16. Sepultura de felicidad

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Era hora de marcharse. Aunque Dellestar no lo mostraba, una enorme piedra pesaba en su corazón. Varias incógnitas pasaron por su mente, cada cual más absurda que la anterior. Nunca lo admitiría pero tenía miedo...muchísimo además. ¿Qué ocurriría si la espada no aparecía? ¿Por qué el futuro no estaba claro? Nunca debió suceder. La culpa le comprimía el pecho. Si tan solo hubiese escuchado y no se hubiese dejado llevar por sus sentimientos hacia su hermano. Con el tiempo encerrada en aquella mazmorra había llegado a comprender aquello que su alma tanto temía: Su hermano no era más que carne sin alma que había aprovechado su debilidad para engañarla. No se consideraba una persona tonta y, ahora que por fin abría los ojos, no podía evitar sentir un miedo atroz recorriendole el cuerpo.

Suspirando, decide dejar atrás todos y cada uno de sus pensamientos. Ahora se encontraba en un nuevo mundo, debía dejar todo atrás pero no podía. Su memoria de vez en cuando mostraba enormes grietas en las que recordaba sus desdicha.

Nada más ver el cuerpo de Lucius caer, un dolor atroz le recorrió el cuerpo. Su amigo, el único trozo de alma que le quedaba, yacía muerto frente a ella. Las alucinaciones comenzaron a hacer su efecto. El cuerpo, el corazón, el alma le pedía seguir adelante, dejarse morir, terminar con todo el sufrimiento. Su cerebro desconectó y todo se volvió negro.

Poco a poco iba recuperando el sentido. Algo o alguien la arrastraba a lo largo de un suelo pulido, posiblemente un pasillo. ¿Creerían que estaba muerta? Ojalá fuese así. Deseaba con todas sus fuerzas que incineraran su cuerpo y acabaran con todo su sufrimiento. El solo recordar su mirada, su pelo, sus bufidos de quejas sin sentido... Aún no creía que Severus se hubiese ido y que hubiese sido su hermano el motivo de su marcha. Antes de que el dolor comenzase, decidió cerrar los ojos y recordar.

Dicen que cuando alguien está a punto de morir la vida pasa fugazmente por los ojos pero Dellestar en ningún momento sintió nada parecido porque nadie la mató. Nunca supo cuanto tiempo se quedó su cuerpo tirado, insconciente, pero su recuerdo experimentaba un lapsus hasta el momento en el que sus oídos eran capaces de escuchar los gritos.

Miles de magos corrían atemorizados, siendo capturados o incluso torturados. El cuerpo de la chica no pasó desapercibido para el hombre que cometía esa masacre y, con un solo gesto, salió de una prisión para acabar en una muchísimo peor (...)

Lentamente, se pasa la mano por la cara para cerrar la brecha de sus recuerdos. El dolor aún la acompañaban tras tantos años y sabía que nunca se libraría de ese asqueroso compañero. 

- ¿Madre? - pregunta Eileen acercándose lentamente a ella.

- ¿Umm?

- Siento el miedo en tu mirada

- ¿Ahora mi hija se preocupa por mi?

- Bueno, no es que me preocupe por ti. Es solo que prefiero no ver ese atisbo de locura para cuando entremos y acabemos con todo éste sufrimiento.

- Lo se. 

Sabiendo que su madre no pensaba decir nada más y que estaba inmersa en algo que no le era posible comprender, Eileen se acerca a Looke para concretar lo que iban a hacer.

- Sigo pensando que todo esto es solo una locura

- Eres incluso más pesimista que yo... - le susurra ella apoyándose sobre un tronco y sin quitarle la vista de encima al castillo.

- No conoces a mi padre, es invencible

- Creí que contábamos con magia al tenerte de nuestro lado

- No soy mago. La magia que uso es robada y se aleja de mi. Hace mucho que no tomo más con lo que mis reservas se habrán acabado.

- Genial - responde la chica con un suspiro de alivio - ¿Y ahora qué hacemos?

La exterminación de los magos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora