Carta número treinta y uno.

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Querido, Caleb.

¡Se que fue muy sincera!

Pero, hey, no pedí que rieras, aún así, te amo aún más por eso.

¡Gracias por reír!

Tu risa, dios, es tan hermosa y contagiosa.

Créeme que reí contigo.

¡Así qué no reíste sólo!

Juro que jamás voy a aburrirme de ella.

Posdata: Tu risa es una de mis cosas favoritas.

Letters To CalebDonde viven las historias. Descúbrelo ahora