3. A ella...mejor no la llaméis

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El retrato se mantiene impasible observando a la niña de ojos rojos intensos.

- Eileen...- los ojos de la niña se llenan de lágrimas- Mi niña...¿Y tu hermano? - Lucius se acerca al cuadro

- ¿Ese es papá? - Eileen asiente y ambos se quedan embobados mirando el retrato hasta que Lucius interviene - Mamá era más divertida

- Así que éstos son tus hijos muchacho - interviene un hombre con una larga barba, gafas de media luna y expresión amigable.- ¿Queréis un caramelo de menta? Hay en el segundo cajón. Seguro que a Minerva no le importa - Lucius corre hacia allí y los intenta coger todos mientras Eileen seguía observando el retrato de su padre.

- Siempre fue como Dellestar...parece más hijo de Black que mio - suspira Severus rodando los ojos.

- Yo sigo tus pasos papá. He leído mucho y soy muy lista ... seguro que estarías orgulloso de mi.

- No lo dudo Eileen, no lo dudo. ¡Draco! - le grita el retrato al rubio produciendo que de un pequeño bote del susto.

- ¿Qué se te antoja? - saluda Draco a su padrino

- No entiendo por qué Dellestar dejó los niños a tu cuidado - señala a Lucius - ¿Te parece ese un comportamiento propio de un hijo mío?

- ¿Qué culpa tengo yo Severus? Bastante que los soporto

- Eileen, te quedas al mando - le dice el retrato a su hija, quien empieza a saltar de alegría y Severus le lanza una media sonrisa fugaz.

- Eileen, debemos irnos

- Te quiero papá

- Y yo a ti

- ¡Adiós papá! ¡Adiós hombre barbón! - le grita Lucius bajando las escaleras con una agilidad envidiable teniendo en cuenta que sus bolsillos y sus manos estaban repletas de caramelos

A Eileen le cuesta la misma vida separarse del retrato. Draco incluso la agarra en volandas y la baja él mismo al notar que no iba a cambiar su actitud. Mientras Lucius caminaba dando saltos con una felicidad perturbadora, Eileen andaba cabizbaja, al igual que el rubio. Draco no comprendía por qué Eileen prefería a Severus antes que a él. Vale, era su padre biológico, pero Draco era quien la había cuidado, quien la había alimentado... Un gran dolor se instaló en su pecho al notar el brillo en los ojos de Eileen al mirar a su padre. A él nunca le había obsequiado esa mirada de admiración.

Al notar las horas que eran, Draco decide marcharse hacia el Gran Comedor. Al entrar puede notar que la disposición de las casa estaba cambiada. En tres mesas alargadas comían sonrientes los alumnos de Ravenclaw, Huffelpuff y Gryffindor mientras que la de Slytherin ya no existía. En su lugar había dos mesas más, una ocupada por adultos y otra por niños sin uniforme. 

- ¡Draco! - grita una voz chillona que el rubio reconoció al instante. Los dos niños deciden irse a la mesa donde otros de su edad conversaban.

- Pansy... - la aludida le abraza y él la corresponde con una media sonrisa arrogante y se sienta en la mesa junto a su antigua amiga.

- Draco colega, me alegra verte - Blaise le tiende la mano y el rubio la estrecha gustoso - Hace años que no te pasas por mi casa

- Los niños no me lo permitían - se excusa Draco mientras pasea la vista por la mesa - Todos somos de familia pura - afirma fijándose también en que había diversidad de casas. "Seguramente las serpientes somos demasiado orgullosas para pedir ayuda o..." Draco prefiere no pensar en la segunda opción.

- Y bien Draco. Imagino que estarás aquí por lo mismo que nosotros.

- No me digáis que os han atacado un grupo de muggles vistiendo raro y que la magia no les hacía efecto - todos asienten.

La exterminación de los magos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora