrique, estaba en la cocina fumando, solo yo sabía cuantas veces había soñado con quemarle con aquellos horribles cigarrillos que dejaban un olor asqueroso por toda la casa.

- Buenos días - dije mientras tosía como si me hubiera entrado harina en los pulmones.

- Buenos días, David - dijo él con unas desganas que parecería que aquella mañana me iba a desheredar de su fortuna imaginaria.

Me hice el cola cao y me lo tomé tan rápido como pude, no por ganas de irme al instituto, más bien de ganas por irme de aquella niebla de humo. Antes de salir Enrique se puso en mitad del camino, negándome la salida.

- No te tengo dicho que recojas la cocina antes de irte - me dijo con esa mirada peculiar suya que tenía dos formas de interpretarse, que son "A la siguiente te castigo tanto que vas a morir socialmente" y la otra pero más conocida "No me haces caso pero cuando se vaya tu madre te vas a enterar". También son frases que a veces me solía decir.

 Podéis pensar que es el típico padrastro que agrede a su hijastro, pero no es así. Ya que el "amable" de mi padrastro solía jugar con la agresiones psicológicas como más tarde pero no por mucho tiempo podréis ver. 

- Es verdad, se me olvidaba- dije con las mismas ganas con las que el me había saludado esa mañana.

Muchos hijos suelen recoger la cocina y yo lo hacía cuando mi verdadero padre vivía, el problema es que esta escoria que le ha sustituido se adueñaba de mi trabajo, cada vez que barría, fregaba, limpiaba... esta cucaracha antropomórfica le decía a mi madre que había sido él. Probablemente te estés preguntando porqué no le decía a mi madre la verdad, sencillamente cada vez que lo hacía, comenzaban discusiones que acaban en paz para todos y gloria para Enrique.

Fregué tan rápido como pude y me fui de la niebla en la cocina a por mi mochila en mi habitación. Pasé por casa de mi vecina y amiga Alejandra que como siempre iba vestida de manera informal-formal, ideal para cualquier parte como ella solía decir. Juntos fuimos a nuestro instituto el único en kilometros a la redonda, ya que vivíamos en un pueblo en alguna parte del sistema ibérico. La vida de un pueblo tiene ventajas y desventajas, demasiadas para ponerlas en una página. Yo no paraba de pensar en una ventaja, su cercanía al bosque, la naturaleza en su máximo esplendor. Y es que mentiría si dijera que no había pensado en escaparme muchísimas veces.

- Llegamos justo a tiempo- dijo Alejandra, rompiendo así el silencio por primera vez desde que nos saludamos.

- Eso parece, mira hoy no ha venido tu novio Marcos- dije de manera humorística, ya que Marcos no era de lejos su novio, si esto fuese una novela romántica de adolescentes, Marcos sería el quarterback y Alejandra sería la típica nerd que no tiene lugar en esa clase de novelas.

- Jaja muy gracioso, pero que sepas que lo he dejado para que sea tu amante- dijo de una manera que hasta sonó convencida.

- Muy bonito, pero ya sabes que no estoy al alcance de Marcos, ya quisiera Marcos estar con alguien como yo- dije intentando aguantar la risa, la verdad es que Marcos era como mi padrastro pero versión junior como si tuviera filtros que cada año van desapareciendo.

Al final de aquel último día, me dieron las notas del segundo trimestre, no eran malas, tampoco eran buenas, tenía dos suspensas que no me esperaba fui a hablar con los maestros de esas asignaturas pero ya se habían ido.

Diario Nº 02342Donde viven las historias. Descúbrelo ahora